El ninguneo: cuando los demás te ignoran
El ninguneo es una práctica social que consiste en descalificar a otra persona, por la vía de la indiferencia. Habla y es como si no dijera nada. Pide algo y es como si no lo necesitara. En una palabra, como si no existiera. Eso es ningunear: implementar conductas para dar a entender a alguien que no es nadie.
Hay que decir que el ninguneo es una forma de violencia moral o psicológica. Una expresión de crueldad que algunas personas o grupos creen tener derecho a desplegar. Es muy habitual que la víctima de esta práctica sea alguien que esté en condición de fragilidad o bien, que sea considerada como inferior.
“Los héroes nacen de la indiferencia humana ante el sufrimiento ajeno”.
-Nicholas Welles-
El ninguneo equivale a la eliminación simbólica de alguien. Es una forma de darle muerte social. Son muchos los casos de la historia en los que ese asesinato simbólico precede al asesinato físico. Este tipo de premisas se convierten en la justificación de la violencia concreta, ejercida contra personas o grupos específicos.
Los niveles de ninguneo
La descalificación o eliminación simbólica no siempre tiene el mismo grado, ni la misma intensidad. El ninguneo aplica para determinadas ideas o ciertos sentimientos. También para una persona, en su conjunto. Y llega hasta un determinado grupo social, como ocurre con las diferentes formas de macartización, xenofobia o discriminación.
No se trata de un acto involuntario, en el que pasamos por alto a alguien sin intención; por el contrario, implica una premeditación para menospreciar al otro. De igual forma, esta actitud no siempre toma la forma de la indiferencia pasiva, con frecuencia se basa en acciones deliberadamente para restar valor al otro o hacerlo quedar mal.
Se ningunea una idea cuando se dice, por ejemplo: “Lo que dices es totalmente equivocado”. O “Pensar así es un error”. O quizás: “Esa manera de pensar es estúpida”. La pregunta es: ¿quién tiene la autoridad real para descalificar radicalmente lo que otro piensa? A lo sumo se pueden presentar argumentos opuestos o evidencias contrarias. Quizás exponer o describir ideas diferentes, pero no descalificar las del otro.
Lo mismo vale para el ninguneo de los sentimientos. “No es posible que sientas eso”, “Cómo vas a sentir miedo por…” o “Estás loco si te molestas por….” Todo ello implica negar el mundo simbólico del otro. ¿Quién tendría derecho a pedir que desaparezcan ciertas emociones , ciertos miedos, ciertos enojos, o lo que sea? Nadie.
El ninguneo social
Este tipo de prácticas también se llevan a cabo social o colectivamente. No necesariamente implica un “matoneo” o bullying directo. Basta con la indiferencia , para hacerle sentir al otro que lo que es, no cuenta. Es lo que hacen muchos gobiernos e individuos, frente a las personas en condición de pobreza. Son convocados a votar, pero las políticas que se implementan no les toman en cuenta para nada.
También sucede en el diario devenir de algunas ciudades. Están hechas para no entorpecer el tránsito de los automotores, no para proteger la vida de los peatones. Por eso, quien tiene un coche, especialmente si es de alta gama, siente que la calle es suya y que puede pasar por encima de lo que sea. No es una exageración: mueren más personas en el mundo por accidentes de tráfico, que por cualquier enfermedad conocida.
La burocracia es experta en ningunear. Ocurre cuando tienes que hacer un trámite y juegan con tu tiempo como si lo hicieran por deporte. Te mandan de aquí allá, te exigen a veces requisitos ridículos, obstaculizan, etc. Todo para justificar que una función que podría realizar una sola persona, deba ser realizada por 20. Obedece a la falta de gerencia, o al intercambio de favores políticos.
Combatir el ninguneo
El ninguneo crea un germen de violencia en quienes son sus víctimas. Esa violencia no se diluye: o termina devolviéndose contra quien la originó, o se vuelca contra la misma víctima, enfermándola y minando su bienestar. En ambos casos, tarde o temprano la sociedad terminará pagando el daño.
Es importante que en el plano individual desarrollemos anticuerpos para combatir el ninguneo. Debemos ser conscientes de que hay ninguneadores en serie y que nos vamos a topar con ellos en algún momento. Lo adecuado, entonces, es no morder el anzuelo y permitir que nos pongan inseguros, o nos hagan sentir inferiores. Los del problema son ellos, no nosotros.
En el plano social, cabe un llamado a promover la inclusión. Por más diferencias que tengamos con los demás, todos tienen derecho a su lugar en la cultura. Nada nos obliga a compartir o aceptar las ideas, sentimientos o condiciones de otros. Lo que sí tenemos es la obligación de respetar su derecho a ser como son, pensar como piensan y sentir como sienten. Nuestro bienestar depende en buena medida de esa amplitud mental.
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