Tiempo a solas: una necesidad fundamental
Aunque el tiempo a solas es una necesidad fundamental, durante el siglo XX y lo que va del XXI, hemos asistido a un incremento del valor que se le otorga a las relaciones sociales. Si bien estas contribuyen a nuestro bienestar, la percepción de su ausencia es, en muchos casos, origen de temor y angustia.
Hay varias prácticas de meditación que incluyen pasar tiempo a solas. En algunas de ellas, una de las tareas es pasar algunos días completamente en soledad y absoluto silencio, sin apenas ningún contacto con el mundo exterior. ¿Te sientes capaz de hacer esto?
Quizás a la mayoría de las personas les costaría: no estamos acostumbrados a un nivel tan bajo de estimulación. Aislarse y no experimentar ningún contacto por un tiempo es una prueba de fuego. Para hacer esto se necesita entrenamiento. Sin embargo, si este es un ejercicio periódico entre quienes meditan es precisamente porque trae enormes beneficios. La soledad, bien gestionada, empodera.
“Todas las cosas grandes y preciosas son solitarias”.
-John Steinbeck-
La compañía a veces agobia
Las relaciones sociales exigen mucho de nosotros, especialmente, cuando son muy amplias y estrechas. También, por supuesto, generan muchas satisfacciones. Sin embargo, apenas sin que te des cuenta, también es algo en lo que inviertes mucho de tu tiempo y mucho de tu energía.
Muy fácilmente terminamos viviendo en función de los demás. El trabajo, la pareja, la familia, los amigos… Son muchos los ámbitos sociales en los que nos movemos y cada uno de ellos tiene sus exigencias y sus tensiones. Muchas veces se llega a un punto en el que no logramos distinguir bien dónde termina lo propio y dónde comienza lo colectivo. O viceversa.
Pasar tiempo a solas es una manera de volver a concentrar nuestra atención y nuestra energía en nosotros mismos. Una oportunidad para ser “egoístas” sin sentir culpa por ello. Esos espacios nos ayudan a reencontrarnos. A percibir cómo somos realmente sin la influencia de ese contexto habitual.
El tiempo a solas sensibiliza
De alguna manera, la soledad también impone el silencio. Se produce un desplazamiento de la atención de fuera a dentro. Al dejar de utilizar la parte del cerebro que se encarga del habla, otras áreas de ese órgano comienzan a actuar con mayor intensidad.
En particular, hay evidencia de que se agudiza la atención y la concentración. En la soledad se agudiza el pensamiento, se afila el ingenio. Al principio los pensamientos pueden ser dispersos, pero lo normal es que después vayan adquiriendo una forma definida.
Si pasas tiempo a solas por varios días, el efecto es que poco a poco te vas sensibilizando. Esto quiere decir que comienzas a darte cuenta de ideas y sentimientos de los que quizás no eras consciente. Esta es una forma de despertar, de conectarte más en el diálogo que mantienes contigo.
Hay efectos en el cerebro
Hay estudios en los que se señala que la soledad y el silencio benefician los pliegues de la corteza cerebral. Aparentemente, esto hace que se engrose la materia gris del cerebro. El resultado de esto es que te vuelves más hábil en el procesamiento de información.
Esto tiene una incidencia favorable en tus procesos cognoscitivos. Cuando vuelves a tu vida normal, te das cuenta de que aprendes y memorizas más fácilmente. Le sacas mayor provecho a cualquier actividad intelectual, volviéndote más productivo.
Así mismo, es muy probable que en esos ratos de soledad aparezcan lo que llaman “momentos de Eureka”, es decir, inspiraciones súbitas. En otras palabras, esas condiciones facilitan la emergencia de la creatividad.
A tener en cuenta…
Lo ideal es que podamos contar con al menos unos 10 minutos al día para tener tiempo a solas. Esto no significa quedarnos solos y encerrados sin más, sino en un tiempo y en un espacio disponibles para estar con nosotros mismos. Si no es posible cada día, al menos unas tres veces a la semana.
Ahora bien, en aquellas etapas en las que nos sentimos muy “cargados” o agobiados, quizás sea necesario hacer un ejercicio más intenso. Lo aconsejable es hacer un viaje en soledad. No tiene que ser al otro lado del mundo, pero sí a un espacio que realmente permita un corte con lo habitual.
Prepárate para sentir algo de incomodidad, sobre todo si no lo has hecho antes. Todo cambio implica cierta resistencia. Sin embargo, si sigues su inercia -sin un propósito más allá de estar contigo mismo-, vas a darte cuenta de que es una experiencia que merece la pena.
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- Aguirre, R. (2005). El tiempo, los tiempos, una vara de desigualdad (Vol. 65). United Nations Publications.