Notting Hill: el final de una década
Aunque no seas la persona más romántica del mundo, de vez en cuando, todos necesitamos una película que nos haga desconectar y nos saque una sonrisa. Son muchos los títulos que podemos encontrar en el género conocido como comedia romántica; especialmente de los años 90. Notting Hill (1999) llegó para poner fin a un milenio y dar la bienvenida al siguiente capturando la esencia de sus predecesoras, pero aportando ciertas actualizaciones.
Sencilla y sin demasiadas pretensiones, nos presenta la historia de William Thacker, un librero londinense no demasiado exitoso, y Anna Scott, una famosa actriz norteamericana.
Julia Roberts y Hugh Grant fueron los dos grandes fichajes para esta comedia romántica y, aunque las malas lenguas dicen que no había demasiada química entre ellos, lo cierto es que lo disimularon muy bien.
Una comedia acompañada por una banda sonora que no podía ser más icónica de la época a la que ponía punto y final. Un filme entretenido y con unos personajes secundarios muy bien perfilados que alivian el exceso de romanticismo.
Notting Hill nos regala diálogos ingeniosos y buenas interpretaciones, aunque también cae en muchos clichés -algo muy frecuente en el género-.
Notting Hill, enmarcada en un género
Los 90 fueron una época especialmente productiva para el género. El público podía identificar una comedia romántica gracias a los actores o incluso a los títulos. Todas ellas poseen un esquema similar, su temática es sencilla y terminaban por arrastrar al cine a un buen número de personas. En otras palabras, eran rentables y quizás son el símbolo del más puro entretenimiento de la década.
Con la llegada del nuevo milenio, se siguieron haciendo comedias románticas, pero algunas temáticas fueron evolucionando y, con el paso del tiempo, los espectadores tenían la sensación de ver lo mismo una y otra vez.
Por supuesto, la contemporaneidad también nos ha dado algún título inolvidable como 500 días juntos (Webb, 2009), pero no hay duda de que los 90 nos regalaron grandes iconos.
Meg Ryan sería la estrella femenina de finales de los 80 y principios de la siguiente década, Julia Roberts le tomaría el relevo y se convertiría en “la novia de América”.
Entre los actores masculinos, destacaba Hugh Grant por sus papeles en películas como Cuatro bodas y un funeral (Newell, 1994), filme cuyo guion había elaborado Richard Curtis. Curtis es, además, el responsable del guion de Notting Hill y sus colaboraciones con Grant se mantuvieron en películas como El diario de Bridget Jones (Maguire, 2001) o Love Actually (Curtis, 2003).
Así, Notting Hill parecía poseer todos los ingredientes de éxito: se enmarcaba en un género rentable, contaba con dos de los rostros más conocidos del momento y su guionista llevaba tiempo desarrollando su actividad con otras rom-com.
El esquema era el de siempre: chico conoce a chica, se enamoran, pasan por varias situaciones cómicas y complicadas hasta que pueden estar juntos. Sin embargo, aplicó algunas novedades que actualizaban, en parte, el género y ponían fin a una década para dar paso a una nueva generación.
En la actualidad, las formas de consumo han cambiado y también el gusto; quizás no nos apetece tanto una comedia romántica y hemos agotado algunas fórmulas.
No es que el género muriera con Notting Hill, pues hay infinidad de títulos posteriores y de éxito, pero sí marcó un antes y un después, fue el cierre de algo generacional. Tal vez, por eso, cuando volvemos a ver la película, experimentamos una especie de nostalgia.
La actualización
Notting Hill no es una gran innovación en el cine, pero presenta algunos aciertos a los que debemos prestar atención. A pesar de seguir todos los clichés del género, podemos observar un intento por invertir los papeles de los dos protagonistas.
Con frecuencia, el cine nos ha presentado hombres estereotipados y caracterizados como exitosos y poderosos; hombres duros que, difícilmente, muestran sus sentimientos. La mujer, por su parte, ha sido representada como sensible, incluso maternal.
En la película, vemos a un hombre que ha sufrido, ha sido abandonado por su mujer y que muestra sus sentimientos. Igualmente, en el grupo de amigos del protagonista, vemos como hombres y mujeres, al final, suelen tener preocupaciones similares. Cada uno con su circunstancia personal. Sin embargo, al fin y al cabo, a todos les gustaría sentirse queridos.
Anna Scott, sin embargo, aparece representada como una actriz exitosa, una mujer poderosa de la que no tenemos claros sus sentimientos. No dudamos que Will está enamorado de ella, pero Anna nos sorprende adoptando un papel que, si el filme fuese algo más antiguo, seguramente, lo habría interpretado un hombre. Una nueva masculinidad estaba por llegar y Notting Hill parecía advertirlo.
El género, además, ha estado vinculado con frecuencia a un público más femenino y, en este sentido, la película parecía brindarnos una nueva perspectiva más actualizada. Aunque Notting Hill tuvo bastante éxito entre el público masculino.
El filme, además, responde a una idealización que todos hemos sufrido en alguna ocasión. Parece que idolatramos a las estrellas de cine, a los famosos y, sin embargo, no dejan de ser personas de carne y hueso como nosotros.
El hecho de que una estrella de Hollywood se enamore de un hombre corriente, en cierto modo, resulta esperanzador y apela a un sueño bastante generalizado. Igualmente, se aprovecha el personaje de Anna Scott para lanzar una sutil crítica al mundo de la fama, a la pérdida de la intimidad y el acoso que puede desencadenar de la exposición pública.
Anna también habla del papel de las mujeres en la industria, de las estrictas dietas y cirugías a las que se ha sometido, de su imagen sexualizada y de cómo la vejez puede afectar de forma negativa en su carrera. Sin embargo, estamos ante una comedia romántica, por lo que la crítica no será mordaz, sino que reposará en el trasfondo de la trama principal.
Notting Hill, la importancia de los detalles
La película terminó por encumbrar, además de a sus actores, al homónimo barrio de Londres. Muchos viajeros buscan la icónica librería y la casa con la puerta azul.
Lo cierto es que Notting Hill logra sostener una historia muy predecible gracias al contexto. El barrio aparece especialmente bien dibujado y los detalles están perfectamente cuidados: por ejemplo, se introducen las gafas de buceo al principio de la película y, hacia la mitad, nos regalarán una escena bastante cómica.
La elipsis temporal en falso plano secuencia en la que vemos a Hugh Grant atravesando las diversas estaciones del año resulta poética. Todo parece avanzar, la vida sigue su curso; vemos a una mujer embarazada y, más tarde, la misma mujer sosteniendo a un bebé. Estos detalles hacen que la película termine por cautivarnos.
A su vez, los personajes secundarios no resultan en absoluto planos, poseen historias de fondo e intuimos cómo son estas historias.
La magia de Notting Hill reside, por tanto, no solo en el valor de la historia de amor, sino en esos pequeños detalles, en personajes como Spike que aportan la nota de color y destruyen el exceso de edulcorante.
Los detalles aportan realismo, hacen que no queramos desconectar de la película y la nota cómica nos ayuda a digerir lo que podría haber sido una terrible “pastelada”.
En definitiva, una película para las masas, sí, pero que supone el cierre perfecto a una generación. Con interpretaciones notables y diálogos ingeniosos, Notting Hill no cae en el aburrimiento y nos regala una buena dosis de entretenimiento.
“Solo soy una chica, delante de un chico, pidiéndole que la quiera”.
–Notting Hill–