¿Qué ocurre en tu cerebro cuando te enfadas?
El enfado es una emoción desagradable. Nos altera, nos enfrenta a otras personas y nos hace elegir opciones que en frío nunca elegiríamos. Por estos motivos, tratamos de espantarlo como quien hecha a alguien desagradable de casa. No obstante, lo cierto es que esta emoción no es tan negativa y cumple una función importante. Para explicarlo mejor, hoy queremos contarte qué ocurre en tu cerebro cuando te enfadas.
Seguramente en más de una ocasión te has preguntado de dónde vienen esos arrebatos de ira que a veces se apoderan de ti, por qué te descontrolas de tal modo en esos momentos. O, lo que es más sorprendente, por qué no logras deshacerte de esa emoción durante horas.
La realidad es que en tu organismo, y en particular en tu cerebro, están teniendo lugar importantes reacciones automáticas. Sin embargo, esto no implica que no puedas hacer nada al respecto. Veamos por qué.
Lo que sucede en el cerebro cuando te enfadas
El enfado es una reacción emocional que surge cuando nos sentimos agraviados o amenazados. Así, nos lleva a reaccionar para protegernos y defendernos, para evadir algún tipo de molestia o para obtener un beneficio. En este sentido, es una emoción necesaria y beneficiosa, ya que nos vuelve competitivos y nos permite poner límites.
Ahora bien, estos cambios que se producen en el comportamiento y el estado de ánimo están mediados por una serie de procesos cerebrales concretos sobre los que cada vez tenemos mayor conocimiento. La activación cerebral y el funcionamiento endocrino juegan un importante papel, y los siguientes son los hallazgos más interesantes al respecto:
Sistema hormonal
Cuando nos enfadamos, el organismo libera mayores cantidades de noradrenalina, lo que lleva a una mayor activación física y emocional. Esto es lo que induce el aumento de la presión arterial y el ritmo cardiaco. También aumentan los niveles de dopamina (lo cual nos lleva a ser competitivos y a defendernos ante el peligro) y de glutamato. Por el contrario, durante un episodio de enfado se registran disminuciones en los niveles de serotonina y vasopresina.
Pero, más allá de esto, se ha encontrado una interesante asociación entre dos sustancias (testosterona y cortisol) que median la respuesta al enfado. La testosterona generalmente se ha relacionado con la agresión y la conducta dominante, y se ha visto que aumenta cuando nos enfadamos. En cambio, el cortisol (que se libera en respuesta al estrés) se asocia con la conducta de sumisión y la inhibición, y parece mediar el efecto de la testosterona.
Así, algunos estudios han encontrado que la testosterona solo se relaciona con la agresión cuando los niveles de cortisol son bajos. Por el contrario, cuando son altos, estos atenúan el efecto de la otra hormona sobre el comportamiento.
Correlatos neurológicos
Cada una de las emociones presenta un perfil de activación cerebral diferenciado, y en el caso del enfado este está protagonizado por la amígdala. Esta es una pequeña estructura subcortical que forma parte del denominado cerebro emocional, o sistema límbico. La amígdala se activa ante estímulos amenazantes para garantizar la supervivencia, y lo hace tomando el control de la conducta.
Así, “apaga” o desactiva áreas cerebrales como el córtex prefrontal, relacionado con el pensamiento lógico, el razonamiento y el control de impulsos. En consecuencia, nuestra parte racional queda inhibida y nos vemos secuestrados por esa reacción emocional inmediata.
Además, otro de los cambios que ocurre en tu cerebro cuando te enfadas es una mayor activación o alteración del hemisferio izquierdo. Según el modelo de dirección motivacional, la región frontal izquierda se asocia con emociones que provocan el acercamiento; así, al enfadarnos, mostramos una tendencia a aproximarnos a lo que causa nuestra ira para eliminarlo.
¿Cuáles son las implicaciones?
Todo lo anterior se traduce en cambios cognitivos, emocionales y de conducta que son característicos de los episodios de enfado. Principalmente:
- Nos preparamos para luchar o huir.
- Se incrementan los procesos memorísticos.
- Atendemos con mayor detalle y es más difícil que nos engañen.
- Queremos tener razón y nos resulta prácticamente imposible calmarnos durante el episodio de ira.
- Somos incapaces de analizar la situación objetiva y calmadamente y de reflexionar al respecto.
Ahora bien, como decíamos, todos los procesos biológicos que se ponen en marcha cuando nos enfadamos no nos eximen de responsabilidad. De hecho, podemos (y debemos) aprender a gestionar el enfado de una forma saludable.
Esto no implica reprimirlo, sino aprender a procesar la emoción sin dejarnos llevar por ella, por ejemplo, buscando activar la parte lógica del cerebro y tratando de volver al presente y a nuestro centro. Y, si para esto necesitamos alejarnos temporalmente hasta recuperar la calma, no habríamos de dudar en hacerlo.
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