Ella quiere hablar, él quiere escapar
La falta de comunicación es uno de los principales problemas en las parejas. Eso no es una novedad. Pero en este caso nos referimos a una situación que probablemente te resultará familiar: cuando la mujer desea hablar, pero el hombre quiere escapar.
¿Es esto un problema de sexos? ¿Por qué siempre sucede lo mismo? ¿Quién nos ha dado ese rol de hablar o de escapar? Por supuesto que ellos y ellas son diferentes, pero también tienen muchas cosas en común. Esto es precisamente lo que deberíamos fortalecer al vivir en pareja.
Mujer que habla, hombre que calla
Lo que observamos al analizar varias parejas es que ellas optan más por la comunicación verbal que los hombres. Cuando identifican un problema en pareja, entienden que este difícilmente se puede solucionar si no se habla. Los hombres parecen más inclinados a actuar o a tener paciencia esperando que el nubarrón se vaya.
¿Qué está bien y qué está mal? Ni cosa ni otra. Son dos maneras diferentes de ser y debemos comprenderlas. A los hombres les cuesta más decir lo que sienten, compartir sus problemas e incluso informar sobre buenas noticias. Ellos prefieren escapar.
Muchos piensan que hablar será sinónimo de ponerse en riesgo. En general, es un campo en el que los hombres se sienten poco hábiles y temen resbalar.
Por su parte, las mujeres se sienten seguras participando en una conversación que hable de sentimientos. Sienten que es el punto de partida para casi todo. Utilizan las palabras para relatar, pero también para demandar o expresar sus emociones.
Hablar para desahogarse, escapar para pensar
Pongamos un ejemplo sencillo: una pareja formada por Inés y Jorge. Ambos trabajan fuera de casa y en sus respectivas oficinas las cosas no están bien. Los dos deben atravesar el tráfico del centro de la ciudad, discutir con el jefe, pensar en el dinero que cada vez alcanza menos…
Cuando regresan a casa, Jorge se sentará en el sofá para escapar de los problemas y distraerse con un partido de fútbol. Pero Inés querrá hablar sobre lo que le ha sucedido. Uno opta por la gestión interna de sus problemas, la otra por una gestión compartida de los mismos.
Como dice John Gray en su libro Los Hombres son de Marte, las mujeres de Venus, la gran diferencia entre los sexos es que cuando ellos tienen un problema se vuelven introvertidos y se concentran en otras tareas. Se esconden en su cueva y se aíslan, es difícil que pidan un consejo o deleguen tareas en los demás.
Ellas se muestran emotivas, y para los hombres pueden resultar abrumadoras. La manera en que alivian sus temores es hablando, vaciándose por dentro, aunque no siempre con el objetivo de buscar o escuchar soluciones y opiniones.
Cada uno entonces afrontará el problema de una manera diferente. Quizás se deba a que los hombres deben mantener su honor y las mujeres tienen el “permiso” para llorar o mostrar sus sentimientos.
Ella y él han de comprenderse
Más allá de las diferencias biológicas, sociales o evolutivas, lo cierto es que no podemos quedarnos de brazos cruzados cada vez que tenemos que solucionar una situación o charlar sobre un tema en particular.
Empezaremos por una lección para las mujeres. Es preciso comprender por qué la pareja se esconde en esa cueva y se siente seguro en ella. Ese lugar íntimo e inquebrantable a donde nadie puede acceder le permite reflexionar y tomar decisiones una vez que la tormenta haya pasado.
Si te paras en el umbral y quieres traspasar ese territorio, incluso pidiendo permiso, será muy difícil que seas bienvenida. Mejor espera a que él decida salir. Lo bueno es que mientras tanto ambos se calmarán y podrán hallar una solución más efectiva.
Ahora un aprendizaje para los hombres. Cuando la pareja pregunte sobre lo que sucede e intente que nos quedemos con ella, en vez de refugiarnos, enfrenta la situación. Ellas necesitan expresarse con palabras, gestos e incluso llanto y risas para demostrar lo que les pasa. Y precisan sentirse apoyadas por el hombre y que él las escuche.
¿Dónde está el punto medio?
¿Cómo conseguir el equilibrio? Quizá haya que cambiar de actitud ¿Qué tal si él se esconde en la cueva de la contemplación camino a casa en el autobús mientras ella habla con una amiga para descargar ese caudal de detalles de lo sucedido? Así, las tendencias de uno y otro serán más relajadas cuando lleguen a casa.
Esa sería una buena manera para acercarnos a un punto intermedio entre lo que cada uno hace ante una situación conflictiva. No podemos obligar al otro a hablar y tampoco a callar. Pero si demostramos que nos esforzamos para evitar que la brecha entre ambos se agrande, quizás podamos encontrar un punto de encuentro.
Sobre todo tendremos la posibilidad de evitar las peleas que tanto nos hieren y perjudican la relación. Ponerse en los zapatos del otro y comprenderle es el primer paso para evitar conflictos y disfrutar de la vida compartida.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Balladares, S., & Saiz, M. (2015). Sentimiento y afecto.
- Ciencias psicológicas
- 9
- (1), 63-71. Bylsma, L. M., Gračanin, A., & Vingerhoets, A. J. (2019). The neurobiology of human crying.
- Clinical Autonomic Research
- 29
- (1), 63-73.