La naranja mecánica, conductismo y libertad

La naranja mecánica, conductismo y libertad
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Leah Padalino

Última actualización: 06 octubre, 2022

Qué decir de La naranja mecánica que no se haya dicho antes, qué decir de Stanley Kubrick, podríamos pasar horas y horas hablando de la película, de su final, de su análisis filosófico… Me resulta imposible resumir en unas breves líneas la importancia del filme, me resulta imposible profundizar en todas las cuestiones que plantea, por lo que trataré, en la medida de lo posible, de acercarme un poco al trasfondo de la película.

Stanley Kubrick llevó a la gran pantalla esta película en 1971, aunque en muchos países no pudo verse hasta más adelante; la película sufrió censuras y prohibiciones, pero aún así, se convirtió en todo un clásico y se elevó a la categoría de película de culto.

La naranja mecánica está basada en la novela homónima del británico Anthony Burgess, la obra es considerada una de las más importantes del género distópico en Reino Unido. Sin embargo, teniendo en cuenta lo difícil que es abarcar todo el análisis, solo me centraré en la versión cinematográfica, por ser la más conocida y porque presenta algunas diferencias importantes respecto al libro.

No cabe duda de que La naranja mecánica es una obra de arte del mundo cinematográfico. Kubrick logró una película en la que dejó muy marcada su impronta, su sello personal. Los colores, los planos, la música… todo en La naranja mecánica está perfectamente diseñado y medido al milímetro, visualmente nos fascina y nos cautiva desde el comienzo.

Destaca también el lenguaje, la jerga utilizada por los protagonistas, que combina palabras de otras lenguas, especialmente, del ruso; esta jerga la inventó Anthony Burgess, autor de la novela, y se conoce como nadsat. La música juega un papel fundamental, no olvidemos el I’m singing in the rain del protagonista, el uso de sintetizadores y la presencia de la música clásica, en especial, de Beethoven.

Descubriendo a Alex

Alex es el protagonista, un joven que adora a Beethoven, ama la violencia y no conoce la moral. La naranja mecánica nos lleva a un futuro distópico en el que Alex y sus drugos disfrutan de la ultraviolencia. Parece que los jóvenes de este futuro no conocen los límites de la violencia, disfrutan de ella y es su única forma de entretenimiento: violaciones, robos, palizas… Todo vale para Alex y sus drugos.

Alex es un joven que se mueve por instinto, que es incapaz de pensar en la repercusión de sus actos, de distinguir el bien y el mal. Parece que no hay razón ni motivación que explique esa violencia innata en el protagonista, además, es muy influyente y es el líder de sus drugos (amigos). El mundo en el que vive y la relación con sus padres, probablemente, tenga algo que ver con su conducta, aunque, en este futuro distópico, los jóvenes parecen dedicar su tiempo a cometer actos delictivos, sin ningún otro tipo de propósito en la vida; lo que nos lleva a pensar que, quizás, la sociedad sí tiene algo que ver.

Alex no trata bien a nadie, ni siquiera a sus drugos, quienes, en uno de sus crímenes, le traicionarán. Alex se convierte en un joven asesino y, como consecuencia, es enviado a la cárcel. Allí, Alex perderá su nombre y adquiere su nueva identidad como preso, pasando a ser el  prisionero 655321. En la cárcel, Alex siente cierta atracción por La Biblia, pero su interpretación de la misma dista mucho de la convencional; Alex se siente identificado con las escenas más violentas, viéndose a sí mismo como un romano que participa en la flagelación de Cristo.

Hombre de pie de espaldas a la pared

A raíz de su interés por La Biblia, el párroco de la cárcel le toma cierto cariño y ve en Alex a un joven al que ayudar; sin embargo, Alex desprecia al párroco, aunque nunca lo demuestra. Alex le confiesa que ha oído hablar de un tratamiento experimental, llamado Ludovico, que hace que salgas rápidamente de la cárcel, le cuenta que desearía probarlo y, así, convertirse en un “hombre bueno”.

