La neuroanatomía de las emociones
Para comenzar con la descripción de la neuroanatomía de las emociones, Paul Broca acuñó el término de sistema límbico por primera vez en 1878. Fue después, sobre 1930, James Papez le bautizó definitivamente con el nombre de sistema límbico (SL), postulando que el mismo participa en el circuito de expresión emocional (Kolb y Whishaw, 2003).
Así, el sistema límbico corresponde a un concepto funcional en el que se incluyen varias estructuras y redes neuronales, teniendo un rol destacado en los aspectos emocionales. Al estar implicado en las manifestaciones emocionales, el sistema límbico también está relacionado con la motivación. Concretamente, está relacionado con la motivación orientada a la acción, el aprendizaje y la memoria (se recuerda y se aprende más, aquello que tiene más alto contenido emocional) (Cardinali, 2005).
La neuroanatomía de las emociones: más allá de las estructuras cerebrales
Son varios los autores que proponen que la respuesta y la manifestación emocional no solo implican al sistema nervioso. Así, se sugiere que también podrían estar implicados otros sistemas, como el inmune o el endocrino. Damasio (2008) propone el concepto de marcador somático.
Especifica que lo que otorga valor a una experiencia no solo es la evaluación cognitiva, sino también cierto estado somático. Este estado estaría dado por la activación de complejos circuitos subcorticales neurohumorales que “marcan” a un pensamiento con una carga específica emocional y le hacen tomar relevancia.
La neuroanatomía de las emociones y los sistemas de comandos de estas
Algunas investigaciones de calado han definido sistemas más específicos que el sistema límbico. Por ejemplo, en sus investigaciones sobre neurociencias afectivas, Jaak Panksepp (2001) ha conceptualizado sistemas basados en las emociones primarias: tristeza, miedo, ira, etc. Son los siguientes:
Sistema de búsqueda (o de recompensa)
Sistema que motiva la búsqueda de placer, activa nuestro interés en el mundo. Los circuitos involucrados en este sistema son modulados por la dopamina. Para algunos neurocientíficos esto se asemeja al concepto de líbido y de pulsión freudianas (Bleichmar, 2001; Solms y Turnbull, 2005).
Este sistema forma parte del sistema mesolímbico/mesocortical. Estos operan en paralelo y se afectan recíprocamente, formando lo que se conoce como amígdala extendida (Cardinali, 2005).
Los estímulos placenteros naturales (como la comida o el sexo) y las drogas adictivas estimulan la liberación de dopamina. Esta ocurre desde las neuronas del área tegmental ventral (ATV) que proyectan al núcleo accumens y esto se traduce en euforia y refuerzo de la conducta. Este sistema provoca que cuando está muy estimulado, intentemos mantener los estímulos que producen las sensaciones placenteras (Leira, 2012).
Sistema de ira (enfado-rabia)
- Se origina por la frustración que se dirige a un objeto.
- Sus manifestaciones corporales comprenden programas motores de lucha: apretar los dientes, gritar…
- Además, estos cambios se acompañan de una actividad de la amígdala hacia la estría terminalis e hipotálamo.
Sistema de miedo (temor-ansiedad)
- Su acción se centra en la amígdala.
- Las respuestas de “lucha” y “huida” se relacionan con los núcleos lateral y central de la amígdala, la cual proyecta al hipotálamo medial y anterior respectivamente.
Sistema de pánico (separación-angustia)
- Está asociado a los sentimientos de pérdida y tristeza.
- Parece tener que ver con los lazos sociales, la red vincular y en especial en el proceso de maternidad y conductas de apego.
- Los opioides endógenos están implicados en este sistema: la separación o pérdida de un objeto amado implica una disminución de la concentración de los mismos, determinando una experiencia dolorosa.
- Base biológica: giro cingulado anterior y sus proyecciones talámica e hipotalámicas hacia el área tegmental ventral.
Inhibición y regulación de las respuestas emocionales de la corteza prefrontal
Estos sistemas previos de comandos emocionales necesitan de la experiencia para desarrollarse. Así, en la acción voluntaria, la información del mundo exterior que viene a través de las áreas de asociación va hacia la corteza prefrontal. Esta conecta después con el sistema motor. En las acciones involuntarias, en las que se implican reacciones emocionales, la acción se media fundamentalmente desde las áreas subcorticales (como los sistemas de comando de las emociones de los que hemos hablado).
En la neuroanatomía de las emociones, la regulación de las respuestas emocionales la lleva a cabo la corteza prefrontal. Ocurre en su región ventral medial con una función inhibitoria, y en su región dorsal. Así, esta última tiene una función más controladora del pensamiento consciente. Es protagonista en el aprendizaje, así como en el establecimiento de planes y decisiones.
Así, las experiencias infantiles irán moldeando este sistema inhibitorio en formación. Esto explica también las diferencias en cuanto a la regulación emocional de un niño con respecto a un adulto.
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Bleichmar, H. (2001). El cambio terapéutico a la luz de los conocimientos actuales sobre la memoria y los múltiples procesamientos inconscientes. Aperturas psicoanalíticas, 9(2).
- Cardinali, D. (2005), Manual de Neurofisiología, (9ª. Edición), Buenos Aires, Mitre Salvay.
- Damasio, A. R. (2008), El error de Descartes, Buenos Aires, Crítica.
- Kolb, B. y Whishaw, I. (2003), Neuropsicología Humana, (5a. Edición), Buenos Aires, Panamericana.
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Leira, M. (2012). Manual de bases biológicas del comportamiento humano.
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Pankseep, J., Afectos, E., & Panksepp, P. (2001). Las emociones vistas por el psicoanálisis y la neurociencia: un ejercicio de conciliación. Revista Aperturas Psicoanalíticas, 7.
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Solms, M., Turnbull, O., Sacks, O., & Jaramillo, D. (2004). El cerebro y el mundo interior: una introducción a la neurociencia de la experiencia subjetiva. Fondo de Cultura Económica.