Las emociones destructivas según Daniel Goleman
Uno de los libros más interesantes de Daniel Goleman es Emociones destructivas. En este trabajo, nos explica que cuando el Dalai Lama se reunió con él y un pequeño grupo de científicos y filósofos en la cumbre del Mind Life Institute, el mundo estaba a punto de cambiar. Solo unos meses después, sucederían los atentados del 11 de septiembre en Nueva York.
Ese libro fue el resultado de todas las conversaciones mantenidas con el líder espiritual, pero también de lo que se vivió después. ¿Por qué el ser humano es capaz de cometer actos violentos? Se preguntaron en aquella histórica reunión. ¿Por qué personas en apariencia inteligentes y racionales son capaces de llevar a cabo comportamientos destructivos?
Los psicólogos, psiquiatras, sociólogos y cualquier analista del comportamiento humano hablarían, sin duda, de la educación, del contexto, de la personalidad, hablarían de factores sociales y hasta de aspectos genéticos y cerebrales. Sin embargo, el Dalai Lama profundizó en un aspecto en el que Goleman sintió una especial sintonía: las emociones difíciles. Esas que a menudo se rigen por meros impulsos y que evidencian lo peor de nosotros mismos.
Mientras que desde la psicología podemos entender esas realidades como “emociones de valencia negativas”, el budismo las etiqueta como kleshas o impurezas, elementos perturbadores que envenenan la mente.
“Las emociones perturbadoras y las relaciones tóxicas han sido identificadas como factores de riesgo que favorecen la aparición de algunas enfermedades”.
-Daniel Goleman-
Una perspectiva espiritual
La primera pregunta que nos puede venir a la mente con este tema es, pero ¿realmente existen emociones destructivas? Desde el ámbito de la psicología emocional hay un aspecto en el que se incide a menudo: no hay emociones negativas.
Todo el espectro de nuestras emociones cumple un propósito; por tanto, no es del todo correcto asumir que hay emociones buenas y malas. El miedo, por ejemplo, garantiza la supervivencia, la tristeza nos insta a un periodo de introspección para aceptar ciertas realidades y cambiar otras.
Esos estados, algo más adversos y difíciles de asumir para el ser humano, tienen una importancia clave en nuestra conducta y también en nuestra supervivencia. Por tanto… ¿cuál era la finalidad de Daniel Goleman cuando escribió Emociones destructivas? Bien, en primer lugar, hay un aspecto que conviene clarificar.
Este libro se enmarca dentro enmarcado dentro de la práctica espiritual. Concretamente, en la perspectiva del Dalai Lama. Por ello, Goleman diferencia la visión occidental de las emociones y esa visión más filosófica y menos científica del budismo que. aún así, nos ofrece un valioso encuadre desde el cual reflexionar.
Es más, en aquellas charlas mantenidas con el Lama en el 2001, buena parte de esas mentes más rigurosas de occidente, se rindieron al enfoque del líder tibetano. Y lo hicieron por muy diversas razones.
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Emociones adversas: estados mentales que afectan a nuestras palabras y acciones
La filosofía budista nos revela que nuestras fuentes más comunes de sufrimiento e infelicidad, se integran en una serie de emociones adversas que nos hunden en el nihilismo, la ignorancia y el materialismo. Son, según el Dalai Lama, estados mentales que distorsionan nuestro diálogo interno, la forma en que nos comunicamos con los demás y también en nuestro comportamiento.
Ahora bien ¿cuáles son por tanto esas emociones tan adversas según el budismo? Son las siguientes:
1. El odio
El odio es la pulsión más básica, devastadora y primaria del ser humano. Trabajos de investigación como las realizados en la Universidad de Ámsterdam, por ejemplo, destacan que las personas odiamos a otras personas más por lo que son que por aquello que hacen. Odiamos por instinto, pero también por factores sociales y culturales, por esos sesgos que inocula a menudo nuestra educación
2. El enfado
El enfado, como el amor o el asco, conforma una de las emociones primarias del ser humano. Es clave para nuestra supervivencia porque nos permite reaccionar ante lo que no es justo o nos indigna. El problema es que muchas veces caemos en la trampa del enfado por el dominio del ego, la irracionalidad y la falta de una adecuada regulación emocional.
3. La frustración
Si hay un estado común que experimentan los niños es la frustración. Cuando el mundo no es como nosotros queremos nos dejamos atrapar por esos sentimientos incómodos y cargados de indignación que tanto nos limitan. La persona frustrada es alguien que no acepta lo que le envuelve y que se impide crecer, aplicar nuevas estrategias y avanzar como ser humano.
