Qué hacer cuando nos volvemos “adictos” a una persona
Las adicciones sin sustancias existen, y una de ellas tiene que ver con el amor. Un ejemplo de ello es cuando nos volvemos adictos a una persona, instante en que todo nuestro mundo gira, respira y se nutre alrededor de una sola presencia. Podríamos definir esta situación como una perpetuación patológica del enamoramiento, de una dependencia que hostiga y que solo trae infelicidad.
Si un adicto a las drogas se inyecta una serie de sustancias químicas nocivas, el adicto al amor se alimenta de un sucedáneo de afecto tan tóxico como peligroso. Y a pesar de que le esté costando la salud física y mental, no lo ve porque no tiene conciencia del problema. Porque la adicción relacional también tiene algo de obsesivo, de ojos que no ven y de corazón que es igual de ciego.
Asimismo, es interesante saber que las personas con dependencia emocional no perciben el maltrato y al abuso, ni tampoco el coste de ese vínculo dañino, hasta que pasa mucho tiempo. Es entonces cuando se ven solos, sin amigos y alejados de su familia.
¿Qué puede hacerse en estas circunstancias? Lo analizamos.
¿Qué estrategias seguir cuando nos volvemos “adictos” a una persona?
No es fácil “desengancharse” de esa persona a la que nos hemos vuelto adictos. La causa está en el factor neuroquímico. Es importante recordar que esta situación sigue el mismo mecanismo neurológico que evidencian los adictos a las sustancias. El cerebro se inunda de dopamina, originando una señal de recompensa inusualmente fuerte que nos impulsa de nuevo a recurrir a esa “droga”.
Ahora bien, también es crucial saber si estamos de verdad en un vínculo de este calibre emocional. Muchas veces usamos esta terminología sin dilucidar si hay o no una auténtica adicción a una persona. En este caso, dichas relaciones se definen por una pérdida absoluta de libertades e individualidad, una extremada dependencia, la necesidad de control y, a la vez, temor a ser abandonado por el otro.
Esta ambivalencia afectiva da forma a una vinculación tan obsesiva como destructiva. Así, un estudio destaca que cuando nos volvemos adictos a una persona, experimentamos ciclos de éxtasis y desesperación, etapas de anhelos y épocas dominadas por pensamientos y conductas extremas.
¿Qué podemos hacer en esas situaciones? ¿Cómo actuar? Lo analizamos.
Nadie elige de quién enamorarse, de hecho muchas veces quedamos atrapados por el amor: dejamos de pertenecernos, de ser nuestros dueños… Y es ahí cuando surge el auténtico problema.
Diferencia comportamientos saludables de los codependientes
Cuando nos volvemos adictos a una persona, vivimos con múltiples puntos ciegos. No vemos determinadas dinámicas nocivas, interiorizamos narrativas equivocadas sobre el amor y nos diluimos en el otro como un azucarillo en el agua. Es prioritario que sepamos diferenciar lo que es saludable, de aquellos comportamientos claramente dependientes.
- Tu autoestima fluctúa según te trata tu pareja.
- No hay límites claros sobre dónde empiezas tú y acaba el otro. Te sientes responsable incluso de cómo se siente la otra persona.
- La necesidad de control mutua es absoluta.
- Tus prioridades y tus necesidades siempre quedan desplazadas.
- La comunicación es disfuncional.
- Hay conductas obsesivas.
- Ambos teméis el abandono, el estar el uno sin el otro, pero a la vez, esa convivencia es dañina.
Identifica los patrones que rigen tu relación
Todo adicto sigue siempre unos mismos patrones conductuales que van desde el éxtasis hasta el abatimiento, del deseo a la depresión, de la alegría a la desesperación … Es un ciclo sin fin marcado por una lenta y progresiva autodestrucción. Con la adicción al amor sucede algo muy parecido.
Por ello, es importante que identifiquemos esas mismas dinámicas que aparecen muchas veces en la propia relación. Ejemplo de ello sería una discusión, gritos y enfado, unos días sin hablarse, necesidad de estar de nuevo con el otro, reencuentro, pasión y, de nuevo, los desencuentros y el malestar.
Valoremos qué coste tienen esos ciclos en nuestra salud mental.
Toma conciencia de tus pensamientos adictivos
«Lo necesito. No puedo vivir sin él/ella. No sé que haría si no estuviera conmigo. Lo único que me importa es que me siga queriendo; sé que me hace daño, pero no puedo alejarme».
Casi sin darnos cuenta, la mente opera en nuestra contra y alimenta esquemas de pensamiento que dinamitan la autoestima y la dignidad. Debemos ser conscientes de esas ideas que refuerzan la adicción relacional.
Cuando nos volvemos “adictos” a una persona no debemos quedar aislados
El amor codependiente, dañino y obsesivo nos deja aislados. Es muy común alejarnos progresivamente de las amistades, de la familia para centrarnos en exclusiva en ese amor ciego. Debemos tenerlo claro: cuando nos volvemos adictos a una persona es como quedar atrapados en un agujero negro. Todo lo consume y quedamos separados del mundo.
Evitémoslo, recuperemos el contacto con los amigos, con nuestros padres, hermanos… Necesitamos apoyo y que las otras personas nos hagan ver cuál es nuestra situación.
Si percibimos que estamos en una relación dependiente de la que nos cuesta salir o dejar atrás, pidamos ayuda. Hablemos con quien nos quiere bien: amigos, familia… Ellos nos guiarán para poder solicitar ayuda experta.
Recupera tus aficiones y amplía tu círculo
Cuando nos volvemos adictos a una persona el tiempo y la vida la consume en exclusiva esa relación. Todo queda desplazado.
Si deseamos recuperar las riendas de nuestra vida, empecemos por recordar quiénes éramos. Para ello, nada mejor que volver a nuestras aficiones o iniciar prácticas nuevas. Lo decisivo es alejarnos de ese amor obsesivo para reencontrarnos a nosotros mismos.
Si además ampliamos nuestro círculo y conocemos a más gente, nuestra mente se focalizará en nuevas perspectivas, ideas, posibilidades… Algo esencial para ir apagando esa obsesión.
Valora la continuidad o no de esa relación
Hay dos pasos básicos que debe cumplir todo adicto: el primero tomar conciencia de su problema y el segundo querer resolverlo. Una vez nos comprometemos con esos dos fines, hay algo evidente. Nadie puede seguir consumiendo aquello que lo va matando poco a poco. Con el amor tóxico, con el afecto que duele, que vulnera y enferma, sucede lo mismo.
La mejor opción será siempre tomar distancia. Debemos alejarnos de lo que hace daño, aunque duela dejarlo. Porque lo peor es perdernos a nosotros mismos en brazos de quien no nos ama como merecemos.
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