Leonardo Da Vinci: biografía de un visionario del Renacimiento
Leonardo da Vinci fue pintor, inventor, científico, arquitecto, músico, escritor… Eran tantas las disciplinas que dominaba con su genio y carácter visionario, que se ganó con voz propia la denominación de “hombre del Renacimiento”. Ahora bien, su vida personal quedó siempre velada, oculta con ese mismo sfumato que imprimía en obras inolvidables como la Gioconda.
Es común que cada vez que escuchemos su nombre se despierte en nosotros una mezcla de curiosidad y admiración. A la mente nos vienen de inmediato obras como La última cena, La dama de armiño o El hombre de Vitruvio. Sin embargo, en ocasiones descuidamos sus innumerables aportes al campo de la ingeniería.
Su máquina voladora, el anemómetro, los paracaídas, sus equipos de buceo o las máquinas de guerra fueron esos esbozos que nos legó en sus trabajos y que, más tarde, acabarían siendo una realidad. Leonardo Da Vinci fue, por encima de todo, un pionero en el método experimental. Logró adelantarse sin saberlo, a figuras tan destacadas como Descartes o Francis Galton.
Le guió siempre su ferviente curiosidad, esa que hizo de él un autodidacta apasionado de la naturaleza, de la ciencia y la investigación. Llenó sus cuadernos con cada una de sus nerviosas ideas, proyectos, esbozos y teorías que, a día de hoy, siguen siendo tan difíciles de interpretar. De ahí nuestra atracción hacia esa figura hermética y misteriosa.
Da Vinci fue alguien que llegó incluso a encriptar sus ideas y pensamientos mediante la escritura especular, haciendo uso de un espejo para hacer más difícil leer sus palabras.
“Hay tres clases de personas: aquellas que ven, aquellas que ven lo que se les muestra y aquellas que no ven”.
-Leonardo Da Vinci-
Primeros años: la formación de un joven florentino
Leonardo da Vinci nació en 1452 en Anchiano, Toscana, muy cerca de la ciudad de Vinci. Su nacimiento fue el resultado de una relación entre Caterina Caterina di Meo Lippi, una jovencísima campesina y Messer Piero Fruosino di Antonio da Vinci, un notario florentino.
Nunca se casaron pero se sabe que Leonardo pasó sus primeros años en la casa de su padre, sus abuelos y su tío, siendo criado y educado como hijo legítimo de Antonio Da Vinci. Su instrucción no fue muy destacada. Aprendió a leer y a escribir y destacó en la aritmética. Sin embargo, según explican los historiadores, no llegó nunca dominar el latín.
Cuando apenas contaba con 15 años ya mostraba grandes dotes para la creación artística. Su padre, que apreciaba ese talento, no dudó en enviarlo como aprendiz al taller del famoso escultor y pintor Andrea del Verrocchio, en Florencia. Ese periodo de formación duró casi una década. Aquí Leonardo Da Vinci no solo destacó en sus técnicas con la pintura y la escultura. También quedó demostrada su visión en las artes mecánicas.
El caballo de Storfa
En 1482 convertido en un maestro independiente, Leonardo da Vinci decide trasladarse a Milán para trabajar en el clan gobernante Sforza. Aquí pudo demostrar sus capacidades innovadoras como ingeniero, pintor, arquitecto e incluso como diseñador de festivales para la corte.
Es más, muchos historiadores opinan que uno de los motivos por los que dejó Florencia fue para superar en prestigio a su antiguo maestro, Andrea del Verrocchio. Un modo de lograrlo era por tanto creando una obra espectacular. Algo nunca visto hasta el momento. Ese proyecto era el caballo de Storfa.
Su propósito era construir un caballo rampante de bronce. Una figura de siete metros de altura y siete de longitud fundido en una sola pieza. Algo demasiado desafiante.
La obra se hizo primero en arcilla. Se trataba de un molde de grandes dimensiones que por sí mismo, ya dejó sin aliento a todo aquel que llegaba a Milán. Sin embargo, debido a las guerras italianas, jamás se pudo completar con el fundido en bronce. Dicho material fue destinado a los cañones de artillería.
Una obra clave en Leonardo da Vinci: La última cena
Durante su estancia en Milán, justo entre los años 1495 y 1498, Leonardo Da Vinci da forma a una de sus obras más conocidas. Se trata de un mural al óleo sobre yeso creado para el refectorio del Monasterio de la ciudad de Santa Maria delle Grazie. Era la Última Cena o el Cenáculo.
Simboliza la cena de Pascua y ese momento en que Jesús revela a sus apóstoles que uno de ellos lo va a traicionar. En esta obra llama la atención por sus dimensiones, 4.60 metros de altura y 8.80 metros de ancho. Un milagro artístico que para muchos, roza la perfección, una composición dinámica, exquisita y llena de lecturas.
Se trata de una obra que, como ocurre con las pinturas de Botticelli, la entendemos mejor si agrupamos a las figuras de tres en tres. Es entonces cuando descubrimos cómo un cuadro que tiene una apariencia estática, se vuelve dinámica. Las microhistorias se distribuyen en esos pequeños cúmulos llenos de simbolismos, de secretos y matices fascinantes.
Leonardo da Vinci: el hombre que despertó muy temprano de la oscuridad
Sigmund Freud dijo de Leonardo Da Vinci que fue ese hombre que despertó demasiado temprano de la oscuridad de su época. Su mente, prodigiosa y visionaria estaba muy avanzada para su época. Fue esa mirada paciente que admiraba la naturaleza. Fue también ese hombre fascinado por el cuerpo humano que no dudaba en conseguir cadáveres para practicar disecciones y comprender mejor la función de los órganos, la anatomía…
Sus saberes eclécticos y esa pasión por profundizar en casi cualquier área del conocimiento, fue también un problema destacable para él y para la propia historia. Se pasaba demasiado tiempo observando, probando teorías, ideando en sus cuadernos. Todo hizo que no llegara a terminar muchas de sus obras.
A día de hoy, contamos con múltiples bocetos que jamás llegó a plasmar en un lienzo. A partir 1490, da Vinci pasó casi más tiempo llenando hojas con ilustraciones, proyectos y esbozos de extrañas máquinas que completando muchos de los trabajos que ya había iniciado.
Dichos cuadernos, conocidos también como “códices”, son auténticos tesoros que se custodian en más de un museo. Uno de los más interesantes es sin duda El Codex Atlanticus. En él, vemos la famosa máquina voladora, la cual, apuntaba ya las bases tempranas de la aeronáutica y la física.
El hombre del Renacimiento, esta figura que salió de la oscuridad de manera temprana, dejó este mundo en 1519 a la edad de 67 años. Ahora bien, su legado, la impronta de su genio, así como los misterios que se contienen aún en sus obras y en esos cuadernos, siguen muy vivos, inspirando cada año decenas de libros sobre su destacable persona.
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- Fritjof, Capra (2008) La Ciencia de Leonardo. Anagrama
- Isaacson, Walter (2018) Leonardo da Vinci: La biografía. Debate