Las cosas buenas le llegan a quien sabe esperar
Las cosas buenas le llegan a aquellos que saben esperar, que conocen el valor de la paciencia, que tiñen sus frutos de esmero, de esfuerzo y de aguante. Y es que todo aquello que nos exige templanza erige a nuestro alrededor un halo de entusiasmo e ilusión.
Me encantan esas personas que saben que entre “plantar y cosechar” existe un “regar y esperar”. Porque es vital reconducirse ante la desesperación, no confundirnos cuando nos topamos con la incertidumbre de no saber cuándo llegará todo aquello que deseamos.
“Todo llega para quien sabe esperar”
-Anónimo-
Recuerda que la primavera siempre vuelve
Recuerdo que un invierno mi padre necesitaba leña, así que buscó un árbol muerto y lo cortó. Pero luego, en la primavera, vio desolado que al tronco marchito de ese árbol le brotaron nuevas ramitas. Mi padre dijo:
– Estaba yo seguro de que ese árbol estaba muerto. Había perdido todas las hojas en el invierno. Pero se ve que hacía tanto frío que las ramas se quebraban y caían como si no le quedara al viejo tronco ni una pizca de vida. Pero ahora advierto que aún alentaba la vida en aquel tronco.
Y volviéndose hacia mí, me aconsejó:
– Nunca olvides esta lección. Jamás cortes un árbol en invierno. Jamás tomes una decisión negativa en tiempo adverso. Nunca tomes decisiones importantes cuando estés en tu peor estado de ánimo. Espera. Sé paciente. La tormenta pasará. Recuerda que la primavera volverá.
Todo pasa, todo llega, todo se transforma
Toda recompensa llegará, pues el tiempo se encarga de entornar las puertas de lo indeseable, de ayudarnos a combatir la angustia y de despertar nuestra esperanza. Por eso llegará el momento en el que al despertar ganarán nuestros deseos y llegará lo bueno a nuestra vida.
Seguro que has oído más de una vez aquello de “no cometas el error de tomar decisiones permanentes por culpa de emociones temporales”. Esta frase encierra el gran valor de la paciencia, de la capacidad de serenarnos y de tomar perspectiva
Porque si actuamos sin esperar al mejor momento probablemente nos estemos echando piedras sobre nuestro propio tejado, lo cual hará que nuestro techo se hunda y nos cueste encontrar la esperanza entre nuestros propios escombros emocionales.
Trabajar la paciencia de conocerse a uno mismo
Saber esperar requiere primeramente de la paciencia de conocerse a uno mismo, de pararse a reflexionar y de sentirnos seguros con nosotros mismos. Esta son las características que debemos potenciar para contemplar el mundo con mayor entendimiento y sensatez.
Así, la paciencia es don que requiere del conocimiento de la impulsividad y de la irreflexión. Solo a través de ella alcanzaremos aquello que anhelamos sin pagar por ello un precio desorbitado. Pero, ¿qué podemos hacer para cultivar nuestra paciencia, hacernos más prudentes y saber esperar?
Respirar
Respirar de manera profunda siempre es un buen recurso para reflexionar. Digamos que, de alguna manera le estamos ofreciendo una pausa a nuestro diálogo interno.
Descubre la razón de tu prisa e impaciencia
Piensa sobre las razones que te llevan a actuar de manera impulsiva a impaciente. Organiza tus tiempos y replantea tus prioridades. Esto te ayudará a conocerte y a calmarte en los momentos intensos.
“En este mundo nadie está demasiado ocupado. Todo es cuestión de prioridades”
-Anónimo-
Identifica qué cosas o personas intensifican tu impaciencia
A veces las personas o las situaciones de nuestro entorno generan en nosotros un conflicto que nos fuerza a actuar sin pensar. Piensa sobre esto e intenta zanjarlo o tenerlo en cuenta.
¿Es útil tu impaciencia? ¿Está justificada?
Responde a estas dos preguntas de manera totalmente sincera y busca con calma aquellos patrones de comportamiento que se repitan y que te estén imposibilitando hacerlo bien.
Tómate tu tiempo y espera lo inesperado
Hay unas palabras de Jeff Foster que resumen a la perfección esta cuestión: “Independientemente de lo ‘mal’ que se tornen las historias, siempre estás siendo invitado a bajar tu ritmo, a respirar, a dejar de intentar resolverlo todo, a salir de tus propias conclusiones, a respirar de nuevo…”
Cultivar el don de la paciencia requiere templanza como cualquier otro aprendizaje. Por eso hay que practicar la tolerancia en el “darse cuenta”, la capacidad para leer el libro de nuestra vida, de escribirlo y reescribirlo y de disfrutar de cada borrón y cada sonrisa nueva