¿Por qué cambia nuestra personalidad mientras envejecemos?

Quizás no te des cuenta, pero la personalidad cambia con los años. ¿Te gustaría saber por qué se dan estas variaciones y en qué dirección se producen? Descúbrelo en la siguiente lectura.
¿Por qué cambia nuestra personalidad mientras envejecemos?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 14 abril, 2023

La forma en que cambia nuestra personalidad mientras envejecemos es tan sutil que rara vez la percibimos. Sin embargo, cuando llegues al otoño de tu vida y rondes los 70 u 80 años, no serás la misma persona que celebró su cumpleaños 30. Lo que nos dicen los estudios es que los años suelen volvernos más tolerantes y que las experiencias ayudan a ver la realidad con más facilidad desde distintos puntos de vista.

Si hace unas décadas se daba por sentado que nuestra forma de ser apenas variaba cuando alcanzábamos la madurez, esta teoría ya no se mantiene. Porque la personalidad humana es maleable y también fluida. Esto nos facilita la adaptación a las demandas del entorno con mayor sabiduría. El cambio tiene, por tanto, un sentido y un propósito que pasamos a explicarte a continuación.

«La principal tarea de una persona en la vida es darse a luz a sí misma, convertirse en lo que potencialmente es. El producto más importante de su esfuerzo es su propia personalidad».

-Erich Fromm-

Adulto mayor sonríe en un largo pasillo y demuestra lo positivo de cómo cambia la personalidad mientras envejece
Según la ciencia, las personas logran un mayor equilibrio emocional a medida que envejecen.

Razones por las que cambia nuestra personalidad mientras envejecemos

Cuando nos encontramos con alguien después de muchos años, solemos comparar el recuerdo con la percepción en el plano físico. Porque para muchos el tiempo se mide en esas arrugas de más, en cómo perdemos la lozanía de la juventud. Sin embargo, hay una dimensión que, como la piel, se modifica con las décadas: nuestra forma de ser.

La personalidad, ese constructo psicológico conformado por un patrón de pensamientos, conductas y actitudes, no es una entidad fija. Hay rasgos, casi imperceptibles, que varían lento con el transcurrir de la vida. Es más, estudios como los realizados en la Universidad de Illinois, indican que, si bien los cambios se notan más entre los 20 y los 40 años, dichas variaciones persisten a lo largo de la adultez.

Ahora bien, ¿a qué se deben? ¿Por qué cambia nuestra personalidad mientras envejecemos? Analicemos esos factores que lo explican.



1. Teoría de la maduración de la personalidad

La personalidad no es un constructo fijo ni sigue el mismo curso que la maduración biológica del ser humano. Si bien las personas alcanzamos la madurez física y cerebral en torno a los 30 años, con nuestra forma de ser no ocurre lo mismo. Sigue evolucionando en función de las experiencias e interacción con el medio psicosocial.

La teoría de la maduración de la personalidad nos dice que hay un aspecto que no varía demasiado: el temperamento. Esta última dimensión tiene una importante base genética y define las reacciones ante el ambiente que nos rodea. No obstante, la personalidad es una entidad maleable y fluida que cambia con el fin de permitirnos enfrentar los desafíos de la vida.

El desarrollo de la personalidad no se detiene en la edad adulta, sino que evoluciona y se modifica a lo largo de la existencia.

2. La teoría de los cinco grandes rasgos de personalidad

En el 2020, la Universidad de Tulsa publicó los resultados de 152 estudios longitudinales. En ellos, analizaron el cambio en la personalidad de una muestra de personas desde su infancia hasta los 70 años. Esto permitió ver cómo varió su forma de ser, con base en el modelo de los cinco grandes.

Asimismo, se comprendió por qué cambia nuestra personalidad a medida que envejecemos. Esas variaciones nos demuestran que hacernos mayores no es sinónimo de volvernos más gruñones. Todo lo contrario. Nuestra forma de ser progresa y nos ayuda a forjar vínculos más saludables, resolver y ajustarnos mejor a los problemas.

