Ceguera al cambio: la sobreestimación de nuestra capacidad visual
A nuestro alrededor se están produciendo cambios constantemente. Estas modificaciones son relevantes, pero nos parecen imperceptibles y, por tanto, no nos damos cuenta de ellas. Por eso, se dice que las personas sufrimos de ceguera al cambio, porque tenemos una confianza exagerada en nuestra habilidad para detectar cambios visuales.
Para evidenciar este extremo optimismo respecto a nuestras capacidades de observación, os proponemos visualizar el siguiente vídeo. ¿Serías capaz de identificar todos los cambios que se realizan en la escena?
https://www.youtube.com/watch?v=ubNF9QNEQLA
Increíble, ¿verdad? ¿Habéis encontrado los 21? La ceguera al cambio es un área que está siendo investigada durante los últimos años, dada su implicación en distintas áreas y disciplinas profesionales.
Velocidad y perspectiva
Esa falta de detección de los cambios que se producen en el campo visual fue definida por primera vez por Ronald Rensink en 1997. Este psicólogo halló diferencias en este fenómeno dependiendo de si esas modificaciones son introducidas de manera gradual o abrupta. Además, considera que este efecto es mayor cuando los cambios se introducen durante un corte o una imagen panorámica, como en el caso de este otro vídeo.
Imaginemos que estamos viendo una película. En concreto, una escena en la que salen un vendedor y un cliente hablando en un mostrador. Si el vendedor se agachara (supuestamente a coger algo) y es sustituido por otra persona; en la mayoría de las ocasiones, el espectador no se daría cuenta de esta modificación. ¿Cómo puede ser? ¿Por qué notamos ese cambio tan relevante?
El porqué de la ceguera al cambio
Nuestro cerebro es “vago” por naturaleza. Estamos programados filogenéticamente para ahorrar tantos recursos cognitivos y energéticos como nos sea posible. Esta es una de las explicaciones que se atribuyen a la ceguera al cambio.
Este órgano no es una grabadora que esté constantemente registrando y procesando todos los detalles y datos que percibe. Sino que tiende a centrarse solo en aquellos que son más susceptibles de ser modificados a nivel consciente. Una selección que a su vez es fruto de la experiencia y la coherencia personal. (Simons y Levin, 1998).
Por ejemplo, en el caso anterior, es más posible que lo que cambie en la escena sea el objeto que hay encima del mostrador (el que saca el vendedor), y no uno de los interlocutores. Nuestro cerebro da por hecho que se trata de la misma persona, porque eso le permite ahorrar energía.
Atención selectiva
El fenómeno se acentúa si las personas están recibiendo estímulos que captan más su atención y la mantienen fija. Esto explicaría por qué, si presenciamos un robo y vemos al ladrón con un arma, difícilmente somos capaces de desviar nuestra vista de la pistola. Por lo general, esta imagen agotaría todos los recursos atencionales que tenemos y no dejaría espacio para más detalles. Os dejamos otro vídeo muy curioso que mide esta capacidad.
Ilusionistas o magos utilizan de manera frecuente esta técnica y se “aprovechan” de la ceguera al cambio. Saben perfectamente dónde generar la tensión atencional adecuada y cómo realizar los trucos en el momento preciso. ¡Moverse con esta especie de capa de invisibilidad es todo un arte!
Ceguera a la ceguera al cambio
Como hemos dicho, nuestro día a día está gobernado por el cambio. Pero, en vez de creer modestamente que muchos nos pasan completamente desapercibidos, estamos convencidos de que somos capaces de apreciar cambios muy pequeños y graduales. Por eso, a menudo se habla también de que somos ciegos a la ceguera al cambio.
No reconocer las propias limitaciones ya es una limitación por sí misma.
Por ejemplo, detallemos un caso tan ilustrativo como frecuente. Las personas podemos hacer durante años el mismo camino hacia nuestro trabajo y no apreciar los pequeños cambios que se producen de un día para otro. Si han pintado una valla de otro color, si han quitado una señal de tráfico, si han cerrado algún establecimiento… Y llega un día en que volvéis a pasar por allí y pensáis, ¿desde cuándo está esto así? ¿Os ha pasado?
De la misma forma que ocurre en nuestro entorno, ocurre en nosotros mismos. Nos miramos en el espejo todos los días y no apreciamos la evolución y los cambios que se producen en nuestra cara y cuerpo con la edad. Pero, ¿y si nos dejáramos de ver durante dos meses? Igualmente, cuando nos encontramos con un amigo al que no vemos hace tiempo, nos damos cuenta de los pequeños cambios que ha ido teniendo: delgadez, arrugas, marcas… Sin embargo, si le viéramos todos los días, estas señales del paso del tiempo no resaltarían tanto a nuestros ojos.
Nuestro cerebro es un universo aún muy desconocido. Pensemos que fenómenos perceptivos estudiados dentro del campo de la neurociencia y la psicología cognitiva, como la ceguera al cambio, evidencian la complejidad de este órgano.