Los renglones torcidos de Dios: ¿paranoia o realidad?
Cuentan que Torcuato Luca de Tena, autor de Los Renglones Torcidos de Dios, simuló tener una psicosis depresiva para poder ingresar en un hospital psiquiátrico. Lo logró y estuvo cerca de 18 días en el Hospital Nuestra Señora de la Fuentecilla, de México, donde había cerca de 800 residentes. Al final, lo «pillaron», descubrieron al paciente cuerdo, pero aquel avezado periodista obtuvo la historia de su vida.
Esa experiencia le permitió conocer el complejo microuniverso de los centros de salud mental de los años 70. También el loable trabajo de los médicos, las enfermeras y los cuidadores. Profesionales que buscan, por encima de todo, «enderezar» los renglones torcidos de dios. De dicha vivencia escribió un libro, esencia de la antipsiquiatría, con el que dignificar a todo el colectivo, incluidos los propios enfermos.
Ahora, contamos con una nueva adaptación cinematográfica que, después de haber pasado por los cines, llega al catálogo de Netflix para convertirse en uno de los contenidos más vistos. Sin embargo, quienes busquen en la película dirigida por Oriol Paulo, una correspondencia milimétrica de la novela con todos sus personajes y narrativas, no la encontrarán. Pero el resultado final no defrauda.
«Las personalidades especialmente exquisitas son más vulnerables que las más zafias; del mismo modo que una taza es más frágil cuanto de mayor calidad sea la porcelana».
―Los renglones torcidos de Dios―
Del libro al cine: Los renglones torcidos de Dios
Quienes hayan visto el trabajo del guionista y director de cine Oriol Paulo, conocerán de sobra su innegable maestría para los thrillers. Sus juegos y sus giros en el guion nunca dejan de desconcertar y mantener en vilo al espectador. Ejemplo de ello son otros títulos como Contratiempo, El cuerpo, Los ojos de Julia, Secuestro o Durante la tormenta.
Los renglones torcidos de Dios (2022) se aleja un poco del trasfondo psiquiátrico que en el libro se aborda con detalle e innegable solidez. Echamos en falta a extraordinarios personajes secundarios y una mayor contextualización psicológica. Sin embargo, los tempos y las dinámicas en el cine son otros, y en este caso, la película se focaliza en exclusiva en su eje central, en su protagonista femenina.
De su mano, y a través de su mente y de laberínticos entramados, nos sumergiremos en una frágil línea en que nos será difícil distinguir la cordura de la locura, la verdad de la inventiva.
«Alice se felicitó al haber encontrado una definición exacta para su estado de ánimo: una tristeza sosegada»
―Los renglones torcidos de Dios―
Alice Gould, una mujer en busca de la verdad
La película empieza con la vista de un bosque. Le sigue una carretera en la que vemos un mustang rojo, en el que viaja una elegante mujer. Ese inicio nos recuerda mucho a la narrativa visual de Alfred Hitchcock. En ese coche viaja la protagonista, Alice Gould, una investigadora privada a la que han contratado para indagar sobre un supuesto suicidio acaecido en un hospital psiquiátrico.
Ella ingresa en dicha institución de manera voluntaria fingiendo una paranoia. Durante sus pesquisas, contará con la ayuda de alguno de los internos con el fin de esclarecer si los dirigentes del centro fueron responsables del homicidio. No tardamos en conectar con ella. De Alice atrae su ingenio, su determinación y su notable inteligencia.
Sin embargo, al poco se inician las dudas sobre su identidad y su cordura. Tras una serie de incidentes de elevada gravedad, la protagonista decide que es momento de abandonar el centro. Para su sorpresa, los responsables del sanatorio se niegan. ¿Es de verdad una investigadora contratada para esclarecer un crimen? ¿O es una paciente más víctima de sus propios delirios?
