¿Se puede ser totalmente sincero en la pareja?
Si vamos a ser realmente francos, comencemos diciendo que en el tema de la sinceridad hay muchas contradicciones. Esto aplica especialmente al asunto de ser sincero en la pareja. En teoría, se trata de una de las grandes virtudes de una relación. En la práctica, la sinceridad plena, a veces, causa escozores y heridas, que difícilmente se perdonan.
Partamos también del hecho de que nadie puede ser absolutamente sincero en todos los momentos de su vida. Hay multitud de pequeñas mentiras que se dicen con el ánimo de hacer sentir bien al otro.
“Ser sincero no es decir todo lo que se piensa, sino no decir nunca lo contrario de lo que se piensa”.
-André Maurois-
Que el vestido le queda excelente, cuando apenas si notas la diferencia con cualquier otro traje, pero te das cuenta de que se siente insegura. O que la metida de pata no fue tan grande, cuando en el fondo sabes que él incurrió en un error monumental. Son lo que llamamos mentiras blancas o piadosas.
Pero, ¿qué pasa cuando están involucrados temas más trascendentales como la fidelidad, la intensidad del amor o el hartazgo? En esos casos, ¿se puede ser totalmente sincero en la pareja? De hecho, ¿vale la pena ser sincero?
Ser sincero en la pareja no siempre es buena idea
El Wall Street Journal publicó un reportaje en el que la doctora Marianne Dainton reflexiona al respecto. Esta psicóloga, experta en terapia de pareja, ha analizado a fondo el tema de ser sincero en la pareja y llegó a la conclusión de que no siempre es buena idea.
Lo que la mayoría de las personas buscan en su pareja no es realmente sinceridad, sino afecto, aceptación , motivación. Por eso, las verdades que lastiman el ego, que ponen en tela de juicio la calidad del afecto o las valoraciones que hace el otro de la pareja no suelen ser bien recibidas.
A juicio de la doctora Dainton, todas las verdades que pueden dar origen a una pelea no valen la pena. Ser sincero en la pareja tiene sus límites. Muchas veces, las mentiras y las omisiones cumplen con la función de proteger al otro y no necesariamente son una forma de manipularlo o de faltar al respeto.
Desmitificando las mentiras
No solamente decimos mentiras a los demás, sino que muchas veces también nos las decimos a nosotros mismos. Y las creemos. En realidad, gran parte del mundo en el que vivimos está hecho de fantasías , interpretaciones erróneas o falsedades. Conocemos a medias nuestras propias verdades y las del mundo.
Las mentiras, falsedades, autoengaños, ilusiones, malentendidos y todo lo análogo son realidades más frecuentes que las verdades. Incluso, la misma ciencia todavía se debe a sí misma muchas verdades. La historia tampoco nos ha entregado todas las verdades sobre lo sucedido en el mundo en épocas pasadas.
Pese a todo ello, la palabra mentira sigue teniendo una carga moral muy fuerte. Se generaliza. El propósito y el efecto de las mentiras no siempre es el mismo, como tampoco son iguales los propósitos y los efectos de lo que llamamos verdad. A veces, ser excesivamente franco es también una forma de destruir.
Menos moralina y más pragmatismo
El psicólogo Esteban Cañamares dijo en una entrevista con el diario El Confidencial, de España, que: “Las mentiras son positivas mientras eviten roces y conflictos innecesarios y siempre que no hagan daño o sirvan para aprovecharse de la otra persona”. Es una opinión muy centrada y realista, que tiene gran validez.
Hay asuntos sobre los que es necesario ser completamente sincero en la pareja. Si se terminó el amor, hay que decirlo, aunque esto lastime a la otra persona. Si se tiene una enfermedad física o mental, también es necesario comunicarlo, ya que esto afectará de un modo u otro a la pareja. Tampoco es bueno mentir sobre los asuntos financieros o familiares.
De igual manera, hay que aprender a valorar razonablemente las mentiras que pueda decirnos la pareja. Que se le pille en alguna información inexacta no significa que ya no sea posible confiar en él o ella. En los asuntos humanos, la intención cuenta tanto como el hecho mismo. Ese factor siempre debe valorarse.
Las mentiras distancian o lastiman cuando implican egoísmo o desconsideración. También cuando se interpretan con un exceso de moralismo o suspicacia. Se requiere de madurez para aceptar las verdades. La primera de ellas es que somos humanos y no siempre hacemos lo definido socialmente como “correcto”.
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- Gottman, J. M. (2012). Siete reglas de oro para vivir en pareja: Un estudio exhaustivo sobre las relaciones y la convivencia. Debolsillo.