¿Cómo podemos ayudar a un adolescente?
Echando la vista atrás nos decimos: ¿y si esto lo hubiera sabido antes? Pero este artículo no va de lo que podríamos haber hecho en la adolescencia sabiendo lo que sabemos ahora, porque hay enseñanzas que solo interiorizamos con el tiempo y, en muchos casos, el error. Este artículo va sobre cómo podemos ayudar a un adolescente. De esas cosas que nos hubiera gustado saber cuando éramos adolescentes y que no sabíamos, de esas cosas que les contaremos a nuestros hijos cuando llegue el momento, aunque duela, aunque cueste.
No cabe duda de que la adolescencia es una etapa complicada por todos los cambios que implica, tanto para los jóvenes como para sus familias. Pero, seamos sinceros, detrás de un adolescente insoportable, ¿no suele haber unos padres con cierto grado de confusión también?
En muchos casos, algunos de los aspectos que no aguantamos de nuestros hijos adolescentes son los mismos que a nuestros hijos adolescentes también les repatean de nosotros. Y en esa dinámica de insufrible convivencia, mientras unos se olvidan de explicar ideas importantes, otros simplemente, pasan. He aquí la receta de una adolescencia de alto riesgo y algunas claves para ayudar a un adolescente.
No puedes caminar por él, pero puedes hablarle del camino
A pesar de las dificultades, las obligaciones de tu “puesto”, como padre o madre, representan responsabilidades que no puedes declinar, o al menos que no puedes declinar sin que tu hijo pague el precio. En este sentido, si hay problemas de comunicación, aunque no seas quien los ocasiona en mayor medida, vas a tener que dar el primer paso para resolverlos. El primero, el segundo e igual el tercero también.
Un movimiento que solo puede nacer de la aceptación del problema. Un reconocimiento que quizás dé miedo, incluso vértigo, porque una vez aceptado no hay manual de instrucciones. Sin embargo, recuerda que nunca es tarde para ayudar a un adolescente, para intentar hacer cambios, para dar ejemplo, para recordar que el amor por nuestros hijos está por encima de cualquier otra cosa, incluido el amor propio.
Cuanto más sepa tu hijo sobre los desafíos a los que se tiene que enfrentar durante la adolescencia, más enriquecedora será esta etapa, más le servirá de cara a su futuro y, sobre todo, menos posibilidades tendrá de cometer errores que le pueden costar muy caros. Experimentar es sano en cualquier etapa, pero sin olvidar que cada uno de nuestros actos tiene consecuencias.
No tienes que caminar por tu hijo, ni siquiera tienes que llevarlo de la mano. La obligación debe dar paso poco a poco al consejo, al diálogo y al intercambio de puntos de vista en el que le reconoces como un interlocutor válido. Por supuesto, ayudar a un adolescente es un proceso gradual, que se termina con consecuencias desastrosas cuando lo realizamos muy rápido o cuando queda paralizado por nuestro propio miedo a lo que pueda sucederse, a que nos sepan medir bien y se caigan.
En muchos casos tenderán a hacer como Caperucita Roja, harán o intentarán hacer lo que les plazca, porque el “esto es así, porque lo digo yo” ya solo sirve para incrementar el desafío que nos puedan plantear. A partir de este momento, para muchas de las decisiones que tomen ya no nos van a pedir opinión, o si lo hacen no la van a considerar como un dogma, por eso es tan importante que les enseñemos a decidir y les trasmitamos seguridad.
Conocimientos que cambian el panorama de un adolescente
Los adolescentes tienen acceso a mucha información. A pesar de ello, no se puede obviar el diálogo sobre temas fundamentales, no tanto para contarles lo que seguramente ya saben, sino para valorar su punto de vista y detectar dudas y malentendidos.
Sin embargo, hay muchos aprendizajes y reflexiones compartidas para ayudar a un adolescente que pueden marcar la diferencia. Enseñanzas que pueden ahorrar mucho sufrimiento y minimizar esa sensación de incomprensión y soledad que todos hemos sentido, en mayor o menor medida, cuando hemos pasado por esta etapa.
Cómo funciona el cerebro adolescente
El tema de cómo funciona el cerebro adolescente es muy amplio y complejo y, como tal, no es un tema de conversación muy seductor. Sin embargo, a los adolescentes les puede ser muy útil entender que su forma de razonar puede jugarles una mala pasada.
En este sentido, es importante hablar a los adolescentes sobre la hiperracionalidad, es decir, el equilibrio entre el riesgo percibido y las consecuencias. Según los neurocientíficos, el cerebro adolescente tiene, por su falta de experiencia y desarrollo incompleto de la corteza pre-frontal, problemas para calcular los riesgos que pueden derivarse de una determinada conducta.
Cuando un adolescente entiende cómo su desarrollo cerebral afecta la toma de decisiones, es más probable que tome decisiones prudentes. Enseñar a los jóvenes cómo funciona su cerebro les puede ayudar a ser más inteligentes, animándoles a acotar desde su propia conciencia y voluntad los peligros que están presentes en la etapa por la que atraviesan.
La importancia de ser uno mismo
Para un adolescente, ser él mismo (o tener la sensación de serlo) es fundamental. En este sentido, los jóvenes quieren ser queridos y aceptados, aspiran a ser vistos y reconocidos. Desean, pero también tienen miedo. El problema es que muchos piensan que para conseguir realizarse como personas independientes y autónomas se tienen que enfrentar por sistema a todo lo que tenga que ver con las aspiraciones que otros, especialmente los padres, tengan para ellos.