4. La ira
La ira nos impulsa a la lucha, al escape o a quedarnos quietos sin saber cómo reaccionar. Es una de las emociones destructivas más clásicas, porque se asocia con la violencia y la autodestrucción. Sin embargo, más allá del campo espiritual, la psicología la ve como una experiencia básica y necesaria. Gracias a ella actuamos ante las injusticias, pero siempre eso sí, que la regulemos bien y apliquemos adecuadas estrategias de actuación.
5. Los celos
Los celos nacen de la desconfianza y la necesidad de posesión. Tememos perder a quienes amamos y ello inocula en nuestra mente nuevas emociones destructivas, como son la ira y la frustración. Lejos de ser una muestra de amor revelan nuestra inmadurez, nuestra falta de confianza en los demás.
6. El orgullo
El orgullo o el ego evidencia dos polos. El positivo es aquel que nos permite ser custodios de nosotros mismos, valorando lo que somos, lo que tenemos y somos capaces de hacer. Sin embargo, el ser humano se deja arrastrar con frecuencia por ese ego que alimenta el narcisismo, y que sienta las bases de la prepotencia y el egoísmo.
7. Envida
Querer lo que tiene el otro, detestar al otro porque es lo que uno desearía ser. ¿No es eso uno de los rasgos más débiles y problemáticos del ser humano? En efecto, entre las emociones destructivas está sin duda esa experiencia interna dominada por el dolor al sentir o tener lo que poseen los demás. En lugar de trabajar en aquello que deseamos, nos posicionamos en el odio al otro.
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Los cuatro antídotos
Desde un punto de vista científico, cabe señalar que el Dalai Lama no se equivoca demasiado si tenemos en cuenta un aspecto. Hay emociones efectivamente destructivas que nos distorsionan y roban nuestro potencial humano. También nuestra salud.
Un ejemplo, según nos explica un estudio llevado a cabo en la Universidad de Sydney el riesgo de sufrir un ataque al corazón es de 8,5 veces más alto en las dos horas después de experimentar una ira intensa y desmedida. Es algo que debemos tener en cuenta.
El budismo y la psicología han unido sus campos muchas veces para ofrecernos nuevas perspectivas desde las cuales, promover el bienestar. De hecho, fue en la década de los 60 cuando se inició ese diálogo entre budismo y las ciencias occidentales. Trabajos com los de Erich Fromm y Carl Gustav Jung, por ejemplo, iniciaron ese camino. El cual, más tarde, culminaría con las reuniones del Dalai Lama con figuras como Daniel Goleman, Paul Ekman, Richard J. Davidson y Matthieu Ricard, etc.
En todo ese espacio de conexión y aprendizaje, se ha reflexionado siempre sobre conceptos como la maldad, el sufrimiento y la felicidad. Así, algo interesante que transmite siempre el budismo es que existen “antídotos” para los kleshas, para esas emociones destructivas que envenenan nuestra mente. Son los siguientes:
- El amor bondadoso (maitri; byams pa).
- La compasión (karuna; snying rje).
- La alegría empática (mudita; dga’ba).
- La humildad (upeksha; btang snyom).
Los beneficios de la meditación para dominar las emociones difíciles
Para la filosofía budista, la meditación es algo habitual para entrenar la mente y lograr con ello, un estado de calma, un mejor equilibrio y la apreciación del instante presente. Estudios como el llevado a cabo por el doctor Richard Davidson de la Universidad de Wisconsin-Madison, han sido clave para demostrar los grandes beneficios de esta práctica.
El trabajo del doctor Davidson ha durado más de tres décadas y en él, pone en evidencia cómo la meditación favorece la neuroplasticidad y genera cambios muy positivos en nuestro cerebro. Se reduce el estrés, mejoramos la atención, la creatividad, la gestión emocional…
Tanto es así, que el propio Daniel Goleman no ha dudado en dedicarle a este tema más de un libro, como el publicado hace dos años titulado Iniciación al mindfulness.
Para concluir, las emociones destructivas son básicamente estados internos que ponen límites en nuestro potencial, en nuestro bienestar y que, además, afloran lo peor de nosotros mismos. Tanto el budismo como la psicología moderna están de acuerdo en un aspecto: en nuestra mano está controlar esos impulsos, esas tormentas internas. Tenemos recursos y podemos hacerlo.
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- Goleman, Daniel (2002) Emociones destructivas. Kairos
- Galdston R. The longest pleasure: a psychoanalytic study of hatred. Int J Psychoanal. 1987;68 ( Pt 3):371-8. PMID: 3667085.