Heráclito de Éfeso, biografía y principales ideas
Nuestra curiosidad sin límites nos lleva a indagar en figuras que vivieron hace muchos siglos. Este es el caso de Heráclito de Éfeso, un gran filósofo de la antigua Grecia. Las particularidades de sus postulados, así como su forma de interpretar el mundo y la sociedad de su tiempo, lo convierten en un personaje fascinante por descubrir.
En este artículo indagaremos la vida, obra y pensamiento de este filósofo presocrático. Asimismo, citaremos algunos de sus fragmentos para que conozcas de primera fuente las ideas y el estilo que él utilizó. ¡Comencemos!
¿Quién fue Heráclito de Éfeso?
Heráclito es considerado uno de los presocráticos más influyentes en la historia del pensamiento. Nació en el año 544 a. C. en Éfeso, situada en la costa de Jonia, actual Turquía. En ese momento, la ciudad estaba bajo el reinado de Darío.
Poco se sabe sobre la vida de este filósofo. Sin embargo, se conoce que creció en el seno de una familia aristocrática, parte de los miembros fundadores de la ciudad, cuyo creador fue Androclo.
Se cuenta que las ideas políticas de este intelectual lo llevaron a abandonar su tierra natal, ya que se encontraba en contra del avance democrático.
Así, migró hacia el templo de Artemisa, considerada como una de las siete maravillas de la antigüedad. Luego de pasar un tiempo allí, en soledad, se fue a vivir a los montes, donde se enfermó de hidropesía, dando fin a su vida.
El Oscuro
Su herencia aristocrática es muy importante para comprender por qué Heráclito era apodado como el Oscuro. Este sobrenombre se debe a su predilección por utilizar términos metafóricos o simbólicos en sus aforismos y paradojas.
Además, se cuenta que el filósofo sentía un gran desprecio hacia la humanidad. Inclusive, en algunos de sus fragmentos se puede observar esto. Por ejemplo, en el número 34, este personaje sostiene: «Estúpidos, aunque escuchan, son como los sordos. El proverbio los describe: aunque presentes, están ausentes».
En este sentido, es posible decir que la filosofía de Heráclito era solo para aquellos con la suficiente capacidad racional de comprender sus aforismos y metáforas.
Libros de Heráclito de Éfeso
No se puede afirmar o negar si Heráclito en verdad escribió libros. Esto porque nos separan muchos siglos y solo nos llegan destellos de sus ideas. No obstante, desde los tiempos de Aristóteles, se alude a la posible existencia de una obra de su autoría.
El gran historiador de la filosofía, Diógenes Laercio, atribuye a Heráclito de Éfeso una obra titulada De la naturaleza. La misma se cuenta que estaba dividida en tres partes, correspondientes a los temas que más abordó: el universo, la política y la teología.
Lo cierto es que conocemos de Heráclito gracias a los fragmentos que otros filósofos citaron en sus obras. Tal es el caso de Sexto Empírico, Plotino, Plutarco, Porfirio, Platón y Aristóteles.
Pensamiento de Heráclito de Éfeso
Podemos apreciar en los fragmentos que Heráclito nos dejó tres tesis distintas que conforman su pensamiento en el campo de la filosofía. La primera de ellas es la teoría del flujo o devenir, según la cual todos los elementos del mundo se encuentran en constante cambio.
En segundo lugar, sostiene que en los contrarios es posible encontrar la armonía y la unidad. Esta idea recibe el nombre de unidad de los contrarios.
La tercera propuesta se conoce como doctrina del monismo y argumenta que, detrás de la diversidad que nos rodea, se puede hallar una sustancia única. En este aspecto podemos referirnos al arjé de Heráclito.
Teoría del flujo o devenir
Al observar nuestro entorno, resulta innegable que las cosas evolucionan con el paso del tiempo. Heráclito fue astuto al inferir tal postulado mediante la deducción.
La teoría del flujo universal, conocida en griego como panta rhei, que significa «todo fluye» o «flujo universal», representa el primer momento reflexivo de este filósofo con base en la experiencia.
«Aguas distintas fluyen sobre los que entran dos veces en el mismo río».
Según esto, detrás de la aparente multiplicidad se esconde una unidad permanente que el filósofo denomina lógos o razón. La misma puede ser descubierta por medio de la autoconciencia, es decir, realizando un examen sobre nosotros mismos.
