Me dices que he cambiado, cuando has sido tú el escultor de mis tristezas
En ocasiones, echamos la mirada atrás e intentamos recordar cómo éramos antes. No se trata en absoluto de rememorar juventudes pasadas, nuestros quince o veinte años, a veces nos da por evocar cómo era nuestro carácter de antaño en comparación con el modo en que sentimos y reaccionamos ahora. ¿Somos quizá más prudentes? ¿Ha perdido nuestra sonrisa parte de aquella inocencia? ¿Reaccionamos con más cautela y menos optimismo?
Hay personas que nos hacen cambiar. En ocasiones vivimos relaciones que lejos de enriquecernos no esculpen tristezas, carencias e incluso miedos. Y no, no estamos hablando únicamente de las relaciones afectivas, o de hombres o mujeres que despliegan sus hábiles artimañas como manipuladores emocionales. Hablamos también de nuestras relaciones familiares, capaces de dejarnos heridas y llevarse parte de nuestra infancia, de nuestras alegrías.
La personalidad humana no es un palacio de firmes muros, todos somos vulnerables a las experiencias vividas, a los desengaños, a los traumas, ya sea en la infancia o en la madurez. Y desde luego, podemos cambiar, porque algo en nuestro interior se quiebra tras esto, y aún así, hemos de seguir en pie con esas estructuras rotas…
Estamos de hecho seguros de que te ha ocurrido alguna vez. En medio de una conversación, alguien, de pronto utiliza un tono algo molesto y te increpa aquello de: “Es que ya no eres como antes”, “ya no eres tan divertido/a”, “ya no tienes las mismas ilusiones o la misma chispa”. ¿Qué ha ocurrido? Puede incluso, que la misma persona que te hace la pregunta sea él/la responsable de ese cambio.
Relaciones personales que no favorecen el crecimiento personal
Hay muchos tipos de relaciones que, efectivamente, no favorecen el que podamos avanzar como personas emocionalmente fuertes, seguras y felices por contar con alguien que nos acompaña en cada paso, en cada vivencia. No importa si hablamos de nuestras parejas, de familiares e incluso de amistades, hay personas claramente dañiñas que pueden cambiar nuestro modo de enfocar la vida. No obstante, son las relaciones afectivas las que suponen un mayor coste emocional, y quienes más pueden hacernos cambiar.
Ahora bien, ¿te has preguntado de qué modo surgen esos cambios en nuestro carácter? Toma nota de los siguientes aspectos:
1. Cambios en nuestro registro emocional
Es posible que antes de caracterizaras por ser una persona una gran apertura emocional, eras receptivo/a, alegre, optimista… Sin embargo, ante una interacción donde lejos de ser reconocido/a encuentras desprecios, sanciones o críticas, tu carácter va cambiando.
Ya no exteriorizas tus emociones, sino que las escondes, el amor ya no está cargado de ilusión, sino de angustias e incertezas, y no hay nada peor que el no saber a qué atenerse o el ver cómo se desequilibra la balanza. Hemos invertido miles de sueños, de alegrías y esfuerzos, y ahora sólo recibimos tristezas.
Explotación de nuestro sesgo cognitivo
Si antes tenías una visión fuerte de ti mismo/a, ahí donde tu autoestima te permitía ver el mundo con amplitud de miras y encajarte en cada una de esas perspectivas, ahora, tu visión se ha sesgado por completo. El espejo te devuelve la imagen de alguien frustrado, alguien que se ve incapaz de salir de ese círculo vicioso porque la autoestima se ha trasformado ya en un sentimiento de inferioridad.
Cambios en la autopercepción
Si yo ofrecía optimismo, apertura, cariño y humildad, y sólo recibo desprecio, burla y crítica, lo que haré en primer lugar es tomar conciencia de que aquel o aquella que decía amarme, no lo hace. O no lo hace al menos tal y como yo esperaba. Después, es muy probable que tenga una percepción negativa de mí mismo por haberme equivocado, por haberme ilusionado ingenuamente, y por haber invertido en quien no merecía mis esfuerzos ni mis sentimientos.
Veré mal a la otra persona pero también tendré una autopercepción negativa de mí mismo, lo cual es muy peligroso, porque los costes emocionales suelen convertirnos muchas veces en víctimas. Y eso, es algo a lo que debemos hacerle frente.
He cambiado, pero voy a avanzar
Te han defraudado y te han hecho daño. Puede que a lo largo de tu vida hayas conocido a varios escultores de tristezas, porque los hay de todos los géneros, de todas las condiciones y con muchas máscaras. Ahora bien, es importante también que aún sabiendo “que algo ha cambiado en nuestro interior”, reflexionemos sobre estos aspectos:
- Puede que ya no seas esa persona de ayer que tanto disfrutaba abriéndose a la vida, ya no eres tan inocente y sabes lo que es el dolor de la decepción. Lo primero que deberás hacer ahora, es salir de toda situación que te ocasione sufrimiento, no te permitas ser una víctima. Aléjate.
- Acepta lo vivido, forma parte de ti y debes integrarlo. Has sufrido, te han decepcionado y has probado el sabor de las mayores tristezas. ¿De qué te va a servir negarlo? Asúmelo, y día a día, despréndete del dolor, déjalo ir, alivia tu carga…
- Tú ya no eres tus tristezas, eres quien las ha aceptado y las ha dejado atrás. Tú eres tu presente, tu “aquí y ahora”, el dolor pretérito debe quedar en ayer y en un aprendizaje con el que avanzar con seguridad.
¿Has cambiado? Es posible, todos lo hacemos, pero no te vas a permitir transitar por el sendero de la tristeza ni aún menos perder tus ilusiones. Te vas a querer mucho más, tú eres ahora el escultor de tu propia vida y el artífice de tu felicidad.
Imagen cortesía Lucy Campbell