¿Cómo puede contribuir la moralidad social a normalizar la violencia?

¿Cómo puede contribuir la moralidad social a normalizar la violencia?
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 27 diciembre, 2017

La moralidad social es el grado en que las personas se conforman con los preceptos de la moral establecida socialmente. La moral es el conjunto de normas y valores que deben seguir las personas. Es decir, en nuestra vida cotidiana vamos a ajustarnos a diversas reglas que consideramos adecuadas para convivir con los demás.

En cuanto a la moralidad social respecto de la violencia, serían esas normas que la sociedad entiende que se deben respetar para evitar dicha violencia. Si nos paramos a observar hacia qué elementos o agentes dirigen la culpabilización de que se generen esos actos violentos, obtendremos una visión más o menos acertada sobre dichas consideraciones morales.

Teoría del mundo justo

Esta teoría es un muy buen indicador del grado de moralidad social respecto de la violencia. Parte de la idea genérica de que las personas queremos vivir en un mundo justo. Es decir, tenemos la necesidad de creer que todo sucede por algo para nuestra tranquilidad psicológica.

Si atribuimos que los diversos delitos son un producto del azar, de la mala suerte, significa asumir que nosotros también podríamos ser víctimas de los mismos. Una ida inquietante que nos genera malestar. Por el contrario, si esa atribución se realiza hacia los demás (Ej. Le han robado porque transitaba por una zona peligrosa), nos hace pensar que tendremos menos posibilidades de sufrir un hecho violento (Ej. Nosotros, si no pasamos por zonas peligrosas, no nos pasará).

Mujer triste por exceso de preocupaciones

Esta percepción se basa en una distorsión cognitiva. Supone una re-elaboración simbólica de las cogniciones sociales. Las premisas de las que se parte son:

  • La víctima es mala (torpe o poco cuidadosa): devaluación y reconstrucción negativa de la propia persona. Realizamos inferencias hacia aspectos y características de la propia persona, como por ejemplo, su personalidad. Es decir, como la víctima de determinada manera, entonces es normal que haya sufrido ese delito.
  • La víctima se comporta mal: se atribuye la culpabilidad a la víctima por comportamientos puntuales. Por ejemplo, si roban la cartera a alguien en Madrid, no sería raro escuchar: “es Madrid, hay que ir más atento…”

Técnicas de justificación

Como venimos diciendo a lo largo del artículo, en la sociedad existen valores aceptados o bien vistos. Sin embargo, existen igualmente otro tipo de valores “subterráneos”. ¿Por qué se llaman así? Bien, la idea es sencilla: son aquellos valores que mucha gente sigue, pero que no se exteriorizan de igual manera por entrar en conflicto con aquellos mayoritariamente aceptados.

Esta idea fue creada originariamente por Skyes y Matza, plasmada en su teoría de la neutralización. Normalmente son los propios delincuentes los que emplean dichas técnicas para paliar las consecuencias de sus actos. No obstante, hay personas que también emplean algunas de estas técnicas para dar su opinión sobre los hechos acontecidos, legitimando o justificando de esta forma al victimario (aquel que ha cometido el hecho delictivo).

Estas técnicas son:

  • Negación del delito: “ha sido poco dinero, no se considera robar”; “no hay nadie por la carretera a estas horas, no pasa nada por ir más deprisa”.
  • Negación de la existencia de las víctimas: “no hago daño a nadie”.
  • Condenación de quienes condenan: “los políticos roban mucho más que los ciudadanos”.
  • Apelación a algo superior: “lo hice por…”.
  • Necesidad de la conducta: “no tenía más remedio”.
  • Defensa de un valor: “no era una persona de fiar”.
  • Negación de la justicia: “siempre va haber alguien que salga perjudicado”.
  • Todo el mundo lo hace.
  • Tenía derecho a hacerlo: “iba provocando”; “la maté porque era mía”.
Hombre ante un espejo con pensamientos negativos

Cálculo de la moralidad social

Todo lo que hemos explicado tiene su reflejo en numerosos ejemplos reales en los que se culpabiliza y atribuye la responsabilidad a la persona que ha sufrido el delito. Así, encontramos planes de prevención de agresiones sexuales en las que se establecen diferentes pautas que deben seguir las potenciales víctimas. Con ellas, se condiciona el estilo de vida de la persona y de forma indirecta se dice que es su forma de vida o sus elecciones las que provocan tales agresiones.

Igualmente, podemos escuchar comentarios de personas de diferentes profesiones que atribuyen la realización de actos violentos y antisociales, por ejemplo, a la forma de vestir o actuar de la víctima. La sociedad considera, al menos desde un punto de vista moral, como delito el propio comportamiento de la persona que ha sufrido el daño. Si la forma de actuar de la víctima es vista como equivocada, se normalizará la conducta del perpetrador (se verá como una consecuencia lógica, cuando moralmente no lo es).

La moralidad de la sociedad se basa en el buen hacer de las personas: pautas, reglas y patrones de conducta que se deben seguir. Si no se consideran adecuados a lo socialmente establecido, se atribuyen como causa de la violencia generada. En definitiva, en ocasiones estos actos violentos son vistos como una consecuencia inevitable.


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