Personas honestas: características y comportamientos
Las personas honestas no tienen en mente la necesidad de agradar a todo el mundo. Les incomoda la hipocresía y por ello no dudan en practicar el único lenguaje que conocen: la sinceridad. Son leales y firmes en sus convicciones, y aunque en ocasiones resulten incómodas, son hábiles a la hora de crear vínculos fuertes y significativos con personas que merecen la pena.
A menudo, suele decirse aquello de que todo el mundo alaba y defiende la verdad, pero en el momento en que alguien se atreve a ser honesto siempre acaba siendo señalado y criticado. No es fácil por tanto mantener la coherencia entre aquello que uno piensa y luego hace. A menudo, sabemos lo que sentimos pero acabamos comunicando justo lo contrario. Lo hacemos por condicionantes sociales, por temor a hacer daño o llamar la atención.
Por eso son tan valiosas las personas honestas. Porque en ellas hay una dosis de valentía y una clara voluntad por mantener la coherencia. Pocos valores sociales y psicológicos son tan necesarios como la honestidad, esa dimensión que Thomas Jefferson consideraba como el primer capítulo de la sabiduría y que Mark Twain definía como la mejor arte perdida.
Sea como sea, hay un aspecto que está claro: estamos ante esa cualidad que siempre exigimos a los demás. Gracias a ella podemos construir relaciones basadas en la confianza. Necesitamos saber que la persona que tenemos en frente y a la que amamos o respetamos como amigo o compañero de trabajo, es sincera y auténtica en todo momento.
“La honestidad es un regalo muy caro, no la esperes de gente barata”.
-Warren Buffett-
Personas honestas, ¿cómo identificarlas?
Las personas honestas no llevan pancartas ni camisetas con hashtags definiendo lo que son. Debemos aprender a identificarlas por nosotros mismos. Un buen modo de hacerlo es escuchando, observando, conectando con aquellos que nos rodean y por supuesto, teniendo claro un sencillo detalle: a la honestidad no le van las justificaciones. Veamos cómo se explican estas ideas.
No pierden tiempo en aquello que no les agrada
La Universidad Julius-Maximilians de Würzburg, en Alemania, realizó un estudio para profundizar un poco más en esta dimensión. Así, un primer aspecto que descubrieron es que las personas honestas suelen ahorrar tiempo en muchas de sus conversaciones. No dan rodeos, no pierden el tiempo cuando alguien o algo no les agrada o no sintoniza con sus valores. Dejan claras las diferencias con asertividad y respeto para marcar distancias.
Al hacerlo, no dan ni esperan demasiadas justificaciones. Saben que no es adecuado alargar situaciones que con el paso del tiempo pueden ser contraproducentes.
No mienten ni toleran las mentiras
Hay un libro muy interesante titulado “Por qué mentimos… en especial a nosotros mismos: La ciencia del engaño” de Dan Ariely, un catedrático de psicología que profundiza en este tema. Según el autor todos nos creemos honestos. No importa que mintamos, que aquello que pensemos y aquello que digamos esté a años luz de distancia. Casi siempre mantenemos esa autoimagen intachable donde rara vez nos abandona el sentido de la honestidad.
Las personas honestas, las que lo son en mente, palabra y comportamiento no toleran engañarse a sí mismas ni engañar a los demás. No mienten porque hacerlo les genera una incómoda disonancia cognitiva que ataca a su identidad y autoestima.
Personalidades relajadas, mentes tranquilas
Las personas honestas son más felices e incluso gozan de una mejor salud. Así nos lo revela por ejemplo la doctora Anita E. Kelly, profesora de psicología en la Universidad de Notre Dame de París. Según este estudio, ser sinceros, no hacer uso de la mentira y ser genuino siempre con uno mismo y con aquello que se dice y hace genera un mayor bienestar. Ese equilibrio interno, esa paz mental revierte en la propia salud.
Saben construir relaciones más significativas
La deshonestidad y el hecho de mostrarse poco íntegros en algún momento, supone para este tipo de personas un sobreesfuerzo. Es esa disonancia cognitiva que les genera malestar, tensión e incomodidad. Por ello, las personas honestas valoran por encima de todo poder construir relaciones basadas en la confianza. No solo se muestran en todo momento de manera auténtica, sincera y respetuosa con quienes les rodean. Sino que además, exigen esto mismo en quienes forman parte de su día a día.
Algo así hace, sin duda, que no siempre cuenten con un gran número de amistades. Si cuentan con pocas, son siempre las más adecuadas, las más genuinas, aquellas donde se genera una reciprocidad continua y satisfactoria.
Para concluir cabe señalar solo un aspecto más. La honestidad es un principio ético, un valor que ayuda a crear una sociedad más íntegra y saludable. Sin embargo, esa dimensión que todos creemos tener no siempre se aplica de forma real y respetuosa. A menudo caemos en las mentiras complacientes, esas que camuflan verdades y sentimientos.
En todo momento no podemos decir lo que pensamos, así que tener algunos filtros es a menudo recomendable. Sin embargo, más o menos maquillada, la sinceridad es un pilar muy importante del respeto hacia los demás y hacia nosotros mismos.