Las heridas del alma y el dolor de cabeza
Dolor de cabeza. Llega como una sombra que nos envuelve con sus embestidas punzantes en forma de migrañas o cefaleas. En ocasiones pueden ser verdaderamente invalidantes, otras veces, se convierten en ese compañero persistente que acompaña nuestro día a día. Como un velo invisible que afecta a nuestra calidad de vida.
Pero, ¿qué hay detrás de esos dolores de cabeza tan frecuentes? Llama la atención que esta dolencia sea la más sufrida entre la población, iniciándose ya en la adolescencia. En ocasiones, cuando indagamos en esos disparadores de las migrañas, se hallan muy habitualmente factores como el estrés, la ansiedad e incluso muchos tipos de depresiones.
Es decir, dejando a un lado dimensiones puramente orgánicas o fisiológicas que nos pueden hacer ser más o menos tendentes a padecer este tipo de dolencias, existen pilares psicológicos y existenciales que pueden agravar aún más estos estados tan frecuentes.
Relación entre el dolor de cabeza y las emociones
Son muchas las emociones que experimentamos día a día, pero como ya sabes, no todas son beneficiosas. El estrés, la ansiedad o los estados de tristeza generan unos cambios químicos muy notables en nuestro cuerpo.
El estrés, por ejemplo, origina altos picos de cortisol que van a “modelar”, por así decirlo, muchas de nuestras funciones vitales más básicas, tales como la tensión arterial. A su vez, la tristeza activa una serie de neurotransmisores que pueden debilitar nuestro sistema inmunitario, y con ello pueden aparecer estas persistentes cefaleas.
Además, el estrés y la ansiedad contraen muchas de nuestras arterias, pero cuando nos relajamos –o lo intentamos- los vasos sanguíneos del cerebro se dilatan, gestando así el dolor de cabeza.
Es por ello que son tan frecuentes esas dolencias durante los fines de semana o, simplemente, cuando llegamos a casa tras un día de trabajo y estrés. Es decir, basta con intentar “desconectar para descansar” y, entonces, emerge ese dolor de cabeza.
Toda emoción negativa que invada nuestra mente, va a tener su impacto en nuestro cuerpo si es un estado persistente en el tiempo.
La tristeza que dura meses nos irá quitando la energía segundo a segundo, como un devorador interior que se exteriorizará en cansancio, en dolor de cabeza. Y a su vez, este estado se convertirá en una especie de “uróboro”, esa criatura mitológica que se devora la cola formando un círculo.
El dolor emocional se traduce en dolor físico, y el dolor físico a su vez nos incapacita gestando un inicio de depresión. Es un riesgo, un riesgo elevado, de ahí la importancia de gestionar nuestras emociones día a día, estableciendo prioridades y marcando límites.
Cuida de tus emociones y harás feliz a tu cuerpo
Es muy fácil de decir: “cuida adecuadamente de tus emociones y sé feliz”. Una de esas habituales frases de autoayuda que no siempre son fáciles de llevar a cabo. ¿Cómo hacerlo? Necesitas ese trabajo estresante para mantener a tu familia. Tienes problemas en casa, con tu pareja, con tus hijos, con tu familia… ¿Qué puedo hacer?
Los problemas de la vida no se resuelven siempre con los extremos: dejar el trabajo estresante, o dejar a los míos. En absoluto. De ahí que debemos empezar siempre con objetivos a corto plazo, objetivos factibles.
Establece límites, sé consciente de hasta donde puedes llegar y reparte adecuadamente los tiempos: horas de trabajo, horas de ocio personal, horas de descanso. Encuentra siempre un instante a lo largo del día para ti mismo. Para tus pensamientos, para tu identidad.
Que el tiempo que estés con los tuyos sea siempre de calidad, fomenta tu autoestima y evita que nadie te manipule, que invada tu espacio personal o que ataque los valores que son importantes para ti. Protégete, quiérete, ilusiónate por algo cada día.
Esa calidad de vida cotidiana y sencilla es la que más alivia nuestras tensiones, y, por tanto, las que más nos alejan de esa tensión que deriva siempre en dolor de cabeza. Recuérdate a ti mismo que la felicidad siempre puede recuperarse y que todos merecemos obtenerla. Es una aspiración y una realidad.
Duerme bien, disfruta de tu cotidianidad, equilibra tu estrés hasta dominarlo a un nivel adecuado donde ya no pueda hacerte daño, donde ya no exista esa tensión que daña tu cuerpo. Evitar que el dolor de cabeza sea ese leivmotiv persistente en tu vida, exige en ocasiones hacer pequeños cambios. Cuidarse física y emocionalmente es una obligación y un deber que no puedes descuidar.
Imagen: Vladimir Kush
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