Necesito ayuda: me siento agotado de remar en soledad
Necesito ayuda. Estoy agotado, al límite de mis fuerzas. Cansado de remar en soledad, de aparentar poder con todo y no poder con mi propia persona. Necesito un salvavidas, una mano amiga que pueda y quiera guiarme. Porque hay momentos así, esos en que no queda más opción que solicitar apoyo, aceptar una ayuda que nos permita abordar nuestros problemas desde otra perspectiva.
Dicen que todas las personas infelices tienen algo en común: la amargura. Sin embargo, no todas las amarguras tienen el mismo relieve ni el mismo trasfondo. Hay quien hace suyo ese malestar hasta normalizarlo, tragando esa infelicidad hasta acumular muchas más piedras: las de los pesares, los rencores, las del mal humor y esos pensamientos distorsionados que alimentan, como la leña al fuego, el estado emocional por el que pasa.
Lo de pedir ayuda en esos casos es poco más que una ofensa, un signo de debilidad. Porque los hay que proyectan la responsabilidad en los demás, esperando a que sean otros quiénes adivinen qué les ocurre y actúen en consecuencia. Ahora bien, afortunadamente también encontramos a quienes dan el paso y se atreven a pedir apoyo. Porque lo de callar y aguantar tiene su límite: aunque quizás nos sea más fácil ofrecer que recibir, hay momentos en que es necesario solicitar ayuda.
“Ayudar al que lo necesita no sólo es parte del deber, sino de la felicidad”.
-José Martí-
Necesito ayuda, he llegado al límite
Albert Ellis, reconocido psicoterapeuta cognitivo, desarrolló a lo largo de los años 50 lo que hoy conocemos como la Terapia Racional Emotiva. Dentro de este enfoque hay un aspecto que vale la pena recordar. A menudo caemos en estados de completa indefensión y desesperación al pensar que la vida no nos puede tratar peor. Que somos como un barco de papel que siempre va a la deriva. Sin embargo, tal y como diría el propio Ellis, “no son los hechos lo que nos alteran, sino la interpretación que hacemos de los mismos” .
Contar con alguien que sea capaz de hacernos ver esto último es sin duda el mejor de los recursos. Ahora bien, si hay algo que todos sabemos es que no es nada fácil decir en voz alta aquello de necesito ayuda. ¿Cómo hacerlo? Por curioso que resulte, suele suceder lo siguiente: quién más apoyo suele necesitar es quien más reticencias tendrá a la hora de solicitarlo.
Quien más ayuda necesita es también quien más acostumbrado está a prestarla, no a recibirla. Así, cuando finalmente cruzamos esa línea y reclamamos por fin el derecho a ser escuchados, atendidos y cuidados, lo hacemos porque ya no podemos más. Hemos llegado al límite.
“A menudo las personas dicen que aún no se han encontrado a sí mismas. Pero el sí mismo no es algo que uno encuentra, sino algo que uno crea”.
-Thomas Szasz-
¿Qué indicadores me dicen que es el momento de pedir ayuda?
No hay llegar a ese límite, a esa frontera donde acudir prácticamente rotos hasta la consulta de un psicólogo clínico. Ahora bien, ¿cómo estamos manejando nuestra realidad? Si ésta escapa a nuestro control, pocos indicadores pueden ser más claros. No obstante, veamos algunos más que pueden ser útiles antes de haber alcanzado ese límite.
- Todo lo que sentimos, lo experimentamos de forma intensa, desmesurada. Un simple error se vuelve algo fatal, el mal humor nos puede durar días, semanas enteras. Una decepción nos inmoviliza, los imprevistos nos superan…
- Hay determinadas cosas, ideas, recuerdos, sensaciones que no podemos quitarlas de nuestra mente. Todas esas imágenes y pensamientos llegan a interferir en nuestras tareas y obligaciones cotidianas.
- Experimentamos dolores de cabeza recurrentes, problemas digestivos y musculares, sufrimos insomnio o un sueño excesivo…
- Las cosas que antes nos gustaba hacer ahora han perdido todo su sentido e interés.
- Hemos dejado de ser productivos en el trabajo.
- Nuestras relaciones son ahora más tensas. No faltan las frases como “es que te lo coges todo a la tremenda, contigo ya no se puede hablar…” Asimismo, las personas que te quieren de verdad te expresan abiertamente que están preocupadas por ti.
¿Qué puedo esperar de quién me presta ayuda?
Cuando necesito ayuda busco tres cosas: ser entendido, que no me juzguen por aquello que piense o haya podido hacer y que me ofrezcan recursos para generar un cambio en positivo. Algo así lo podemos obtener de un amigo y un familiar queda claro, todos lo hemos hecho en alguna ocasión. Sin embargo, hay momentos personales donde es necesario solicitar la ayuda de un profesional especializado.
Lo que nos ofrecerá ese psicólogo entrenado y habilitado en una serie de competencias muy concretas es lo siguiente:
- Aprender a ver nuestros problemas desde otra perspectiva. Una donde no hay muros, una donde dejar de vernos como víctimas, sino como agentes potenciales de nuestra propia realidad, esa que podemos cambiar.
- Nos hará ver realidades interiores que no sabíamos o no percibíamos. Serán agentes de nuestro autodescubrimiento.
- No debemos esperar que un psicólogo nos dé consejos o guías de actuación sobre lo que debemos o no debemos hacer. Un psicólogo facilita y nos habilita para que seamos nosotros quienes hallemos la respuesta a nuestros problemas, nosotros los artífices exclusivos de nuestros cambios y decisiones.
- Asimismo, nos ayudará también a aliviar sufrimientos al adquirir nuevas perspectivas de comprensión y actuación.
- Adquiriremos adecuados recursos para gestionar emociones, para evitar patrones dañinos de pensamiento o para aplicar adecuadas técnicas de autocontrol.
- Te ayudará a su vez a definir cuáles son nuestras prioridades para actuar en base a ellas.
- Nos permitirá tener una actitud de crecimiento, ahí donde tomar conciencia de nosotros mismos para posicionarnos en el mundo con valentía, apertura y responsabilidad.
Para concluir, atrevernos a decir en voz alta aquello de “necesito ayuda” cuesta a veces mucho más de lo que desearíamos. Sin embargo, el simple hecho hacer una petición que cubra esa necesidad es un gran paso.
Buscar ese apoyo especializado que nos permita empezar a generar un cambio puede ser la mejor decisión. Porque, lo queramos o no, hay veces que nosotros solos no podemos con todo. Hay momentos en los que una terapia se convierte en el mejor puente hacia una nueva etapa en nuestras vidas.