De este modo, según la teoría de los cinco grandes, los cambios que aparecen son las siguientes:

  • Presentamos mayor extroversión y apertura.
  • Por término medio, nos volvemos más empáticos y comprensivos.
  • A medida que envejecemos, el neuroticismo se reduce y alcanzamos así una mayor estabilidad emocional.
  • La escrupulosidad como rasgo de personalidad, surge con el paso de los años. Poco a poco descubrimos que la vida es exigente y nos ajustamos a esas demandas volviéndonos más meticulosos.

3. Factores psicosociales

La manera en que se transforma la personalidad en tanto nos hacemos mayores se debe a factores biológicos y psicosociales. Sabemos ya que nuestra forma de ser no es estable, que es una entidad que evoluciona para facilitar una mejor adaptación al entorno. En ese orden, los cambios que sufriremos también serán consecuencia directa de las presiones sociales.

Nadie es ajeno a su contexto social, cultural y hasta económico. El hecho, por ejemplo, de tener que ayudar a nuestra familia y no acceder a una formación académica puede producir variaciones en la personalidad. Pasar por experiencias traumáticas a lo largo de los años, también asentaría otros rasgos en el modo de ser. 

No podemos omitir la soledad. Si en algún momento dejamos de tener lazos emocionales sólidos y significativos en el día a día, la personalidad cambia y no será para mejor.

Al contrario de lo que muchos piensan, envejecer no nos vuelve más cascarrabias, al contrario. Hay una mayor apertura, amabilidad, altruismo y una mejor regulación de las emociones.

4. El aprendizaje experiencial y la sabiduría

Las personas cambiamos y, si pusiéramos la mirada en un punto bastante distante de nuestro pasado, nos sorprenderíamos de cuánto lo hemos hecho. Todo se debe al cúmulo de experiencias adquiridas. Sabemos, por ejemplo, que la impulsividad nos hace tomar decisiones equivocadas y reaccionar de forma indebida. Y por ello, aprendemos a manejarla.

Asimismo, los años suelen volvernos más sabios, favoreciendo el sentido común, la prudencia, la sensatez y la inteligencia. Uno aprende qué batallas merecen la pena librar y cómo actuar ante ciertas situaciones. Madurar con sabiduría no es más que, como diría Erich Fromm, encontrar a nuestro auténtico yo.



Retrato de abuela pensativa
Contar con lazos sólidos e interacción social es clave para tener un envejecimiento saludable.

¿Por qué hay personas que no cambian o envejecen mal?

Como hemos señalado, a medida que nos hacemos mayores la personalidad madura y cambia de manera positiva. Esto facilita adaptarse al medio que nos rodea. Sin embargo, en ocasiones, nos encontramos con personas que, lejos de tener un envejecimiento saludable, demuestran una personalidad problemática.

No siempre se produce una maduración positiva, hay casos en que los años revelan personalidades muy rígidas. ¿A qué se debe este fenómeno? Veamos alguna de las causas:

  • La soledad.
  • El estrés crónico.
  • No aceptar el paso del tiempo.
  • Experiencias traumáticas no abordadas.
  • Personalidades neuróticas y mentalidades muy rígidas.
  • Factores psicosociales. Los problemas económicos y los entornos sociales desfavorecidos estarían detrás de ese envejecimiento dificultoso.
  • Problemas de salud mental. Muchas veces, pueden existir desde trastornos de la personalidad hasta depresiones no diagnosticadas que se cronifican con el tiempo.

«Si hay algo que nos gustaría cambiar en nuestros hijos, deberíamos examinarlo y preguntarnos primero si ese matiz no es algo que deberíamos cambiar en nosotros mismos».

-Carl Gustav Jung-

Nuestra personalidad cambia por nuestro bien, mientras envejecemos

La razón principal por la que cambia nuestra personalidad mientras envejecemos es para ofrecernos una mejor calidad de vida. El objetivo último no es otro que permitirnos una adaptación óptima a un escenario psicosocial siempre complejo. Así, al integrar bien cada experiencia de vida, la evolución será siempre más sabia, luminosa y saludable.

Dichos cambios no son más que pequeñas transformaciones que, lejos de representar súbitos terremotos, son como el silencioso movimiento de las placas tectónicas. Nos acomodan para crear una personalidad más rica, más flexible y altruista, que garantice nuestro bienestar, la salud mental y la felicidad.


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