El mito de la tierra sagrada, una leyenda náhuatl
Cuenta este viejo mito de la tierra sagrada que, hace muchísimos años, cuando el mundo apenas comenzaba a formarse, había una mujer muy noble y valerosa, que quedó encinta. Ella deseaba ser madre con toda su alma. Amaba la vida, aunque habitaba en un lugar desértico, en el que escasamente había un poco de agua y uno que otro alimento.
Dice el mito de la tierra sagrada que cuando la luna estaba llena y brillante, la mujer dio a luz un hermoso niño , que nació sano. Sin embargo, el pequeño lloraba mucho. La madre intentó darle de comer, pero el bebé no recibía la leche de sus pechos. Seguía llorando y no se detenía.
“La tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos”.
-Proverbio indio-
La mujer acariciaba a su bebé y lo paseaba, pero el niño no se calmaba. Al observarlo cuidadosamente, la mujer notó que el niño tenía pintado en su panza un pozo de agua. Temerosa de que fuera víctima de una brujería, le pidió a una amiga suya que fuera a buscar una famosa curandera para que la ayudara.
Un extraño mal
La amiga de la madre caminó un día entero hasta que llegó a la choza en la que vivía la curandera. Le contó que el niño había nacido, pero no paraba de llorar. También que tenía un extraño dibujo en su panza y la madre temía que se tratara de un maleficio. La curandera pensó un buen rato, alistó sus cosas y le pidió a la mujer que la llevara al sitio en donde estaba el niño.
Las dos llegaron agotadas. Desde lejos escucharon el llanto del niño, que no cesaba. La curandera se aproximó al pequeño y examinó con cuidado su panza. Después consultó con los espíritus y estos le dijeron que hasta que no abrieran un pozo en el lugar, el niño no podría calmarse. Así se lo comunicó a la madre y esta a las demás familias.
Cuenta el mito de la tierra sagrada que al día siguiente todos se pusieron en la tarea de abrir un pozo. No sabían cómo hacerlo, pero la curandera sí. De este modo, ella los guió hasta que unos días después por fin vieron manar el agua. Luego debían hacer un sahumerio junto al niño. Al final del ritual vieron que la panza ya no tenía ninguna figura allí.
Una sorpresa, en el mito de la tierra sagrada
La curandera pasó la noche en la aldea y el niño durmió tranquilamente hasta el amanecer. Sin embargo, a la mañana siguiente, comenzó a llorar . La madre se apresuró a revisar al bebé y vio pequeñas frutas y verduras pintadas en sus brazos. Entonces llamó inmediatamente a la curandera, que también observó en detalle las figuras.
Tras examinar con cuidado al niño, la curandera señaló que esta vez debían todos preparar la tierra y sembrar frutas y verduras en el lugar. De lo contrario, el niño seguiría llorando, tal vez enfermaría y corría el peligro de morir.
Todos en la aldea se dispusieron a seguir las indicaciones. A medida que fueron preparando la tierra, el niño se fue calmando. Cuando comenzaron a sembrar, ya casi no lloraba. Dice el mito de la tierra sagrada que la curandera se marchó y prometió volver en unos meses para ver cómo seguía todo.
Una lección importante
Pasaron varios meses y la curandera recordó su promesa. Así que alistó sus cosas y volvió a la aldea, que ahora se había convertido en un bello lugar, lleno de árboles frutales y de hermosos sembradíos. Apenas vio semejante cambio, quedó sorprendida. Sin embargo, a medida que se fue aproximando, escuchó de nuevo el llanto del niño.
Cuando se encontró con la madre, esta le contó que el pequeño había estado un buen tiempo calmado. Sin embargo, de unos días para acá había vuelto a llorar, pero no sabían por qué. Ella lo había revisado y no encontraba ninguna otra figura en su cuerpo. La curandera también revisó al niño con mucho cuidado y no encontró nada. Así que nuevamente le preguntó a los espíritus y al día siguiente les contó a todos lo que ellos le habían revelado.
Según el mito de la tierra sagrada, la curandera se dirigió a los aldeanos y les dijo que debían hacer un pacto con la madre tierra. El niño había venido al mundo para enseñarles que no se podía traer una nueva vida, si antes no se habían creado las condiciones para que se preservara en pleno bienestar. Ahora todos tenían que prometer que siempre velarían porque hubiera agua y tierra fértil que hiciera posible la vida. Así lo hicieron y el niño creció sano y feliz.
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- Horcasitas, F. (1978). La narrativa oral náhuatl (1920–1975). Estudios de cultura nahuatl, 13, 177-209.