Por otro lado, muchos jóvenes están aterrorizados por la idea de ser rechazados si revelan su identidad auténtica. Así, actúan de la manera que piensan que encajará mejor con su entorno, de la manera que creen que gustará más. Esta paradoja es muy difícil para ellos: quieren aislarse de toda fuente de influencia para conquistar su autonomía y al mismo tiempo, para satisfacer su necesidad de aceptación, muchas veces se someten a los deseos de sus iguales para ser incluidos.
El primer paso para ayudar a un adolescente a que se atreva a mostrarse tal y como es, a defender sus propios valores e ideas es dejarle ser él mismo en la familia. No conocerás a tu hijo de verdad si no dejas que se exprese, si no dejas que elija por sí mismo, desde lo que se quiere poner o cómo quiere decorar su habitación hasta lo que desea escuchar, ver, leer o estudiar.
Ayudar a un adolescente en gestionar la ira y la tristeza
Para empezar, cabe destacar que la ira y la tristeza son emociones y, como tal, son perfectamente aceptables. No es malo estar triste, no es malo estar enfadado. Hay muchos motivos para controlar la expresión emocional y ninguno para reprimir o encapsular las emociones.
El problema es que muchos adolescentes, y también adultos, no saben gestionar de forma adecuada las emociones de valencia negativa, como el enfado o la tristeza. Pero eso no es excusa. De hecho, los padres podemos valorar en qué medida somos capaces de gestionar estar emociones viendo lo que hacen nuestro hijos.
La mala noticia es que ellos aprenden de nosotros y reproducen todos esos patrones negativos que detestamos en los demás, pero que identificamos con dificultad en nosotros mismos. Lo bueno es que esto lo vemos ya en la infancia y, por lo tanto, podemos tomar medidas.
Otra buena noticia es que nunca es demasiado tarde para un cambio. De hecho, con tu ejemplo, le estarás ofreciendo un modelo sólido de que pueden tomar tres enseñanzas: la primera, cómo gestionar bien esas emociones; la segunda, que le quieres tanto que eres capaz de esforzarte y cambiar; y la tercera, que nunca es tarde para tomar el camino correcto.
Aceptar el propio rango de emociones
Muchos adolescentes, cuando descubren los problemas y el dolor que les provocan sus emociones, buscan la forma de anularlas. Unos lo hacen entregándose a una vida desordenada, pasota y anodina. Otros buscan refugio en el consumo de tabaco, alcohol y/o drogas.
El sexo es otra forma de evasión para muchos. Lo hacen a través relaciones pasajeras sin sentimientos ni compromiso, en las que lo que cuenta es el “consumo”. Otros prefieren aislarse, para no sufrir ni tener que exponerse.
En este sentido, lo que deben aprender los jóvenes es a reconocer, aceptar y expresar sus emociones en todo su rango. En esta etapa aparecen sensaciones nuevas, emociones nuevas que asustan por su intensidad y su origen. Si conseguimos que ellos sigan confiando en nosotros, podremos ayudarles en estos momentos tan delicados.
El futuro es importante, pero el presente lo es todavía más
A los adolescentes se les pregunta (y en muchas ocasiones se les presiona) con el futuro. La presión es tal que muchos de ellos se enfrentan a ella interpretando mal aquella idea tan romántica del “carpe díem”. Otros muchos lo hacen ofreciendo como sacrificio su juventud para lograr las metas que les han propuesto los mayores, centrándose en ese futuro que estos no paran de nombrar… y que parece justificar todo.
Está bien pensar en el futuro, pero no todo es trabajo, no todo es estudiar, no todo lo que merece la pena está en los libros, por maravillosos y ricos que sean estos. Ayudar a un adolescente también consiste en enseñarle, desde nuestra experiencia, a calibrar con poco error el esfuerzo, en muchos casos en forma de sacrificio, que requieren determinadas metas. De esta manera, sería más difícil que el futuro quedara desintegrado en el presente, o el presente en el futuro.
En la adolescencia es bueno que haya cabida para todo: estudios, amigos, deporte, actividades de desarrollo personal… El adolescente debe “estar presente” en su día a día. Eso le permitirá conocerse y tomar decisiones propias, acordes con su personalidad, sus aspiraciones y sus valores. Esa, esas y esos que poco a poco tiene que desarrollar.
La adolescencia no es una enfermedad, es una oportunidad
La mayoría de los padres temen la adolescencia de sus hijos como si fuera una enfermedad que hay que pasar irremediablemente. Pero lejos de ser un mal que hay que soportar, la adolescencia es una oportunidad, tanto para los jóvenes como para sus padres.
Es una oportunidad para descubrirse en una nueva etapa, para dar forma a nuevos retos y reformarlos hasta que encajen en una historia vital, la de cada uno, de manera que sumen bienestar. Así, una etapa con desafíos no tiene por qué ser dolorosa, ni triste ni trágica. Es más, puede ser una etapa maravillosa, y para que lo sea los padres seguimos teniendo mucho que decir, ofrecer y aportar, aunque en determinadas ocasiones y terrenos no siempre seamos bienvenidos. Ayudar a un adolescente es posible.
Que la adolescencia de tu hijo sea una oportunidad depende, en gran parte, de sus padres, de la comunicación que exista en la familia, de los valores que se hayan vivido en el hogar desde la infancia.