Infidelidad: ¿Somos infieles por naturaleza?

Infidelidad: ¿Somos infieles por naturaleza?
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 26 enero, 2019

La naturaleza no entiende de animales fieles o infieles, sino de perpetuación de una especie mediante el mayor número de combinaciones exitosas de ADN posibles. De esta manera, la vida se asegura la diversidad genética y el éxito.

Pero, ¿qué le ocurre, entonces, al ser humano que ha decidido durante milenios sacrificar la diversidad sexual y de pareja para forjar una relación estrictamente monógama? La respuesta, realmente, no tiene complejidad alguna y subyace del sentido común de alcanzar el porqué del matrimonio, el porqué del clan y, en definitiva, el porqué de la monogamia.

¿Por qué somos infieles?

La infidelidad no es un estado en sí mismo, ni una predisposición de zascandiles y malincuentes. Lo cierto es que la infidelidad es un mecanismo comúnmente asociado a la biología y, en contra de lo que se piensa, no únicamente a la biología masculina.

celos extremos

Tanto mujeres como hombres están programados para procrear igualmente, pero también para disfrutar de sus relaciones sexuales. Por esta razón es justamente por la que ambos fueron dotados de centros del placer. De una parte, para que las relaciones se dieran al tener una inmediata recompensa; de otra parte, para que se repitiera esta experiencia al tratarse de un medio natural de bienestar y liberación de endorfinas, las hormonas de la felicidad.

Sin embargo, la creación de las sociedades complejas trajo consigo un cambio revolucionario que ya se venía trazando desde largo tiempo atrás. Un cambio derivado de los numerosos problemas que existían como consecuencia de la poligamia tales como celos (muy vinculados a la posesión del sexo femenino por parte del sexo masculino), rivalidades y diversos problemas en los clanes.

Todo ello sin olvidar la incertidumbre que experimenta una sociedad en la que los vínculos se forman de manera natural, sin compromisos que aten a sus miembros de una manera legítima. Todo esto, como ya conocemos, ha cambiado a lo largo de la historia. Sin embargo, el papel de la familia y el nexo de unión del matrimonio “fiel” ha prevalecido hasta nuestros días. 

Infidelidades físicas, de todo menos naturales

pareja fiel

Que el sexo es un tema que para demasiadas personas todavía resulta controvertido no es ningún secreto. No es una excepción en el aspecto relacional humano en el que en pleno siglo XXI se mantiene un tupido velo sobre determinados términos como es el poliamor. Los denominados poliamorosos se jactan de poder compartir numerosas relaciones emotivo-eróticas sin demasiadas complicaciones.

Esta sigue siendo una tendencia minoritaria, puesto que todavía existen términos, como las infidelidades, que son coto privado del plano físico. De hecho, las personas pueden no considerarse infieles a sus compañeros aun habiendo mantenido una relación durante décadas en la cual sus sentimientos no eran fieles a al hombre o mujer con quienes compartían su vida.

Sería importante preguntarse si es posible que nuestro legado sociocultural se haya grabado a fuego en la mente colectiva con el carácter diabólico de la poligamia, poliandría y poliamoría, y que los responsables de la actual repulsión a la propia naturaleza humana no sean otros que los estratos sociales dominantes. Estratos que veían en el amor libre la destrucción del núcleo familiar, de ese núcleo familiar por el que los hombres toleraban largas jornadas laborales en situación de esclavitud y las mujeres décadas enteras dedicadas a la crianza de sus hijos y la servidumbre a sus maridos.

¿Y si llegamos a un acuerdo?

La psicóloga Angélica Romero (2007), de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, aporta una definición de infidelidad muy interesante. Según la autora, infidelidad significa hacer algo fuera de lo que dos personas han acordado como fidelidad, ya sea tener sexo con otra persona o bien involucrar energía emocional en otra relación”.

Este definición derrumba todas aquellas descripciones de infidelidad y la reduce a lo que las dos personas de una relación acuerdan. Sin duda, una definición muy sensata y muy ceñida a la realidad, ya que cada pareja es un mundo y entre ambos establecen las “normas” a seguir. Existen relaciones más abiertas a quienes no les importa que sus parejas tengan amantes. De esta forma, el concepto de infidelidad se establece entre ambos miembros de la pareja.

Helen Fisher (1992) también planteaba algo parecido, afirmaba que las relaciones fuera de la pareja “pueden ser o no consideradas como infidelidad, dependiendo del grupo en el que se sitúen dado que las tradiciones socio-culturales inciden en la definición y la actitud de las personas respecto a la infidelidad”. En este caso la autora hace más hincapié en las normas sociales y culturales de una época concreta. Sin duda, las teorías sobre la infidelidad apuntan a un comportamiento humano del que todavía queda mucho que investigar. ¿Somos infieles por naturaleza? Algún día, puede que la ciencia nos proporcione la respuesta definitiva.

 


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