La soledad emocional es la que más duele
La soledad emocional puede ser devastadora. Al fin y al cabo, como bien sabemos, uno puede estar acompañado pero sentirse profundamente solo al no experimentar aprecio, atención, reciprocidad y esa conexión auténtica que genera calma y bienestar. Todos necesitamos de ese apoyo honesto y significativo con el que sentirnos parte de algo o de ese alguien al que amamos.
El escritor británico Julian Barnes nos explicaba en su libro Niveles de vida que pocas cosas pueden ser más dolorosas que la soledad no elegida. Así, según él no hay nada comparable al dolor emocional que puede experimentarse al perder a alguien o al percibir que ese ser a quien queremos no nos corresponde.
Es un estado donde poco a poco nos volvemos invisibles. No solo para los demás, no solo para ese universo social habitado por individuos que de pronto, no nos ven o no nos aprecian. En el momento en que los otros no nos ven, también nosotros empezamos a percibirnos invisibles y experimentar esa angustia psicológica que nos lleva al abismo de la depresión.
Cuando el amor (ya sea a nivel de pareja, amistad o entre padres e hijos) se sustituye por dolor, todo cambia. Ahora bien, es necesario entender un aspecto. El que alguien nos deje físicamente o retire su afecto sobre nosotros es algo irremplazable, pero no irreparable. Todos podemos (y debemos) reparar ese espacio herido llenándolo de amor propio y a su vez, iniciando nuevas conductas.
“La soledad es muy hermosa … cuando se tiene junto a alguien a quien decírselo”.
-Gustavo Adolfo Bécquer-
La soledad emocional, el vacío no buscado
Richard Yates fue un conocido ensayista que escribió entre 1951 y 1960 un conjunto de relatos publicados bajo el título Ocho maneras de sentirse solo. En este interesante trabajo se nos explicaba la historia de una joven embarazada, un niño sin amigos, un escritor frustrado, unos jóvenes que van de viaje, un hombre que no encuentra el amor y una maestra de escuela frustrada en su profesión.
Esos retratos sencillos representaban en sí mismos los distintos tipos de soledad que experimentaba el ser humano en un periodo muy concreto del siglo XX. A día de hoy, las cosas no han cambiado demasiado. No obstante, a esos testimonios dejados por Yates podríamos añadir sin duda la de nuestros adolescentes y cómo no la de nuestros ancianos.
Podemos tener familia y sentirnos solos. Podemos tener pareja y sentirnos irremediablemente solos. Porque la soledad social no elegida es dolorosa y hasta perjudicial, pero la soledad emocional es igual de dañina. Veamos por tanto qué procesos suelen definir este tipo de experiencia.
Características de la soledad emocional
La soledad emocional se experimenta por dos tipos de realidades muy concretas. La primera es haber perdido a un ser querido, ya sea por fallecimiento por ruptura. El segundo tipo se percibe en personas que aún teniendo una red familiar o de amistad, percibe un vacío emocional. En ambos casos, las experiencias suelen ser del mismo tipo:
- Las interacciones mantenidas con el entorno cercano no son satisfactorias.
- La persona se siente incomprendida, no validada emocionalmente.
- Hay quien define esta sensación como “vacío existencial”. En ocasiones, pueden llevar a cabo múltiples tareas, pasar incluso el día fuera de casa trabajando, haciendo cosas… Sin embargo, ese hueco, esa ausencia imposible de definir sigue presente.
- La soledad emocional genera malestar y sentimientos de tristeza que a instantes, se alternan con la apatía, el mal humor y la frustración.
- Hay momentos en que dicha experiencia es angustiante, compartiendo así los mismos estados afectivos que la depresión y la ansiedad.
¿Cómo podemos combatir la soledad emocional?
Afrontar y manejar la soledad emocional puede ser más complicado que trabajar la soledad social. No estamos hablando de aislamiento, a veces, ni tan solo tenemos a una persona con dificultades en cuanto a sus habilidades sociales. Se trata de un tipo de realidad psicológica más profunda y delicada.
En estos casos es muy conveniente contar con la ayuda de un profesional. Tras dichos estados se enmascara a menudo algún proceso depresivo que es necesario atender. No basta con recomendarle a la persona aquello de “sal y haz amigos”. Es necesario profundizar, trabajar, re-enfocar, conferir alivio, apoyo y ser capaces de generar cambios.
Por otro lado, son muchos los que consideran la soledad como una epidemia que se está instaurando no solo en las personas mayores. Nuestros niños y adolescentes también sufren esa angustia emocional al percibir que las amistades que establecen no son significativas, y que no cuentan con esa dimensión tan básica en el ser humano: la confianza. Veamos no obstante qué enfoques mentales y estrategias pueden ayudarnos en estos casos.
Claves para aliviar el vacío de la soledad emocional
- La soledad emocional duele porque nos pone frente a frente ante nuestros mayores miedos: el vacío, la falta de sentido, la angustia existencial.
- Todo miedo, toda angustia, puede y debe enfrentarse con nuevos enfoques mentales y sobre todo, con decisiones.
- Si hemos perdido al ser amado, deberemos dar paso a la aceptación de esa realidad. Será momento de vincularnos con nosotros mismos y dar forma a un nuevo plan de vida, a una nueva ruta personal donde hallar nuevas ilusiones, planes y motivaciones.
- Asimismo, si nuestro entorno no nos confiere afecto, reciprocidad o confianza, tal vez debamos replantearnos el generar nuevos lazos y relaciones. En estos casos, es muy recomendable conocer personas con gustos afines. Partir de una pasión o afición en común es un modo de crear vínculos más significativos.
- Por otro lado, tal y como nos revela un estudio llevado a cabo en el Centro de Neurociencia Cognitiva y Social, Universidad de Chicago las personas necesitamos entornos sociales seguros para experimentar bienestar. Por tanto, la inversión de recursos para rodearnos de personas que nos ofrezcan seguridad y confianza siempre nos dará réditos.
Para concluir solo cabe incidir una vez más en un hecho: para afrontar la soledad emocional necesitamos ayuda psicolológica. Debemos trabajar nuestra arquitectura psicológica, reparar daños, fortalecer autoestima y por encima de todo, hallar un propósito de vida. Tal y como nos dijo Viktor Frankl, cuando hallamos un sentido a nuestra existencia, las fortalezas despiertan.
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- Cacioppo, J.; Hawkley, L. (2010). Loneliness Matters: A Theorectical and Empirical Review of Consequences and Mechanisms. Annals of Behavioral Medicine. 40 (2): 218–227.
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