Padres divorciados, ¿cómo lo viven los niños según su edad?
Muchos progenitores piensan que la separación solo les afecta directamente a ellos. No obstante, esto no es cierto cuando hay niños de por medio. Aunque no se les preste atención, los más pequeños sufren el divorcio, las discusiones, los malentendidos y todo lo que pueda generarse en la ruptura. Tener padres divorciados puede ser una situación que muchos niños no sepan gestionar por sí mismos. Además, lo normal es que tengan muchas dudas y necesiten que alguien, con paciencia y comprensión, se las aclare.
No es una casualidad que muchos niños con padres divorciados terminen teniendo problemas en el colegio, que algunos empiecen a coquetear con el alcohol y las drogas a una edad muy temprana o que terminen con los canales de comunicación que les conectan con su familias. Los niños sufren tanto o más, lo hacen al ver como una de las primeras relaciones que tienen como referencia, fracasa.
El 60% de los niños de padres divorciados necesitan someterse a algún tipo de tratamiento psicológico.
Las consecuencias de un divorcio dependen de la edad
No es lo mismo que el niño tenga 6 o tenga 2 años cuando se produce la separación. Las circunstancias cambian y el nivel de madurez también es muy distinto. Por lo tanto, dependiendo de qué edad tenga el niño, este se verá más o menos afectado de tener padres separados. Un dato sin duda a tener en cuenta, pues todo lo que le afecte en estas edades les marcará en sus años posteriores.
Un niño que no llega a los 2 años no entiende qué es un divorcio y mucho menos las consecuencias que tiene. Pero, a pesar de esto, sabe que algo no va bien o al menos ha cambiado, que hay variaciones en el estado emocional de sus padres y también se percata de si están ausentes o no. Esta ausencia, muchas veces, se traduce en sentimientos de abandono y debido al clima del entorno, si no se le transmite la debida seguridad, esto puede tener consecuencias psicológicas importantes.
Un niño que tenga entre 2 y 3 años se encuentra en una etapa muy delicada, en pleno desarrollo. Si la separación produce un gran impacto en el pequeño, la consecuencia puede ser un retraso importante en su desarrollo: retraso a la hora de adquirir determinadas habilidades psicomotoras, dificultades para aprender el lenguaje y problemas con el control de los esfínteres. Un niño en esta edad tampoco entiende mucho lo que implica un divorcio, solo sabe que desea que sus padres sigan juntos, lo que se convierte en un sueño para él.
Si el niño tiene entre 3 y 5 años ya sabe -o intuye al menos- qué es un divorcio y qué implica, por eso hará muchas preguntas. El problema aparece cuando en sus ganas por encontrar respuestas se encuentra con mentiras, que no le cuadran y que, por lo tanto, van a acentuar la sensación de que el mundo se ha trasformado en un lugar muy inseguro. Entre los miedos que se pueden acentuar, puede acentuarse el temor a estar solos o a que alguno de sus padres lo abandone. Por eso, puede mostrarse posesivo con uno de ellos (o con los dos).
Los niños pueden reaccionar con rabia, tristeza o ira ante la posibilidad de un divorcio dando a entender que a ellos también les afecta.
El niño que tenga entre 6 y 12 años es mucho más empático e incluso puede llegar a ponerse con acierto en el lugar de sus padres, aunque no es raro que siga alimentando la ilusión de que sigan juntos. No lo hace muchas veces una persona mayor, ¿por qué no lo iban a hacer los niños?
Sin embargo, cuidado, porque una decepción en este sentido -comprender que eso no va a pasar- puede ocasionarles un gran impacto emocional, mucho mayor incluso que la propia separación. No es lo mismo pensar que una situación es transitoria que pensar en ella como permanente: quizás las adaptaciones que deban hacerse sean las mismas, pero el impacto emocional no va a ser el mismo.
En este sentido pensemos que un niño de esta edad, por maduro que sea, está muy lejos de completar su desarrollo emocional. Hay procesos que no va a comprender, como que dos personas que se quieren hayan decidido no estar juntas. Esta sensación de vivir en un mucho que se rige por reglas complejas que se le escapan puede superarles.
En esta franja de edad, el niño puede desarrollar dos “estrategias de afrontamiento” (entre otras): el niño puede “desaprender” habilidades que había adquirido en el plano emocional o puede mostrarse fuerte mientras camufla un dolor y un miedo muy profundo. En el segundo caso aprende a no expresar sus sentimientos, algo que le afectará en su vida adulta.
Los padres divorciados y la comunicación con sus hijos
Como hemos visto, una separación provoca efectos diferentes dependiendo de la edad que tenga el niño. Por eso, aunque estemos destrozados y no sea lo que más nos apetezca en esos momentos, siempre hay que atender las dudas y las preocupaciones del los más pequeños, comunicarse con ellos y hacerles saber que se produzcan las trasformaciones que se produzcan a su alrededor siempre les vamos a querer y van a poder contar con nosotros.
Por otro lado, pensemos que el niño puede estar culpabilizándose por esa separación. Es posible que considere que su comportamiento ha llevado a sus padres a querer separarse. Los progenitores tienen que hablar con él y hacerle entender que no son responsables, y menos todavía culpables, de lo que ocurre.
Para ello, intentemos ser claros con el pequeño. De nada sirve enmascarar lo sucedido por creer que no va a comprender la situación. Los niños entienden más de lo que pensamos (sobre todo los padres) y necesitan saber lo que ha ocurrido. Por eso, ser claros, directos, no mentir y adecuar el discurso a su edad es muy importante para que se sienta querido.
Muchos padres divorciados intentan poner al niño en contra del otro progenitor, algo que es sumamente doloroso y dañino.
Muchas parejas se centran en ellas mismas, descuidando las emociones que pueden estar experimentando sus hijos. Esto provoca que se sientan abandonados y poco apreciados. Sin embargo, no podemos evitar hablar con ellos de algo tan importante. Porque, aunque no lo veamos, puede que se esté gestando una herida que, al no ser atendida, se haga más grande con el paso de los años.