Lo que mi perro de tres patas me ha enseñado
Mi perro de tres patas siempre me deja atrás. Su mirada vivaz, su impaciencia y su revoltosa alegría sin fecha de caducidad, me ha enseñado que la vida siempre será más plena y gratificante si nos centramos en lo que tenemos antes que en lo que nos falta. Porque lo más importante es el corazón y tu actitud y no importa si te faltan una, dos o tres patas.
Entre todas las personas que dan el noble y necesitado paso de adoptar a un animal, están aquellos que optan por dar una nueva oportunidad a un perro o un gato con una discapacidad. Lo que nos aportan en estos casos es algo tan intenso a la vez que enriquecedor, que deseamos compartir contigo tres ejemplos maravillosos que te harán reflexionar y que sin lugar a dudas, te servirán de ejemplo. De inspiración.
Mi perro de tres patas me ha enseñado que hay algo más poderoso que la electricidad y más fuerte que cien hombres juntos: la voluntad y el no ver limitaciones donde hay nuevas posibilidades.
Resulta curioso ver cómo en el caso de los perros, su instinto de supervivencia hará que la mayoría de sus discapacidades físicas se vean contrarrestadas por su incansable afán de búsqueda, de juego y de continua interacción con su familia humana. Ahora bien, un perro abandonado, un animal sin más vínculos que su propia soledad, dejará poco a poco de “invertir” en su supervivencia, sin importar cuántas patas tenga su cuerpo.
No obstante, el simple hecho de sentirse parte de un grupo, de una familia que le ofrece estímulos, amor y confianza dará forma no solo a esa cuarta “pata” que le falta al animal discapacitado, le ofrecerá además esperanza para correr con más vigor que nunca.
El perro de tres patas que sabe volar, Maty la campeona
Empezaremos contándote la historia de Maty, una perrita de Oregón de tres patas que ostenta nada más y nada menos, que dos títulos. El primero por ser campeona de “Disco Skyhoundz” (el clásico frisbee que tanto gusta a nuestros perros), el segundo, por ser embajadora de la “Protectora de Animales” de su país.
Cuando Maty era solo un cachorro, fue adoptada por una residencia de ancianos. Fue aquí donde cogió un virus, una infección de estafilococos que casi acaba con ella. Los veterinarios tuvieron que amputarle una de las patitas, y aunque pensaron que aquello iba a cambiar su vida para siempre, no fue así.
Para favorecer su rehabilitación la apuntaron a cursos y torneos de frisbee, donde para sorpresa de todos… Maty aprendió a “volar”. Superó en saltos y acrobacias a perros adultos de cuatro patas.
A día de hoy Maty trabaja en residencias de ancianos y en colegios, formando parte de un programa para motivar y dar ejemplo a toda persona con problemas físicos o psicológicos, a los que dar apoyo, a los que dar ejemplo. Maravilloso, no hay duda.
El amor en estado puro de dos seres que se necesitaban
Owen Howkins y Haatchi se necesitaron durante mucho tiempo sin saberlo, hasta que la casualidad, hasta que el destino puso a uno al lado del otro para dar una nueva y excepcional oportunidad a sus vidas. Empezaremos contándote la historia del “grandullón”, de Haatchi.
Este precioso perro fue rescatado por la organización animalista de Londres tras hallarlo en las vías del tren recién atropellado. Era solo un cachorro y tenía una pierna y la cola destrozada. Lograron salvarlo, pero en vista de que no conseguían dar con ninguna familia que lo adoptara, el animal poco a poco se iba apagando por la tristeza, por el desánimo.
El otro protagonista de esta bonita historia es Owen. Tiene 7 años y padece una enfermedad rara degenerativa llamada “Síndrome Jampel Schawartz”, una dolencia que presentan solo 30 personas en todo el mundo. Este pequeño no puede moverse con normalidad y a ello, se le suma su timidez y una profunda sensación de soledad donde hasta no hace mucho, se le añadió las escasas ganas de jugar e incluso de reír.
Fue la novia de su padre quien dio forma a este milagro, trayendo a alguien muy especial a casa. Cuando Owen vio por primera vez a Haatchi, quedó como hipnotizado. La conexión fue tan rápida e intensa entre ambos que es imposible verlos separados en algún momento. El perro de tres patas ha crecido y es el fiel guardián, el apoyo y el mejor amigo de este niño que ya nunca deja de sonreír.
Mi mejor amiga se parece a mí
Las aventuras de Ella y Snowdy han dado la vuelta al mundo. Esta tercera historia vuelve a tener como componente principal la casualidad y esos hilos del destino que en ocasiones, unen a criaturas excepcionales para crear vínculos insuperables.
Ella es una niña de 21 meses que nació sin uno de sus brazos debido al “Síndrome de bridas amnióticas“. Una tarde, su mamá ojeaba las redes sociales, cuando se encontró de pronto con una imagen que le impactó intensamente. Era un cachorro, una perrita blanca y adorable a la que le faltaba una pata.
Snowdy había sido atropellada, y en vista de que sus dueños no podían cubrir los gastos clínicos ni tampoco atenderla, optaron por dejarla en una protectora. La madre de Ella se sensibilizó al instante con aquella perrita y pensó que iba a ser maravilloso que su hija pudiera crecer con esa compañera a su lado.
La unión entre la niña y Snowdy fue también maravillosa. Tanto es así, que Ella ha aprendido de su amiga increíbles trucos, apenas ve limitación alguna a la hora de correr, de manipular cosas y de moverse. Ambas crecen juntas y exploran el mundo con alegría y felicidad.