Qué es la mente errante y por qué debe importarnos
Cada día realizamos miles de acciones de forma automática. Es natural que sea así porque no podríamos estar racionalizando hasta la más mínima actividad. Sin embargo, también en muchas de las acciones que requieren enfoque, dejamos que nuestra mente divague. Estamos haciendo una cosa y pensamos en otra. A esa atención dispersa se le conoce como mente errante.
La mente errante es ese tipo de pensamiento difuso que se interpone entre la situación concreta que estamos viviendo y las ideas que circulan por nuestra cabeza. Va desde la simple atención desenfocada hasta la franca ensoñación. Se da cuando estamos algo distraídos y cuando nos dedicamos a soñar despiertos.
“La capacidad de pensar en lo que no está sucediendo es un logro cognitivo que tiene un coste emocional”.
-Matthew Killingsworth-
Frente a este fenómeno de divagación hay diferentes posturas. Existen evidencias de que la mente errante genera consecuencias negativas, tanto sobre el intelecto como sobre las emociones. Sin embargo, también existen pruebas de que ese soñar despierto ejerce efectos positivos para nuestro bienestar. No hay un acuerdo total al respecto. Veamos.
Un estudio sobre la mente errante
Los investigadores Matthew Killingsworth y Daniel Gilbert, de la Universidad de Harvard, llevaron a cabo un estudio en el que la pregunta central era: “¿Cuáles son las grandes causas de la felicidad?”. A través de una aplicación, le pidieron a miles de personas en todo el mundo que contestaran preguntas durante un tiempo. En cualquier momento del día se formularían dichas preguntas y ellos debían responder en tiempo real.
Las preguntas estaban relacionadas con tres aspectos básicamente. El primero, cómo se sentían. El segundo, qué estaban haciendo. Y el tercero, si estaban pensando en algo diferente a lo que estaban haciendo. Los resultados indicaron que el 47% de los investigados casi siempre estaba realizando una tarea, pero tenía su mente en otro lugar.
Lo más impactante del estudio es que pudo establecerse una correlación entre esa mente errante y la infelicidad. A juicio de los investigadores, cuando alguien divaga, lo que llega a su cabeza son, por lo general, pensamientos desagradables. Los que pueden concentrarse en el momento presente son más felices y se sienten menos preocupados.
Las ventajas de la mente errante
Por contrapartida de lo anterior, hay un estudio adelantado en la Universidad Bar Ilán , de Israel, en el que parece haber conclusiones muy diferentes. En este caso lo que se hizo fue aplicar un estímulo eléctrico en el lóbulo frontal. Los científicos habían detectado previamente que dicho estímulo provocaba estados de ensoñación.
Al mismo tiempo que se aplicaba el estímulo, se les pedía a los participantes que realizaran tareas específicas. Para sorpresa de todos, tras el estado de ensoñación, los voluntarios realizaban las actividades solicitadas con mayor eficiencia.
A juicio de los investigadores, las actividades mecánicas llevan a que las personas se distraigan con facilidad. En cambio, las ensoñaciones, paradójicamente, “despiertan” la actividad intelectual. Por eso los voluntarios realizaban mejor sus tareas tras ese estímulo que los sacaba del contexto presente, el cual les resultaba aburrido.
¿Y entonces?
Quizás los dos estudios no sean contradictorios entre sí, como parece a primera vista. Ambos podrían tener razón. Tal vez el factor determinante sea la conciencia presente, tanto en los momentos en los que se ejerce la concentración, como en aquellos en los que se deja libre a la mente para que divague. En otras palabras, la mente errante puede jugar a favor o en contra, dependiendo de la forma de canalizarla.
La concentración es un ejercicio mediante el cual se aplica la mente a un contenido específico. Significa que las funciones intelectuales se enfocan hacia un objeto puntual. Esta función es fundamental para realizar adecuadamente algunas tareas, especialmente si involucran un alto nivel de abstracción. Como dice el estudio de Harvard, si esto no se logra, aparecen interferencias que terminan generando inquietud.
Sin embargo, si permaneciéramos todo el tiempo concentrados en un punto o en el otro, es posible que nos agotáramos fácilmente. Está comprobado que la mente necesita de pausas repetidas para que pueda funcionar correctamente. Entonces, o realizamos esas pausas deliberadamente, o la mente lo hace por sí sola, distrayéndose. Por lo tanto, la concentración y la mente errante parecen ser complementarias y no contradictorias. Cada una de esas funciones aporta y resta, dependiendo de las circunstancias.
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- Kabat-Zinn, J. (2016). Vivir con plenitud las crisis Ed. Revisada: Cómo utilizar la sabiduría del cuerpo y de la mente para enfrentarnos al estrés, el dolor y la enfermedad. Editorial Kairós.