Nuestro cerebro enamorado

Nuestro cerebro enamorado
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 07 julio, 2019

 

¿Qué hay detrás de las mariposas en el estómago? ¿Qué reacciones se dan en nuestro cerebro cuando estamos enamorados? El amor es un estado de embriaguez, una sensación de “estar en las nubes” y un deseo impetuoso de mantenerse cercano a la persona que percibimos como única, pero todas estas sensaciones, aunque no sea demasiado romántico decirlo, son provocadas  por una serie de sustancias químicas –hormonas y neurotransmisores-responsables de nuestro estado de encantamiento.

Si los poetas, escritores o cantautores de antaño, que definían el amor de una manera idealista y romántica, levantaran la cabeza y supieran todo lo que la ciencia ha descubierto seguramente se decepcionarían o se mantendrían escépticos respecto a ello. Ciertamente, esto es lo que verdaderamente ocurre en nuestro sistema nervioso y es curioso conocer este otro punto de vista, no tan mágico sino más biológico.

Si has estado enamorado alguna vez, recordarás como tu lengua se trababa cuando hablabas con esa persona, como tu rostro se ruborizaba cuando aparecía, el corazón te iba a mil e incluso podías temblar. Como sabrás, el amor tiene varias etapas y estas sensaciones que acabamos de describir corresponderían a la etapa del deseo en el comienzo, al encantamiento cuando dos personas se acaban de conocer y se gustan. Las feromonas actúan enviando señales olfativas para que “esa persona” capte nuestra atención.

Una vez la atención ha sido captada, la culpa de la irresistible atracción que sentimos y de todas las reacciones fisiológicas que se generan la tienen la adrenalina y la noradrenalina. Como cuando te subes en la montaña rusa, la adrenalina sube tu presión arterial y acelera tus pulsaciones. Por su parte, la noradrenalina se encarga de la atracción sexual y del bienestar al estar cerca de la persona que nos gusta.

En esta etapa también interviene la hormona sexual testosterona, que, aunque relacionada con los hombres, también es segregada por  las mujeres. Se genera cuando sentimos deseos de hacer el amor con esa persona especial. La testosterona es como un afrodisíaco. 

Tras esa pulsión sexual, esa pasión efervescente y desbordada y esa locura eufórica, viene el verdadero amor. Ahora sí, estamos enamorados y por ello, nuestro cerebro empieza a segregar feniletilamina, más conocida como FEA. La FEA es una anfetamina natural, se la conoce como la “molécula del amor”. Produce efectos estimulantes y excitantes y además hace que nos sintamos inmersos en una “especie de enfermedad” en la que no podemos dejar de pensar en esa persona, de mirarla, de llamarla y de querer estar con ella en todo momento. Altera nuestra percepción, pudiendo llegar a percibir a nuestra persona amada como ser perfecto, sin defectos. Hace que la idealicemos.

La FEA, es responsable de que se desencadenen otros neurotransmisores en nuestro cerebro. Uno de ellos es la conocida dopamina, sustancia química de la familia de las monoaminas, que se encarga de la sensación de placer y del refuerzo. La dopamina contribuye a que nos enganchemos a “eso” que nos produce placer o bienestar, ya sea una droga o una persona que nos ha enamorado. La dopamina es responsable de que ese deseo y atracción se siga repitiendo en el tiempo, ya que es algo reforzante para nosotros.

Por lo tanto, se podría decir que comienza la relación amorosa o la pareja, somos adictos a esa persona y la necesitamos a nuestro lado. De hecho, si el amor en esta fase cesara, la persona sentiría un verdadero “síndrome de abstinencia”. A su vez, el cerebro también segrega la hormona oxitocina, encargada de los cariños o mimos, se suele segregar en los abrazos y en las caricias. La oxitocina también es producida en el parto y durante el amamantamiento.

 

¿Pero hasta cuando dura esta locura del amor?

 

Evidentemente, estas reacciones químicas no duran para siempre,¡ nuestro cerebro no lo soportaría! El amor tiene fecha de caducidad, aunque depende de cada pareja y sus circunstancias. Los científicos dicen que oscila entre los tres y los cinco años. Una vez pasado el tiempo, el cuerpo se ha acostumbrado a “la droga”. Ya conocemos más a la persona, no supone ninguna novedad y es posible que algunas cosas nos hayan decepcionado lo que hace que los neurotransmisores se tranquilicen.

Es en este punto de la relación cuando las parejas se lo tienen que trabajar más. Es importante no caer en la monotonía y el aburrimiento e innovar con nuestra pareja en todos los sentidos. En otras palabras, mantener el fuego vivo si queremos que la relación no se estanque y continúe. Nuestro cerebro genera entonces la hormona vasopresina, conocida como la hormona de la monogamia que ayuda a que la pareja mantenga sus lazos afectivos y permanezca unida, a pesar de que la idealización del principio haya pasado. “El amor hace parar el tiempo y el tiempo hace pasar el amor” y qué verdad es.

Quizá esta etapa no sea tan apasionada, pero alberga cosas bonitas, como la confianza, el respeto, la admiración, armonía con la otra persona y deseo de que sea nuestro compañero de viaje. Digamos que después de la tormenta ha llegado la calma y es necesario apreciarla y disfrutarla también.

¿En qué etapa dirías que te encuentras tú?


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.