¿Por qué nos justificamos?
A menudo, nos justificamos cuando al mantener una conversación con alguien, nuestro discurso versa, sobre todo, en dar motivos o explicaciones de por qué hacemos o no hacemos las cosas. Esos motivos o explicaciones, pretenden aclarar nuestras intenciones o razones, sin embargo, se convierten en justificaciones o excusas, cuando están de más, es decir, cuando no harían falta, ya que al interlocutor, probablemente, no le interesan.
Incluso, en ocasiones, las emitimos para quedarnos más tranquilos, ya que nos preocupamos por lo que podrán pensar sobre nosotros. Nuestro miedo a dar una mala imagen, nos lleva en un gran número de ocasiones a dar explicaciones innecesarias. Mantener una buena apariencia se convierte en una tarea tan importante que buscar justificaciones y excusas para quedar bien se convierte en todo un reto.
¿En qué se diferencian las justificaciones de las excusas?
Nos justificamos cuando hacemos algo y damos demasiadas explicaciones. Mientras que utilizamos las excusas cuando no hemos hecho algo y queremos disculpar nuestra falta de acción. Pero, ¿por qué lo hacemos?
Normalmente, utilizamos las justificaciones o excusas cuando queremos mostrar seguridad, o queremos dar una buena imagen de nosotros mismos. Sin embargo, sin darnos cuenta, estamos mostrando nuestra inseguridad, buscando en los demás su agrado o su aprobación.
En ese momento, la duda, la incertidumbre de qué pensarán y la inseguridad nos hacen olvidar que tenemos derecho a nuestras propias decisiones, agraden o no a los demás y decidimos maquillarlas o transformarlas en relación al criterio que creemos tienen los demás.
¿Cómo dejar de hacerlo?
Para dejar de justificarnos por lo que hacemos o de excusarnos por lo que no hemos hecho, es importante, en primer lugar, tomar la decisión con seguridad. También podemos repasar cuáles son los motivos de la decisión, sintiéndonos con la certeza de tener el derecho a tomar nuestras propias decisiones, aún a riesgo de equivocarnos.
Es decir, siendo auténticos, siendo nosotros mismos, muy a pesar de los demás. Sintiéndonos con total libertad de ser lo que somos y reconocer nuestras opiniones y decisiones. Cada uno de nosotros tenemos nuestro criterio sobre ciertos aspectos de la vida. De este modo, mientras no atentemos contra nadie, estamos en nuestro derecho de actuar sin dar explicaciones.
Uno de los derechos asertivos afirma que tenemos “derecho a no justificarnos ante los demás“. Aunque también lo podemos encontrar escrito de otras formas como “el derecho a elegir si queremos dar o no explicaciones”. Sin duda, gozamos de la libertad de poder tomar nuestras propias decisiones sin tener que justificarnos una y otra vez.
¿Cómo exponer mis motivos sin que sean justificaciones y excusas?
En muchas ocasiones, ante la comunicación de una decisión tomada, es necesario y conveniente exponer los motivos de tu postura. En éste caso, expresar porqué has tomado la decisión, no tiene que ser una justificación ni una excusa, para ello tienes que tener en cuenta:
- Que el motivo sea claro, conciso y escueto.
- Ir directo al grano, sin rodeos en tu explicación.
- Exponer el motivo con seguridad, contundencia y como una certeza.
- No dudar en la exposición, ni añadir motivos inciertos.
- Que la explicación sea relativa a tu decisión, por lo tanto, interesante para la otra persona.
¿Por qué justificamos o excusamos a otros?
Justificar o excusar a otros es algo que hacemos con frecuencia cuando queremos seguir manteniendo la imagen que tenemos de la otra persona. O bien, queremos conseguir que una tercera persona mantenga una imagen concreta de la persona a la que justificamos.
En ocasiones, buscamos mantener la imagen de una persona, aunque sus comportamientos no coincidan, porque la necesitamos o dependemos de ella física o emocionalmente. Y, ¿qué consecuencias tiene el hecho de justificar o excusar a los demás?
La principal consecuencia de justificar o excusar a alguien, es que nunca tendremos la imagen real de quien es la otra persona. Al justificarla o excusarla, seguimos manteniendo la imagen de quien queremos que sea, sin descubrir el tipo de persona que realmente es.
Y esto, nos llevará a sufrir porque quien queremos que sea, no es quien es realmente, por lo que la decepción y el daño físico, psicológico o emocional, es inevitable, aunque la justifiquemos o excusemos, el sufrimiento está garantizado.
¿Cómo dejar de justificar o excusar a otros?
Para dejar de justificar o excusar a otras personas, en primer lugar, tenemos que aprender a dejar de hacerlo con nosotros mismos, con lo que ello significa para nuestra autoestima. Esto hará que nos sintamos más seguros y satisfechos con nosotros mismos. A raíz de esto, aprenderemos a conocer a las personas por sus hechos, actitudes y comportamientos, y no tanto, por lo que dicen o por lo que necesitamos creer de ellas.