Isadora Duncan, biografía de la fundadora de la danza moderna
Isadora Duncan fue una de esas mujeres que llegaron al mundo para romper esquemas. Se la considera fundadora de la danza moderna y una de las personalidades más fascinantes y revolucionarias del mundo artístico. Además, su vida y muerte se movieron dentro de las coordenadas de lo insólito.
La vida de Isadora Duncan también estuvo marcada por el dolor y la tragedia. Quienes la conocieron la describían como una mujer generosa y maternal. Para el público, siempre fue alguien que llevaba al límite la expresión de los sentimientos a través del cuerpo. Asimismo, era vista como una mujer que siempre dijo lo que pensaba.
“Mi lema: sin límites”.
-Isadora Duncan-
El estilo de danza de Isadora Duncan era puro sentimiento, se atrevió a romper con la rigidez de la danza clásica y ofrecer unos movimientos más genuinos.
En su autobiografía, dice que se enamoró del baile viendo el movimiento de las olas en el mar. Por eso, sus movimientos eran libres y fluidos, dotados de la máxima expresión emocional, como si se dejara envolver por el vaivén de las olas del mar.
Primeros años de vida
Su verdadero nombre era Dora Ángela Duncan; nació en San Francisco (Estados Unidos), el 27 de mayo de 1877. Su padre, Joseph Charles, era un banquero prestamista y su madre, Dora Gris, una profesora de música. Tuvieron cuatro hijos e Isadora era la menor. Siendo todavía muy pequeña, su padre los abandonó.
La familia pasó por grandes dificultades económicas. De esta manera, la madre de Isadora comenzó a impartir clases de piano con el fin de solventar los gastos; posteriormente, fundó una escuela de danza. Los dos hijos mayores colaboraban como profesores en la escuela de su madre. Con apenas 10 años, Isadora decidió interrumpir sus estudios y dar clases con sus hermanos a los alumnos más pequeños.
Más adelante, la familia se mudó a Chicago. Allí, Isadora estudió danza clásica. Pero un incendio dejó a la familia en la calle y, como consecuencia, tuvieron que mudarse de nuevo, esta vez, a Nueva York. En la gran ciudad, la joven Isadora consiguió hacerse un hueco en una compañía de teatro. En 1898, el padre, todavía ausente, murió trágicamente en un naufragio.
Isadora Duncan en Europa
Quizás por su admiración a los clásicos europeos de la música, Isadora Ducan se empeñó en viajar a Europa. Convenció a su familia para hacerlo a pesar de que, en aquel entonces, el movimiento migratorio se daba a la inversa: de Europa a Estados Unidos. Los Duncan se instalaron en Londres y, más adelante, en París.
Isadora dedicó mucho tiempo a la contemplación del arte griego en los grandes museos de Europa. Adoptó para su danza varias de las posturas que veía en las esculturas. Sus experiencias previas y estos hallazgos comenzaron a darle forma a su estilo, que cambió para siempre la historia de la danza.
Isadora Duncan comenzó a salir descalza a escena y solo cubierta por una túnica de estilo griego. También llevaba el cabello suelto y danzaba al ritmo de composiciones que no estaban hechas para el baile. Improvisaba y creaba en plena escena. Atrás quedaban los tutús, los velos y los movimientos rígidos de la danza clásica.
Una revolucionaria
Como era de esperar, en sus comienzos, fue duramente criticada. Sin embargo, en poco tiempo, despertó la admiración de los conocedores y los críticos. No solo era irreverente en el mundo de la danza, sino que también su vida personal estaba llena de escándalos para la época. Así, Isadora Duncan decidió olvidar las imposiciones del momento y ser madre soltera de dos hijos.
Tuvo muchos amantes, algunos de ellos muy famosos. También corrieron rumores acerca de su supuesta homosexualidad, pero no existe ninguna evidencia de que haya sido así. Resultó una personalidad tremendamente escandalosa para la época. En una ocasión, se quitó la túnica y expuso su pecho desafiando al público en torno a la autenticidad de su danza.
En Argentina, bailó el himno nacional del país en un bar. No era nada cuidadosa con sus finanzas y, como consecuencia, tuvo que pagar la cuenta de un hotel con un abrigo de piel y algunas joyas de su propiedad. En Estados Unidos, la apodaron despectivamente como ‘zorra comunista’, por una arenga que desgranó frente al público.
Un final trágico
El momento más difícil de su vida, sin duda alguna, tuvo lugar en 1913. Sus dos hijos, que todavía eran pequeños, murieron cuando el vehículo en el que viajaban tuvo un accidente en el río Sena, de París. Le llevó años superar esta tragedia, si es que, en algún momento de su vida, pudo superarla.
Isadora Duncan se hizo admiradora de la revolución rusa y fue invitada por el propio Lenin a vivir y crear en Rusia. Allí, conoció al poeta Serguéi Esenin, 17 años menor que ella, y se casó con él. El matrimonio duró poco, debido al alcoholismo de Esenin, que terminó aislado en un hospital psiquiátrico en el que se suicidó.
Dos años después, el 14 de septiembre de 1927, Isadora Duncan murió. Llevaba una larga chalina que le bordeada el cuello. Así se subió a un auto, con tan mala fortuna que la chalina se enredó en una de las llantas. Dicen que sus últimas palabras fueron “Me voy al amor”, haciendo alusión a una cita privada a la que acudía.
Irreverente, fascinante y, desde luego, atípica, Isadora Duncan es una de esas figuras inolvidables, que ha pasado a los anales de la historia por su habilidad para la danza, pero también por romper moldes. Moldes sociales que les imponían a las mujeres y moldes en el mundo artístico, concretamente, la rigidez de la danza.
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- Duncan, I. (2003). El arte de la danza y otros escritos (Vol. 19). Ediciones Akal.