Tristeza, el cincel de la memoria
La tristeza, es un sentimiento, una emoción tan legítima como cualquier otra. Sin embargo, podríamos decir que dentro de la memoria emocional es quizá la que dispone de mayor relevancia, la que más esculpe nuestros recuerdos. Ella quién más se adentra en las estructuras de nuestro hipocampo, perfilando todo un mapa de profundos recuerdos.
Pensemos por ejemplo en un hombre cualquiera, un hombre al que su pareja acaba de comunicarle que va a dejarle. Que ama a otro. Pasan los años y acude a esa misma cafetería en que aquella mujer, le dijo que lo abandonaba. Y sin saber cómo, emergen de pronto todos y cada uno de esos recuerdos: el olor de su perfume aquel día, el paisaje de esa calle repleta de gente con paraguas huyendo de un día gris de tormenta.
Recuerda incluso los informes que aquel día debía entregar en el trabajo, ese zapato suyo al que ya se le despegaba la suela y aquel café sin azúcar que nunca pudo acabar de terminar, que casi le produjo náuseas. ¿Por qué se recuerdan las cosas con tanto detalle cuando sufrimos?
1. LA MEMORIA Y LAS EMOCIONES
La emoción construye recuerdos tan resistentes como muros de piedra. Estructuras fabulosas en el palacio de nuestra memoria personal, capaz de definir lo que somos, lo que nos ocurrió en el pasado y lo que somos ahora. La memoria emocional es además nuestro sendero particular de aprendizaje, ese sustrato sobre el cual, hacemos valoraciones y tomamos decisiones.
Hemos de pensar además, que los seres humanos somos un maravilloso compendio de reacciones químicas. Toda experiencia, toda emoción libera en nuestro cerebro una serie de sustancias: dopamina, noradrenalina, serotonina, endorfinas…
Numerosos neurotransmisores y hormonas del estrés que retroalimentan aún más nuestras emociones e incluso nuestras estructuras neuronales. No hemos de pasar por alto por ejemplo, que el vivir sometidos a situaciones de estrés persistentes en el tiempo alteran diversas partes de nuestro cerebro, como el hipocampo, mermando su tamaño y ocasionando que tengamos fallos de memoria.
Los expertos nos dicen además que la emoción, es indispensable para el aprendizaje. Hemos de pensar que las personas somos criaturas emocionales antes que lógicas, la mayoría de nuestras decisiones las tomamos casi por “instinto” antes que por largas sesiones de análisis, racionamiento y deducción. ¿Por qué entonces la sensación de “tristeza” se adentra de tal modo en nuestro recuerdo?
En primer lugar, porque se producen más conexiones neuronales que viajan desde el sistema límbico hasta la corteza cerebral, y viceversa. Esto hace por ejemplo que en un momento dado, dispongamos incluso de “memoria fotográfica”. Seguro que te ha ocurrido alguna vez, cuando nos dan por ejemplo una mala noticia: la pérdida de un familiar, el diagnóstico de una enfermedad… recuerdas dónde estabas, qué objetos habían a tu alrededor, qué ropa llevabas. Todo queda, por así decirlo, “como marcado a fuego”.
2. SENTIR Y SUPERAR LA TRISTEZA
La tristeza debe aceptarse con integridad. Son muchos quienes la evitan, quienes no desean ponerle nombre ni reconocerla. Piensan, que es mejor aparentar que no se siente, evitar las lágrimas y vivir en un enfado continuo con el mundo. Cuidado, es un error grave que puede traer graves consecuencias.
Asume lo que te ha ocurrido y acepta que la tristeza es una emoción como cualquier otra. Se sufre, hace daño y cercena un poco nuestra alma. Pero no te des por vencida/o. Llora, grita, busca tus instantes de soledad para pensar, desahógate, escribe, dibuja, pasea, habla con esa persona que siempre te atiende con sinceridad. Día a día irás subiendo un peldaño más hasta tu recuperación.
En esta vida las personas solo tenemos un camino: avanzar, dejar ir, y hacer nuestro propio camino asumiendo aprendizajes e integrando todos esos conocimientos vitales. Es lo que somos, un compendio humilde de tristezas y alegrías, de logros y fracasos. Lo importante es no perder la ilusión y asumir que tú, eres lo más importante de este mundo.
Cortesía imágenes: Virinaflora