Siempre necesitarás a tus padres (aunque no los tengas)

No importa que nuestros padres ya sean mayores. Siempre necesitaremos sus presencias, sus palabras de apoyo o su cercanía. Aunque sea desde la distancia. Esa necesidad siempre estará presente, aunque ellos ya no estén físicamente con nosotros...
Siempre necesitarás a tus padres (aunque no los tengas)
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 05 marzo, 2023

Hay un hecho curioso en el devenir de las personas. Nos pasamos una parte de nuestra vida tanto procurando poner distancia como independizándonos de nuestros padres. Sin embargo, durante la otra mitad, cuando ya hemos conquistado nuestra preciada autonomía, tomamos conciencia de cuánto los necesitamos. Lo hacemos justo cuando ellos empiezan, lentamente, a perder la suya.

A menudo, se nos repite aquello de que no es bueno «necesitar» a nadie y que es recomendable evitar los apegos. Sin embargo, como seres sociales y emocionales que somos, es indispensable construir y cuidar de nuestros vínculos. Sentir apego y el instinto natural de estar cerca de nuestros progenitores, lejos de ser algo patológico, es un principio natural que nos permite cuidar los unos de los otros.

Porque a veces, a pesar de ser adultos, seguimos necesitando de su apoyo de infinitas maneras. En la crianza de nuestros hijos, en su apoyo emocional, en su cercanía cotidiana, en sus consejos, etc. Nuestros progenitores configuran un pilar indiscutible en nuestro bienestar emocional que va más allá de la edad. Esto explica por qué, a menudo, cuando ya no están con nosotros, sigue presente ese anhelo natural: el de tenerlos cerca.

No importa por dónde discurra el viaje de nuestras vidas, siempre tendremos una necesidad: la de volver a casa.

Chica abrazando a una mujer mayor pensando que siempre necesitarás a tus padres
Cuando nuestros padres nos necesitan a nosotros, el amor por ellos pasa por una nueva etapa basada en la compasión.

Cuando los padres se vuelven vulnerables

Siempre necesitarás a tus padres, incluso en esa época en la que ellos necesiten más de ti. Pocas experiencias son más duras que esas en las que, de pronto, dichas figuras que no hace mucho velaban por ti como titanes, se vuelven vulnerables. Porque la auténtica vejez no la traen los años, sino la limitación física, el cuerpo frágil, la mente que olvida, la personalidad que se altera.

Por llamativo que parezca, cuando nuestros progenitores se vuelven dependientes de nosotros, los seguimos necesitando de infinitas formas. No importa que ya no sean esa mano que todo lo arregla, que nos quita pesos, que nos trae tuppers con nuestra comida favorita.

Cuidar de quienes nos cuidaron es un acto de amor, también de responsabilidad y justicia social.

Sin embargo, en nuestro interior aún habita un niño escondido que añora con frecuencia a sus progenitores de antaño. Al padre capaz de cruzar mil montañas por nosotros. A la madre que hacía fácil lo difícil y nos recordaba que éramos dignos de trabajar por nuestros sueños.

Cuando nos convertimos en «padres de nuestros padres» necesitamos que sigan a nuestro lado todo el tiempo posible. Pero también echamos en falta esos años en que éramos hijos y ellos nuestro amarre más sólido y motivador…

Cuando alguno de nuestros padres se vuelve dependiente, se abre una nueva etapa en la que debemos aprender a amarlos de otro modo. Es necesario realizar un duelo y entender que nuestros papeles ya no son los mismos. El hecho de que una parte de nosotros siga necesitando a las personas que fueron no hace mucho, es también un proceso normal.

Siempre necesitarás a tus padres (aunque ya no estén)

Hay quien sigue necesitando un padre o una madre que no existe desde hace años. Una investigación de la Universidad de Liverpool, en Reino Unido, destaca un aspecto importante. Sufrir la muerte de un progenitor cuando somos niños tiene un impacto inmenso en el desarrollo.

Aunque, cuidado, porque también suele tenerlo en la edad adulta. Es más, un fenómeno que vemos con frecuencia tras el fallecimiento de un padre, es el trastorno de duelo complejo persistente. Casi nunca se termina de superar ese vacío, esa ausencia y entonces, el dolor se congela. Pueden tardarse meses o años en reanudar la propia vida, en salir de ese entumecimiento emocional.

De un modo u otro, siempre necesitarás a tus padres, a pesar de que ya no estén físicamente. Y el hecho de que sea así es normal, es comprensible y no deja de ser la impronta de ese afecto y de la añoranza de quienes fueron un pilar en nuestro corazón. Con el tiempo, lograremos vivir sin ellos, manteniéndolos vivos en nuestro recuerdo, pero avanzando poco a poco.

Perder a nuestros padres es una de las experiencias vitales más traumáticas a las que deberemos hacer frente.

Un hombre triste mira sentado en la sala pensando que siempre necesitarás a tus padres
A veces, nos podemos ver en la situación de lamentar no haber tenido los padres que merecimos.

Necesitar a los padres que merecimos tener y no tuvimos

Hay padres que no aman a sus hijos y madres que, aunque nos dijeron que nos querían, no nos quisieron bien. Podríamos definir decenas de razones por las que no se ejerce bien la maternidad y la paternidad. A veces hay problemas mentales o sociales, en otras se debe a factores de personalidad, adicciones o, sencillamente, no hay una causa clara de por qué sucede tal realidad.

Sea como sea, son muchos los que han crecido sin esos cuidadores que merecieron tener y no tuvieron. Así, y a pesar de esa herida y de dichas carencias, siguen necesitando algo muy concreto. A pesar de los años -y de los daños- una parte de sí mismos desearía contar con un soporte emocional válido; anhelarían que sus padres hubieran sido otros. Presencias menos lesivas y más nutritivas.

Necesitar lo que no tuvimos y debimos disfrutar como seres humanos, es válido y comprensible. Porque todo ser humano merece unos cuidadores afectuosos, que eduquen en seguridad, en amor y en respeto. Todo niño necesita de ese sustrato para sobrevivir y desarrollarse. Si esto falla, queda la fractura, la carencia y el deseo silencioso de lo que debimos tener y no se nos proporcionó.

Para concluir, nada es tan común como seguir necesitando a esas presencias que fueron o aún son nuestro soporte. Los padres no son eternos, pero siempre lo serán para nuestro corazón, aunque ya no estén.


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