Unidad de los contrarios
A simple vista, el mundo que nos rodea parece estar en calma y armonía, a pesar de la multiplicidad que existe. No obstante, Heráclito pronto descubre que detrás de esta aparente quietud se esconde una tensión de los elementos opuestos. Es decir, cada cosa que apreciamos tiene en su ser constitutivo fuerzas que pugnan por dirigirse en lados contrarios.
«No comprenden cómo lo que está en lucha consigo mismo puede estar de acuerdo: unión de [fuerzas] contrarias, como el arco y la lira».
El ejemplo perfecto para ilustrar esto es el del arco y la lira que, dice el filósofo, simbolizan la totalidad del universo. Si vemos un arco y flecha, a primera vista nos parece un objeto estático; pero esto no es así, ya que en su constitución interna hay una continua tensión de lucha: las cuerdas se encuentran en permanente tensión, y esto no sería posible sin un arco que las sostenga.
Por eso, el pensador alude a una unidad, porque los opuestos forman un todo homogéneo en la que solo una inteligencia avisada puede apreciar lo uno y lo divergente.
¿Cuál es el arjé de Heráclito de Éfeso?
Heráclito postula que el fuego constituye la materia fundamental del universo, siendo la única sustancia de la cual todo surge. En este contexto, dicho fuego presenta dos aspectos distintos que lo hacen singular: el mundo se halla encendido, en llamas; el universo se apaga, extinguiéndose como las flamas vivas de este elemento.
«Este mundo, el mismo para todos, ningún dios ni hombre lo hizo. Sino que ha sido siempre y es y será un fuego siempre vivo, que se enciende según medidas y se apaga según medidas».
De esta manera, todo se encuentra en un equilibrio por medio de la tensión de los opuestos, necesaria para el mantenimiento del orden cósmico universal.
El lógos según Heráclito
Uno de los conceptos fundamentales del pensamiento de Heráclito es el lógos. Dar una definición precisa sobre esta idea es difícil, porque el estilo oracular del filósofo complica una interpretación unitaria. Ante ello, la Revista Internacional de Filosofía establece cuatro definiciones distintas sobre el lógos del heracliteísmo.
«No escuchándome a mí, sino al logos, es sabio confesar que todas las cosas son uno».
La primera definición se basa en una interpretación lingüística del término. Así, el lógos es entendido como un discurso o una palabra dicha para expresar y designar las cosas del mundo.
Una segunda definición considera al lógos como un discurso sagrado. Esto significa que su pronunciación esgrime una serie de preceptos y doctrinas que el mismo Heráclito utiliza para diferenciarse de otras predicaciones.
Por otro lado, este término puede interpretarse como una ley divina, es decir, un principio regulador del universo. De acuerdo con esto, existe una norma común a todos nosotros y todas las cosas que deben tenerse en cuenta. Asimismo, representa una pauta común que guía la conducta de los seres humanos.
Finalmente, el lógos es entendido como una armonía de las tensiones opuestas. En este sentido, hay que interpretar el término como una verdad revelada ante el espíritu del sabio. Porque, como se dijo en apartados anteriores, esta lucha de los opuestos no puede ser apreciada por medio de la experiencia. En su lugar, se trata de un trabajo racional y autoconciente de la persona que lo lleva a cabo.
Heráclito heredó importantes contribuciones filosóficas
Son varias las contribuciones de Heráclito en lo filosófico. Es uno de los primeros de los que contamos con material escrito. Aunque se trata de fragmentos, se puede apreciar una coherencia interna en su pensamiento.
Asimismo, con su trabajo, realizó una fuerte crítica a la sociedad de su tiempo, pues consideraba que las personas comunes y corrientes no eran capaces de interpretar su mensaje. A esto se debe la elección de un estilo aforístico y oracular, solo para entendidos.
También se posiciona como el primer filósofo que vinculó el mundo físico con algo más allá de ello, es decir, una razón ordenadora del cosmos que dicta su verdad a quien tiene la capacidad de verla. En consecuencia, no es de extrañar que, incluso siglos después, grandes pensadores como Nietzsche y Heidegger interpretaran y tomaran algunos aportes de este presocrático.
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