¿Es cierto que el poder cambia a las personas?

¿Es verdad que tener una posición de poder corrompe a las personas y se vuelven menos empáticas? La ciencia lleva años estudiando este fenómeno y hay datos que vale la pena conocer. Este artículo los expone.
¿Es cierto que el poder cambia a las personas?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 15 mayo, 2024

Con frecuencia se escucha que el poder cambia a las personas. También, que ostentar un cargo muy elevado se te sube a la cabeza y cierra el corazón. Es cierto que se arrastran algunos sesgos en cuanto a la influencia social y el poder. Sin embargo, este es un fenómeno que gana veracidad porque más de una vez hemos sido testigo del mismo.

Ejercer un cargo de relevancia requiere desarrollar nuevas estrategias y comportamientos. Hay, por tanto, un cambio que tiene como propósito sustentar esa posición y articular un liderazgo capaz de lograr objetivos. Ahora bien, el problema está en que, a veces, ese cambio trae consigo conductas y actitudes agresivas o carentes de empatía.

¿A qué se debe esa variación en el comportamiento? ¿Sucede en todos los casos o hay excepciones? Lo analizamos a continuación.

«Agradezco no ser una de las ruedas del poder, sino una de las criaturas que son aplastadas por ellas».

– Rabindranath Tagore –

¿Es verdad que el poder cambia a las personas?

Es un hecho que el poder puede cambiar a las personas, tanto es así que, hasta la más mínima dosis de influencia en un entorno social, genera variaciones en el comportamiento. Por ejemplo, al ascender en una empresa a un compañero de trabajo, hay rasgos en sus dinámicas que se transforman de un día para otro como consecuencia de esa nueva posición.

En un artículo que publicó Journal of Management resaltan que, en efecto, el liderazgo y el poder cambian a quien lo ejerce en todo contexto organizacional. No obstante, aun no se comprenden por completo las secuelas que dichas variaciones pueden tener en aspectos como interacción con el entorno o en la forma de tomar decisiones.

Cabe señalar que, aunque ostentar una posición de relevancia transforma la conducta de la persona, esto no tiene por qué ser siempre negativo o amenazante. Tal y como apunta Daniel Goleman en su libro Leadership That Gets Results, hay hasta seis tipos de liderazgo y todos, con excepción del líder coercitivo o autoritario, son positivos; se refiere a los siguientes:

  • Timonel.
  • Afiliativo.
  • Visionario.
  • Democrático.
  • Líderes de coaching.

En esencia, si es evidente que el poder cambia a las personas, esa modificación puede orientarse de manera enriquecedora para todo el entorno, con el fin de lograr objetivos comunes.



Líder con un equipo de trabajo durante una reunión
El poder puede ejercerse de muchas maneras y no ser siempre negativo o disfuncional.

Formas en que el poder cambia a las personas

¿Qué es lo que cambia en el ser humano cuando ostenta el poder? ¿Son sus valores, sus propósitos, sus necesidades, sus emociones? Hay muchos componentes reformados en el individuo cuando asume un cargo relevante.

Dichos cambios están motivados por su necesidad de conservar esa posición, el logro de objetivos y mediar en su influencia social. En este orden, profundicemos a continuación en cómo el poder cambia a las personas.

Dejan de atender factores emocionales

Hay una idea recurrente al respecto de las personas poderosas y es la relativa a que carecen de empatía. Esta no es una premisa que se pueda demostrar, pero sí se halla evidencia de una dimensión asociada. La Universidad de Liaoning, en China, detectó en una investigación que aquellos que ostentan el poder dejan de responder a los estímulos emocionales de los demás.

En otras palabras, un líder con elevado poder sí puede precisar y entender las emociones de los demás, pero no actúa respecto a ellas; a menudo, las pasa por alto. Esto le permite tomar decisiones drásticas, aunque con ellas, afecte de manera negativa a otras personas.

Mayor impulsividad

Lo ideal es que todo líder evidencie una buena capacidad de reflexión, análisis, sentido crítico y paciencia cognitiva. Solo así se toman las mejores decisiones. No obstante, las personas poderosas terminan, en ocasiones, por demostrar comportamientos más impulsivos, lo cual hace que den pasos en falso o con un coste indeseado.

Perspectivas más interesadas o egoístas

El poder encapsula a los individuos en perspectivas más instrumentales y egoístas. A raíz de este, se producen alteraciones de diferentes maneras y la más común es avanzar a una conducta interesada y focalizada en el interés propio, lo que con frecuencia deriva en acciones dañinas o perjudiciales para muchos colectivos.