La película nos plantea la verdadera naturaleza de la maldad ¿es Alex malo por naturaleza? ¿Es malo a causa de las circunstancias? ¿Tiene algo que ver la sociedad? Son muchas las preguntas que surgen a medida que vamos conociendo a Alex, pero todavía más cuando vamos descubriendo cómo es el tratamiento Ludovico.

El Estado, en su lucha para erradicar la violencia, ha desarrollado un tratamiento experimental que convierte a un “malo” en “bueno”, de este modo, no solo logran bajar los índices de violencia, sino que también consiguen una mayor parte de la sociedad productiva y útil y disminuyen los gastos en las prisiones. En realidad, este tratamiento no es más que una estrategia del gobierno, no es más que una forma de convertir en útil a una parte de la población que solo genera gasto. ¿Son malos los que tratan de convertir a Alex en bueno? ¿De verdad podemos elegir?

La libertad en La naranja mecánica

El gobierno cree que la prisión no es un lugar para la reinserción, sino que propicia que la maldad y la violencia aumenten. El tratamiento Ludovico promete cambiar a estos jóvenes, convertir su conducta antisocial en apropiada y socialmente aceptada. Este tratamiento se corresponde con el condicionamiento clásico, al más puro estilo de Pávlov y su estímulo-respuesta. Alex se somete al tratamiento y lo supera con éxito, demostrando ser un hombre bueno.

Todo ello nos lleva a plantearnos si Alex ha perdido su libertad, su libre albedrío. Alex no elige el bien, el tratamiento le ha condicionado tanto que es incapaz de defenderse, de hacer lo que le gustaría realmente. Es incapaz de tocar a una mujer, de responder a un insulto o de evitar una situación humillante, pero no por su propia decisión, sino por el efecto del tratamiento.

Hombre con sombrero

La naranja mecánica indaga en la violencia, en la violencia ligada a la conducta sexual del protagonista, la violencia por la violencia y la naturaleza de la misma. Pero, ¿quién es más violento? ¿No es violencia la del Estado? Recordemos que, en la película, vemos cómo los presos son privados de toda libertad, de toda identidad y sometidos a violencia. El tratamiento Ludovico logra anular a Alex completamente, convirtiéndolo en un títere del Estado que solo lo utiliza para su promoción y su interés. Una violencia permitida, maquillada y socialmente aceptada, algo que nos remite a Michel Foucault y su obra Vigilar y castigar o, incluso, a Maquiavelo.

Alex logra salir de prisión, del lugar que le había arrebatado su libertad, sin embargo, es todavía menos libre. Todo parece muy paradójico en La naranja mecánica, no solo pierde la libertad al salir de la cárcel, sino que Alex deberá enfrentarse a su pasado, sufrirá y vivirá atormentado. Sus antiguos amigos, por el contrario, siguen ejerciendo la violencia, pero ahora, justificada y permitida: se han convertido en policías.

El Estado tiene tanto poder que ejerce la violencia sobre el individuo, convirtiéndolo en marioneta, aprovechándolo para su propia publicidad y beneficio. Parece que Alex ya no es el malo, ahora es la víctima. ¿Sigue siendo Alex un hombre cuando ya no es capaz de decidir? Su comportamiento anterior no conocía la moralidad, pero, ¿existe moralidad en el tratamiento Ludovico? La película abre la puerta a infinidad de reflexiones, tantas que me resulta imposible resumirlas en un artículo.

Protagonistas de la película La naranja mecánica

La naranja mecánica es, sin duda, una de las grandes obras del cine, visualmente magnífica, agresiva, reflexiva e hipnótica. Su huella es tan fuerte que a algunos nos ha condicionado casi tanto como a Alex el tratamiento Ludovico, haciendo que, cada vez que escuchamos una pieza de Beethoven, nos resulte muy difícil no pensar en una escena de La naranja mecánica.

“Dios prefiere al hombre que elige hacer el mal, antes que al hombre que es obligado a hacer el bien”.

-La naranja mecánica-


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