Retrato de una familia feliz
Solemos ver fotografías edulcoradas en las revistas, finales felices en las películas o imágenes familiares en publicidades. En todos estos lugares, aparece lo que sería el retrato de “una familia ideal”, aunque muchas veces no entendemos lo que realmente esto quiere decir.
¿Existe una fórmula para ser la familia perfecta? Para responder a esta pregunta, primero habría que determinar qué se entiende por “perfección familiar” y de qué manera podemos ser felices en el hogar aunque seamos “imperfectos” o no estemos dentro del “ideal” social.
Matrimonio con dos hijos = ¿familia perfecta?
Cuando vemos un anuncio de una empresa de medicina, unas vacaciones en el Caribe o un seguro para el coche en la mayoría de los casos la imagen es de una familia formada por la pareja, un niño y una niña. Por supuesto todos felices, abrazados y peinados. Ese es el concepto de familia ideal que nos inculcan desde pequeños y al que se supone que tenemos que aspirar.
Por ello cuando estás en un noviazgo te preguntan por la boda, cuando te casas te consultan por el bebé y al nacer el primogénito ya quieren saber cuándo vendrá el segundo (o la “pareja” como se suele decir). De alguna forma, los demás con sus preguntas te trazan el camino que consideran “natural”.
La utopía de la familia perfecta, que hemos heredado generación tras generación, puede estar relacionada a la continuidad de la especie o a la ayuda que recibían los padres según el sexo de sus hijos (la niña en las tareas domésticas, el niño en el trabajo del campo).
¿Es posible ser una familia feliz?
Para poder conseguir una fotografía familiar como la de las publicidades es preciso que todos nos sintamos bien, con la capacidad de mostrar una sonrisa de oreja a oreja más allá de las cámaras. Para muchos lograr la felicidad en el seno del hogar parece una misión imposible… para otros una meta en la que trabajar a diario.
Es preciso partir de la propuesta que afirma Bruce Feiler en su ensayo “Los secretos de las familias felices”, para sentirse bien necesitamos a los que nos rodean o viven con nosotros. Uno de los problemas más habituales con que se encuentran las parejas al tener hijos es cómo lograr que la felicidad de los pequeños no destruya la propia. Esto se relaciona, por ejemplo, con todos aquellos sueños e inquietudes que los padres dejan a un lado por el cuidado de sus hijos.
Trabajar horas extras, no comprarse ropa nueva, dejar de ir a comer afuera o al cine son actividades para las que los nuevos padres, de repente, no tienen tiempo. Especialmente si no cuentan con la ayuda de familiares que les puedan echar una mano y se queden con los niños. ¿Cómo podemos entonces educar a los niños en un ambiente ameno si los mayores si sus tutores “no se cuidan”?
¿Cómo ser una familia ideal?
Más allá de los cánones de perfección que podemos tener en mente, las buenas familias no son siempre felices, como nos muestran en la televisión, en las películas o en las publicidades. Empezando porque más que la felicidad, lo que destaca en una buena familia es la unión y la incondicionalidad. Los hermanos se pueden enfadar, pero cuando se necesiten saben que van a contar con el otro de manera incondicional.
Por otro lado, una buena familia es un hogar, un lugar donde refugiarse y desde el que siempre podremos partir porque ellos, nuestros familiares, serán los que mejor que nadie entiendan nuestros errores. También serán los más sinceros, los que no duden en decirnos algo cuando piensen que nos equivocamos y los que compartan de manera sincera nuestra alegría cuando acertemos.
Sí, también. Una buena familia es la que se ríe junta y la que actúa como memoria para nuestras lagunas. Nos regala recuerdos de nuestros primeros años, de los que nosotros a penas conservamos alguno y nos recuerda nuestras trastadas de pequeños y también de un poco más mayores para que no olvidemos la sana costumbre de reírnos, de vez en cuando, de nosotros mismos.
Así, la comunicación es vital para cualquier relación, incluida la familiar. De esta manera es más fácil que tanto los padres como los hijos se sientan felices, aceptados, valorados, comprendidos… Buscar entre todos los valores que los representen, es como estar en un bote y remar para el mismo lado o mirar en la misma dirección en un bosque.
Por supuesto que habrá momentos en que esa perfección no esté a la vista y haya que trabajar para recuperar esa virtud, sin embargo eso también será una enseñanza y una manera de estar juntos frente a las adversidades que nos toca vivir.
Finalmente, podemos decir que las mejores familias son aquellas en las que todos se sienten parte de todos. En las que la alegría y el dolor son compartidos de manera sincera, en las que la fuerza reside en la unión y en los momentos que pasan juntos.