Entre la locura y la cordura: la eterna fragilidad de la verdad
La película Los renglones torcidos de Dios juega de forma magistral con las líneas del tiempo y los giros del guion. Por un lado, quedamos atrapados en la eterna duda sobre si Alice es quien dice ser o es una residente más del propio psiquiátrico. Su enfrentamiento con el doctor, Samuel Alvar pone en jaque su cordura y su credibilidad.
Por otro lado, somos testigos de asesinatos, de fugas de reclusos, de incendios y de la posibilidad de que Alice sea víctima de un complot con el fin de tenerla encerrada… Todo ese caleidoscopio de sucesos discurre en medio de una atmósfera lúgubre, de infinitos flashbacks y flash fordwards, de diálogos reveladores y personajes ambiguos que nos hacen cambiar de opinión a cada instante.
La verdad en esta película es frágil y un espejismo a la vez. Simula casi un castillo de naipes que se nos derrumba en un instante para, al poco, alzarse de nuevo con más torres y nuevas cartas. De algún modo, es el reflejo mismo de una mente enferma en la que todas las posibilidades existen a la vez y ninguna es lo bastante sólida.
La adaptación de «Los renglones torcidos de Dios» es un thriller psicológico paciente y bien cuidado que recompensa a todo espectador que se deleite de los giros de guion y finales abiertos.
Un giro inesperado
La novela, Los renglones torcidos de Dios, fue inolvidable, pero la película que nos trae Netflix es aceptable. No llega al clímax y maestría de la narrativa divina de Torcuato Luca de Tena. Sin embargo, no podemos restar valor al hecho de que, como producto cinematográfico, lo logrado por Oriol Paulo es puro entretenimiento.
Bárbara Lennie, en el papel de Alicia Gould es, sin temor a equivocarnos, lo más notable de la película. Su solvencia interpretativa es hipnótica y gracias a ella, se sostiene las más de dos horas de película. Un tiempo, sin duda, excesivo. Destacable es el giro proverbial que su director nos deja justo al final. Una pieza inesperada, un broche que lo quiebra todo y que la distancia, una vez más, de la novela.
Como inevitable spoiler, es resaltable el hecho de que seguiremos sin saber si la protagonista es una residente o una víctima de una trampa. Si toda la producción requiere de un esfuerzo mental por parte del espectador, su resolución invita de manera obligada a una nueva reflexión. Justo en el momento en que asumimos que Alice está a punto de salir del psiquiátrico, llega un rostro conocido…
Se trata del doctor Donadio, a quien ella veía como el Doctor García del Olmo, el hombre que la contrató para investigar el suicidio de su hijo. Una figura que, al verla, pronuncia una enigmática pregunta…«Hola Alice, ¿En qué lío te has metido esta vez?».
El cine y los hospitales psiquiátricos, todo un clásico
Estamos ante una película que destila la esencia cautivadora del cine negro. Asimismo, Los renglones torcidos de Dios presenta maravillosas reminiscencias de otros títulos como Shutter Island. Si Martin Scorsese nos traía a un Leonardo DiCaprio, que bordeaba la lucidez con la locura en un centro psiquiátrico, Oriol Paulo ha hecho lo mismo con Bárbara Lennie.
Las películas que usan instituciones de salud mental para mostrarnos la fragilidad de la mente humana son múltiples y la mayoría excepcionales. Ahí tenemos desde Recuerda hasta Alguien voló sobre el nido del cuco. Todas ellas son homenajes a las personas que sufren, a hombres y mujeres que, como decía Luca de Tena, son esas líneas torcidas de la vida que tienen una historia.
No son locos, no son marginados de nuestra sociedad. Son personas que sufren, hombres y mujeres cautivos de sus trampas mentales. Para comprenderlos es necesario excavar capa a capa, hurgar en sus relatos, esforzarnos en conectar con sus universos para vislumbrar su dolor y caóticos mundos. La película de Oriol Paulo es un buen ejercicio para lograrlo.