¿Qué le ocurría a Virginia Woolf?
Virginia Woolf nació en Londres en 1882 y murió en la ciudad de Lewes en 1941. Se suicidó lanzándose al río Ouse, cerca de su casa de campo, con su abrigo lleno de piedras en los bolsillos. Antes dejó escrita una carta a su esposo, Leonard Woolf, expresando su angustia con estas palabras:
Siento que voy a enloquecer de nuevo. Creo que no podemos pasar otra vez por una de esas épocas terribles. Y no puedo recuperarme esta vez. Comienzo a oír voces, y no puedo concentrarme. Así que hago lo que me parece lo mejor que puedo hacer. Tú me has dado la máxima felicidad posible.
Virginia Woolf creció en un ambiente frecuentado por literatos, artistas e intelectuales. Su hermana Vanessa se convirtió en una célebre pintora y junto al marido de ésta y otros intelectuales como el economista J. M. Keynes y los filósofos Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, se creó el que sería conocido como el grupo de Bloomsbury.
Este ambiente de luces, victoriano y culto no pudo evitar que la mente de Virginia Woolf le profiriese una existencia amarga. Por ello nos preguntamos qué le ocurría a Virgina Woolf en este artículo y hacemos un análisis de su vida, su obra y su enfermedad.
¿Qué le ocurría a Virginia Woolf?
Refiriéndonos a su historial psiquiátrico, Virginia Woolf padeció una psicosis maníaco-depresiva, que hoy se denominaría trastorno bipolar. En aquél tiempo aún no estaba desarrollado ningún tratamiento para este trastorno. Por tanto, la evolución de su enfermedad siguió su curso natural y se pueden inferir muchos datos a través de los numerosos diarios, de las observaciones que anotaba su marido y de su obra misma.
En los años siguientes a su fallecimiento apareció el litio como tratamiento indicado para el trastorno bipolar así como terapias psicológicas que tienen muy buenos resultados. Dentro de las terapias se encuentran la psicoeducación, la terapia familiar-marital o la terapia cognitivo-conductual.
En su familia hubo varios antecedentes de enfermedades mentales, por lo que la hipótesis genética en su caso es probable, pero fue en ella en quién los síntomas se manifestaron de forma más acentuada debido a varios aspectos de su vida:
- Fue una niña no deseaba.
- Su madre y su padre murieron cuándo ella aún era adolescente, significando una pérdida temprana de figuras de apego.
- La falta de comunicación en la familia provocaba que toda expresión de dolor tuviese que ser reprimida.
- Los abusos sexuales a la que fue sometida por parte de un hermanastro.
- La relación de dependencia emocional con su hermana a lo largo de la vida, llena de celos y rivalidad
- La ambivalencia en la relación con su padre.
- El recurrir a la fantasía durante toda su vida como mecanismo de defensa respecto a la realidad incoherente familiar, que propiciaba el doble vínculo.
- Un diálogo interno incesante que acabó degenerando en una incapacidad para poder discernir entre lo real de lo imaginario.
- El contexto social entre guerras
- La culpabilidad insoportable por todas las desgracias ocurridas en su familia y que arrastró toda su vida.
Podríamos decir que lo central en el sufrimiento y el trastorno que presentaba Virginia Woolf fue una incapacidad de cerrar capítulos de su pasado, viviéndolos cada vez con más angustia y culpabilidad
Su enfermedad y su obra… la locura y la literatura
No podemos saber si en el caso de no presentar este trastorno mental la obra de Virginia Woolf hubiera sido igual de prolífica y fascinante. En este tipo de trastornos, el lenguaje aparece como una de las causas de que su curso sea tan angustiante. En el caso de Virginia, escritora con episodios de manía en los que las palabras e ideas se manifestaban sin cesar, parece ser algo significativo.
Parece ser que algunos de los síntomas propios de la enfermedad, especialmente la fuga de ideas, facilitaban la creatividad de Virginia. Otros síntomas de la manía pueblan sus diarios y libros: fuga de pensamiento (el pensamiento va más rápido que las palabras), la taquipsiquia (velocidad de los pensamientos). Incluso, a veces los pensamientos aparecían en forma de voces y Virginia interactuaba con ellas.
Su obra, sus síntomas y su pasado familiar
Pero todos estos síntomas que se reflejaban en su obra evocaban hechos pasados familiares. Respecto al abuso infantil, no necesariamente debe ser traumático si el niño o niña puede verbalizar lo sucedido y poder integrarlo emocionalmente…si lo reprime esta integración será más dolorosa y tardía.
En el contexto de la escritora era imposible verbalizar sentimientos y dolor por el carácter hermético de sus familiares y esta incapacidad e impotencia de no poder contar nada se refleja en algunas frases de sus obras como “Fin de viaje“, aludiendo a el abuso sexual sufrido:
Cuando el protagonista masculino la tocaba, su cabeza se esforzaba para no estar allí. Rachel sentía su cabeza, separada del resto del cuerpo, yaciendo en el fondo del mar. Aprendió a embotar sus emociones y apagar las reacciones de su cuerpo ante el deseo de un hombre, se quedaba tumbada, fría y quieta como una muerta.
Su insoportable relación con las palabras
La verdadera catástrofe de las novelas de Woolf no se produce cuando los protagonistas mueren, sino cuando las palabras fallan y solo queda la brutalidad de los objetos. En esas circunstancias, los personajes son como niños indefensos sin el refugio de las frases.
Las anotaciones de su diario a finales de 1940 muestran que el lenguaje se había convertido para Virginia en una fuente de sufrimiento. Experiencias similares han sido descritas por otros escritores como Sartre en “La Náusea”: “Estoy en medio de las Cosas Innombrables. Me encuentro solo, sin defensas, rodeado por ellas…”
Pudo ser esa la verdadera catástrofe de su vida: querer expresar con palabras a través de sus obras todo lo que no pudo en su momento, por lo que no cesaba en recordar momentos dolorosos. Lo real se mezclaba con lo imaginario y eso aumentó su sensación de extrañeza ante el mundo y sus delirios.
Este planteamiento se plasma de forma magistral en la película “Las Horas”: Entendemos que relación tormentosa de Virginia con las palabras es el preludio de su final, al no poder parar ese monólogo interno que había caracterizado sus obras pero que ahora no cesaba de existir en su mente. Ya no aparecía de una forma creativa, sino tortuosa e insoportable.