7 razones por las que los padres no logran amar a sus hijos
Hay padres que no logran amar a sus hijos. Esta es una realidad que se da, pero que rara vez se reconoce. Es, de hecho, en muchos casos, más negativa esa falta de reconocimiento que la propia falta de afecto.
Si los padres no logran amar a sus hijos, pero no lo admiten, lo más probable es que terminen poniendo en marcha conductas que sean más dañinas que el propio desamor. Desprecian a sus hijos, les desaprueban o critican sin razón, les someten a diferentes formas de abandono, etc.
No es fácil admitir la existencia de padres que no logran amar a sus hijos. Se supone que esto va en contra de la propia naturaleza, pero no es así. Un padre o una madre puede estar imposibilitado para amar de una forma sana; por contra, lo bueno es que esto se puede trabajar y superar por el bien de todos. ¿Por qué ocurre esto? Los siguientes son siete motivos.
“Casi todos los padres sienten que aman a sus hijos. Pero lo que los padres sienten internamente debe tener un componente externo en acciones que son amorosas con el fin de lograr un efecto positivo en sus hijos”.
-Robert W. Firestone-
1. Imagen propia negativa
A veces los padres no logran amar a sus hijos porque no han dado el primer paso, el de quererse a sí mismos. En este caso opera un mecanismo proyectivo: si me rechazo a mí mismo, ¿cómo no voy a rechazar a lo que en el fondo también considero parte de mí?
Es imposible amar a alguien si antes no se desarrolla un sentimiento de aprecio por uno mismo. Mucho más difícil amar a un hijo en esas condiciones, ya que este es un pedazo de sus padres en varios sentidos. Es frecuente que los padres que se encuentran en esta posición rechacen de manera especial a los hijos que más se les parecen.
2. Inmadurez, una razón por la que los padres no logran amar a sus hijos
Ser padre o madre implica adoptar una perspectiva diferente ante la vida. Cambia, sobre todo, el significado de la palabra “responsabilidad”. De aquí en más, cada persona ya no es solo responsable por sí misma, sino que también lo es por la vida que trae al mundo.
Si no se tiene suficiente madurez, dicha responsabilidad se percibe como un factor amenazante que genera una dependencia estrecha, pero no deseada. En esas condiciones, es fácil que se desarrolle cierto resentimiento o rechazo hacia el hijo, ya que se le ve como un obstáculo o una carga.
3. Traumas
No es fácil ser un padre sano cuando se ha pasado por una crianza insana. Es muy frecuente que una persona rechace las actitudes, conductas y patrones con los que fue educado y, a la vez, termine repitiéndolos con sus propios hijos. Uno de los efectos de los traumas no resueltos es precisamente ese.
Hay padres que no logran amar a sus hijos porque la situación familiar en sí misma ha sido traumática para ellos. Es como ver puesta en escena de nuevo una infancia que generó mucho sufrimiento. Si esto no se elabora, termina repitiéndose la historia. Es un intento inconsciente, y desesperado, de superar el trauma.
4. Ansiedad extrema ante la muerte
Hay personas que le tienen un miedo extremo al paso del tiempo y a la muerte. El hecho de convertirse en padres, de una u otra manera, se asocia con estar envejeciendo y esto les genera rechazo.
En este caso, una forma de evadir la ansiedad por la vejez y la muerte es inhibiendo los sentimientos amorosos con los hijos. Se toma distancia y se impide que haya un vínculo muy estrecho con ellos. Es una forma de evasión.
5. Narcisismo
El narcisista no se ama demasiado a sí mismo, sino todo lo contrario. En el fondo, tiene dudas sobre su propia valía, pero elige ignorarlas a través de un sobredimensionamiento de su yo. Así se llega al extremo opuesto: parece que no existiera nadie más en el mundo.
En esos casos, los padres no logran amar a sus hijos porque descubren que estos no son simplemente una prolongación de sí mismos y no siempre están ahí para responder a las expectativas de sus padres. Al darse cuenta de ello, el narcisista opta por despreciarlos.
6. Carencias de infancia
Esta es una situación compleja en la que los padres establecen un vínculo estrecho con sus hijos, pero lo hacen de forma ansiosa. En realidad, no les prodigan amor, sino que pretenden llenar las carencias de afecto que ellos mismos tuvieron en la infancia.
La proximidad, y las caricias mismas son una forma de absorber, de poseer e integrar a los hijos como una parte de sí mismos. Como es obvio, acusan los intentos del hijo por romper ese cerco y esto suele dar lugar a relaciones muy conflictivas.
7. Patrones de conducta del hijo
A veces, la forma de crianza tiene como resultado niños que son desafiantes, sobrepasando los recursos de los padres para contenerlos. Esto podría generar rechazo consciente o inconsciente.
En otras ocasiones, el hijo tiene una forma de ser que no encaja con el carácter del padre. Por ejemplo, puede mostrarse introvertido cuando el progenitor preferiría que mantuviese una actitud más conservadora. O al contrario: es muy extrovertido y esto molesta a sus padres.
La mayoría de los padres no logran amar a sus hijos porque hay factores o circunstancias que se lo impiden, y no porque sean personas desnaturalizadas. Toda la familia puede ganar mucho si estos padres deciden explorar lo que sucede y resolverlo; una tarea que siempre es más fácil con la ayuda de un profesional.
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- Lopes, A. C. (1994). Casa de padres, escuela de hijos. Editorial San Pablo.