Una característica común de quienes ostentan el poder es dejar de reaccionar ante las necesidades, emociones y comportamientos ajenos.

Reformulación de valores

Este fenómeno es común. Hay quien antes de alcanzar una posición elevada en un entorno organizacional defendía unos valores muy concretos: la amistad, el respeto, la solidaridad, la gratitud, el perdón. Pero al alcanzar el poder muchos principios éticos y hasta los propios valores se transforman. Se abren entonces a dimensiones como la independencia, el valor, la competitividad y el éxito, por ejemplo.

El «síndrome de la arrogancia»

En algunos casos, el poder cambia a las personas de forma muy negativa. Esa alteración conductual y emocional podría culminar con el «síndrome de la arrogancia». Se trata de un patrón de personalidad definido por las siguientes características:

  • Comunicación violenta.
  • Excesiva confianza en sí mismo.
  • Pérdida de sintonía con en el equipo de trabajo y en cualquier figura.
  • Dejan de ver la realidad tal y como es. Viven en un mundo paralelo donde solo cuentan sus necesidades y metas personales.


Persona de pie con los brazos cruzados y detrás hay una sombra de la misma con una capa que alude al poder
Las personas con valores sólidos, empatía e inteligencia emocional, no varían en exceso su forma de ser con el poder.

¿A qué se debe ese cambio? ¿Todos somos propensos a tal variación?

La neurociencia ofrece una explicación de por qué el poder cambia a las personas. En un trabajo publicado en Journal of Experimental Psychology  destacan que, si la influencia social se nos sube a la cabeza, se debe a una variación que aparece en nuestro cerebro.

Los responsables de este estudio realizaron una serie de resonancias magnéticas a personas que ejercían el poder y, también, a quienes carecían de una posición elevada. Fue así como descubrieron un dato llamativo: quienes tienen un cargo elevado presentan una menor resonancia motora. Este mecanismo neurológico se activa al interaccionar con los demás.

Al parecer, quienes llegan a escalas destacadas de la sociedad dejan de reaccionar ante las necesidades, emociones y comportamientos ajenos. Puede tratarse de una característica recurrente y que se explicaría por la visión instrumental de lograr objetivos a toda costa, pasando, incluso, por encima de las realidades emocionales del entorno.

¿El poder cambia a las personas por igual? ¡Cuidado con los narcisistas!

¿Me sucedería a mí? ¿Podría mi mejor amigo, a quien tanto admiro, cambiar si logra una posición de poder? La respuesta no es sencilla, pero podemos aclararla. El poder cambia a las personas, aunque no en todos los casos esa variación da forma a comportamientos negativos o poco éticos.

Aquellos hombres y mujeres con firmes valores humanos, nobles principios, con una sólida empatía e inteligencia emocional, se convierten en buenos líderes. La influencia social les hará cambiar algunos aspectos y serán figuras orientadas a objetivos, pero sus esencias serán las mismas.

Ahora bien, hay excepciones. En la sociedad hay individuos con rasgos narcisistas que, por su personalidad, parecen perfectos para ostentar el poder. Pero es una trampa, darles cargos de relevancia no sería lo conveniente.

Estamos ante presencias que se crecen en estos puestos y que, en muchos casos, derivan en conductas altamente dañinas para el clima emocional y personal de toda organización.

Los narcisistas presentan ciertos rasgos que les facilitan el acceso a posiciones de relevancia. Una vez acceden a esos escalafones, desarrollan al máximo esas características que les son innatas, como la manipulación.

¿Qué podemos hacer para que el poder no nos cambie (demasiado)?

La vida da muchas vueltas y puede presentarse que, en algún momento, alcances un puesto de gran relevancia e influencia. ¿Qué hacer para que el poder no provoque estragos? Toma nota de las próximas claves:

  • Recuerda tus orígenes y ten contacto frecuente con las raíces propias.
  • Si el poder corrompe, mírate cada día en el espejo y pregúntate qué buena acción hiciste hoy. Valora si eres la persona que deseas ser.
  • El principal defecto de la persona poderosa es su escasa conexión emocional con los demás. Procura entrenarte en inteligencia emocional, así esta valía no se desgasta o se pierde.
  • Para que el poder no te convierta en alguien diferente, conviene tener cerca a alguien de confianza. Es de ayuda contar con personas que te conocen, demuestran buenos valores, sentido ético y asertividad para guiarte.

Por último, todos recordamos a Christian Bale en su papel de Patrick Bateman en American Psycho. Esa imagen es el extremo más adverso de lo que el poder hace a las personas. Está en ti crear mecanismos que filtren las personalidades aptas y adecuadas para liderar desde una pequeña empresa hasta un país.


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