Los diferentes tipos de atracción que podemos experimentar
A lo largo de nuestra vida, vamos a experimentar diferentes tipos de atracción y no todas, pasan por el filtro de lo sexual. Nuestra forma de conectar con los demás va mucho más allá de la piel y de una imagen. El ser humano es tan rico y excepcional en todos sus matices que es inevitable quedarse prendado de más de una faceta.
Comprender un poco mejor la psicología de la atracción nos ayudará a conocernos y saber cómo funcionan nuestros mecanismos emocionales. Decimos esto por un aspecto muy claro: a veces confundimos diferentes estilos de atracción con el amor, cuando en realidad, uno puede tener interés por alguien en un aspecto determinado sin necesidad de que exista enamoramiento. Profundicemos un poco más en el tema.
¿Qué es la atracción y qué tipos existen?
La atracción es un fenómeno social que nos impulsa a conectar con otros, a vincularnos y establecer relaciones de diferente tipo e intensidad. No existe una única clase de atracción, sino que hay varias de ellas. Según su naturaleza, entre otras variables, encontramos hasta ocho formas. ¡Vamos a conocerlas!
1. Atracción sexual (física)
Entre los diferentes tipos de atracción que existen, la sexual es la más conocida por todos. En esta tipología se entremezcla el deseo sexual, la necesidad de cercanía y en especial, de contacto físico. Un dato curioso es que el uso de anticonceptivos orales altera la atracción física.
Este tipo de fascinación puede ser la más intensa, pero por profunda que sea, no es siempre la más duradera. Además, entran en juego una serie de elementos neuroquímicos y hormonales concretos. Por ejemplo la dopamina, la oxitocina, adrenalina y la feniletilamina.
Puede surgir de forma independiente (sin necesidad de enamoramiento) o en combinación con la atracción romántica, formando así la base del amor. De hecho, la atracción física es un elemento clave al momento de elegir pareja, como menciona una publicación en PloS one.
Atracción sexual subjetiva
Es la atracción que sentimos hacia alguien que nos gusta por su físico. Nos hace querer tener sexo con esa persona, explorar su cuerpo, conocerla más a fondo en ese sentido. Es un tipo de atracción que quizás cambia con el paso del tiempo en función de distintas variables, como la propia evolución de la relación.
Atracción sexual objetiva
Esta conlleva el hecho de pensar que alguien es atractivo de manera física. Sin embargo, no es necesario que deseemos mantener contacto íntimo con tal persona.
2. Atracción romántica
La atracción romántica es, por encima de todo, un impulso por estar cerca de alguien para compartir experiencias, momentos y la vida misma… Es proximidad, es afecto, es admiración y es cariño.
En ocasiones, puede darse la siguiente situación: una pareja ve cómo se apaga la llama del deseo sexual y la pasión, pero, aun así, sigue unida por ese vínculo romántico capaz de sostener y alimentar la relación.
3. Atracción sentimental
Con base en la idea anterior, la atracción sentimental es aquella que se enfoca solo en las emociones de la otra persona. Es el sustento que da vida a las relaciones interpersonales a largo plazo, en parte porque no se basa en el físico o en la apariencia. Esta atracción tiene en cuenta el valor interior de las personas, hasta el punto que se llega a establecer una afinidad o conexión por saber más de ellas.
4. Atracción de la amistad
Esta es, sin duda, una que todos hemos vivido en piel propia más de una vez. Hay personas que nos atraen más que otras para mantener con ellas un lazo de amistad, sin fines románticos o sexuales.
Aunque una buena amistad puede tardar años en establecerse, lo cierto es que la conexión inicial suele ocurrir con rapidez. Esto se denomina «química de la amistad» o friendship chemistry, a la que apunta un artículo en The Social Science Journal.
5. Atracción basada en la cercanía
La familiaridad y la interacción constante propicia un mayor apego emocional. La atracción basada en la cercanía es entonces aquella que se asocia con la famosa frase «el roce hace el cariño». Se relaciona también con la atracción sentimental y podemos sentirla por muchas personas: familiares, amigos, vecinos, pareja y hasta por las mascotas.
6. Atracción intelectual
La atracción intelectual queda integrada bajo un término muy conocido ya; los sapiosexuales. Es decir, personas que se sienten atraídas por la inteligencia ajena. Cuando ocurre, sentimos que el otro nos gusta «por dentro»; nos gustan sus ideas o argumentos, tanto que quedamos rendidos ante una conversación profunda e interesante con alguien.
En este caso, hay también un componente sexual. Al atraernos la forma de pensar y comunicar de la otra persona, se nos despierta a su vez un deseo sexual.
7. Atracción estética
Define esa admiración que le tenemos a alguien derivada de su aspecto, por su estilo, por su forma de moverse y de expresarse. La atracción estética no despierta, necesariamente, el deseo sexual ni sentimientos románticos. Tampoco tiene por qué vincularse al aspecto físico de forma única.
Va más allá y engloba distintos aspectos de su apariencia, como por ejemplo su forma de vestir. Es un tipo de admiración que a menudo podemos sentir por un ícono de la moda, de la televisión o la música.
8. Atracción sensual (o sensorial)
Otro tipo de atracción, quizá menos conocida, es la sensual o sensorial. Está ligada con el deseo de tocar a alguien, de acariciarlo, de abrazarlo y de mimarle. Suele sucedernos con nuestra pareja e hijos. Sin embargo, no solo las personas pueden generarnos este tipo de interés, sino también los objetos, el arte, los animales o todo aquello que nos parezca bello.
Un aspecto inherente a la humanidad
La atracción nos acompaña a lo largo de todas las etapas de la vida, desde la más temprana infancia hasta la vejez. Es inherente a la naturaleza humana, ya que es una condición indispensable para la perpetuación de la especie, tal como se menciona en un trabajo difundido en la Revista Psicología.
Es como una fuerza que nos impulsa a buscar conexiones significativas y a explorar el mundo que nos rodea en busca de lo que resuena con nuestra percepción de lo bello, interesante o auténtico. Aquello que sentimos que está en sintonía con nuestra esencia.
Al ser seres sociales, la necesidad de vincularnos con los demás está arraigada en nuestra naturaleza. Este impulso nos lleva a sentir atracción hacia diversas personas, manifestándose en diferentes formas en intensidades. Puede ser la risa contagiosa de un amigo, la sabiduría de un mentor o el magnetismo que sentimos hacia alguien cuya presencia nos resulta atractiva.
En definitiva, la diversidad de estas atracciones enriquece nuestras relaciones y contribuye a la complejidad de nuestra experiencia humana. Además, todos somos dignos de ser admirados, de generar atracción.
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