Mi pareja no me demuestra afecto, ¿qué ocurre?
Para que una relación de pareja sea exitosa no solo es necesario que las dos personas se amen, sino también que ese amor sea claramente comunicado; o, mejor dicho, que sea percibido.
Muchas personas afirman adorar a su compañero o compañera sentimental y sentirse muy felices y satisfechas con su vínculo y, sin embargo, la otra parte no se siente arropada ni valorada en la relación. Así, si siento que mi pareja no me demuestra afecto, es importante que analice lo que está ocurriendo.
En realidad se trata de una situación compleja en la que pueden influir multitud de variables. Lo más común es pensar que el amor se ha terminado, que hemos hecho algo mal o que nuestra pareja tiene a otra persona. Sin embargo, puede que se trate de un problema de comunicación o de una situación personal que interfiere en el vínculo. Veamos a continuación las principales explicaciones.
¿Por qué mi pareja no me demuestra afecto?
Hay muchas razones por las que alguien puede llegar a sentir que su pareja no le demuestra afecto. Tal vez eche en falta más contacto físico, un mayor compromiso o una actitud más dulce y empática.
En realidad, las expectativas que cada uno tenemos son diferentes y por ello nuestras percepciones también lo son. Aún así, probablemente esa sensación se deba a alguno de los siguientes motivos.
1. Diferentes lenguajes del amor
Este es un punto clave que siempre debemos plantearnos antes de comenzar a pensar lo peor. Y es que cada ser humano tiene una forma diferente de expresar afecto, y esta no siempre coincide con la de su pareja.
Hay quienes ofrecen y necesitan abrazos y besos, y otros a quienes les llena más la compañía y el tiempo de calidad compartido. Para algunas personas los regalos son sinónimos de afecto, y para otras lo son aquellos pequeños gestos y favores cotidianos que la pareja hace por nosotros sin pedírselo.
Si siento que mi pareja no me demuestra afecto, tal vez simplemente lo hace en un lenguaje diferente al mío. Así, aprender a identificar y valorar su propia forma de demostrarlo puede ser un excelente primer paso.
2. Estilos de apego y vinculación
La forma y el grado en que ofrecemos afecto depende mucho de nuestras experiencias pasadas, tanto con nuestros progenitores como con amigos, compañeros y parejas anteriores. Todo lo que vivimos nos moldea, pero es especialmente crucial el vínculo de apego que establecemos en la infancia y que repetimos y perpetuamos en las relaciones adultas.
Si tu pareja muestra un estilo de apego evitativo, probablemente le costará expresar abiertamente su afecto y tal vez se muestre huidiza y fría en ocasiones. Esto se debe a un miedo a ser vulnerable y a depender emocionalmente de otro ser humano, pero no significa que no exista amor.
Por otra parte, las dificultades aumentan si tú mismo presentas un estilo de apego ansioso. En este caso, es probable que necesites confirmaciones constantes de ese afecto y que tiendas a sentirte inseguro ante cada mínimo cambio en la actitud de tu pareja. Así, quizá no se trate de que no te muestre afecto, sino de que tu carencia infantil te hace sentir que nunca es suficiente.
3. Objetivos y expectativas
Manejar unas expectativas realistas y ajustadas en la pareja es fundamental para evitar sufrimiento y frustraciones. Y es que, con frecuencia, cuando sentimos que el otro no nos ama es porque no hemos dejado en claro qué espera cada uno del vínculo. Tal vez uno de los dos esté más implicado que el otro, busque un mayor compromiso o necesite dar ciertos pasos en la relación que el otro no desea tomar.
Esto no significa que esta persona no sienta amor, sino que sigue otro ritmo y tiene una percepción y una proyección diferente de la relación. Así, clarificar los objetivos individuales y ponerlos en común es importante para evitar malentendidos.
4. Estrés y circunstancias personales
Todos somos humanos y es inevitable que lo que nos sucede en ciertas áreas de nuestra vida termine afectando al resto. Así, si estamos experimentando estrés laboral, problemas familiares o dificultades de cualquier índole a nivel personal, probablemente nuestra relación de pareja se vea afectada.
Esto es especialmente cierto para las personas poco comunicativas, que en lugar de compartir sus inquietudes con el compañero sentimental optan por aislarse y encerrarse en sí mismas. Esta falta de diálogo puede llevar al otro a pensar que ese cambio en el estado de ánimo se debe a una falta de amor o a un problema en la relación cuando, ciertamente, esto no es así.
5. Dificultades en la pareja
No podemos ignorar el hecho de que, en ocasiones, cuando la otra persona no demuestra afecto es porque realmente ya no lo siente así. Con frecuencia, la rutina, las obligaciones cotidianas y el paso de los años deterioran los vínculos, hacen que los miembros de la pareja den por sentada la relación y dejen de cultivarla; así, la llama se apaga y la complicidad se convierte en distancia emocional.
Es evidente que, ante esta situación, las muestras de afecto serán menores. Pero tal vez esta sea la señal que indique que es necesario volver a trabajar en el vínculo, y no necesariamente que este deba llegar a su fin.
6. Falta de asertividad
Por último, es posible que la falta de afecto sea consecuencia de un deseo no expresado de terminar la relación. Poner fin a un vínculo no es sencillo y algunas personas, por temor al conflicto, por no querer dañar al otro o por no encontrar el momento apropiado para comunicarse, optan por adoptar actitudes pasivo-agresivas como la frialdad y la progresiva indiferencia. De este modo, esperan que el otro se dé cuenta de lo que sucede y termine la relación por ellos.
Si mi pareja no me demuestra afecto, he de tomar las riendas
Como ves, los casos pueden ser muy variados y las causas muy diversas. No es posible ofrecer una única explicación válida para todas las situaciones. Sin embargo, sea cual sea el motivo subyacente es importante no dejarlo pasar.
Sentirse poco amado, poco valorado, rechazado o incomprendido en el seno de la pareja es sumamente doloroso, desgastante y perjudicial. Por ello, es fundamental establecer una comunicación abierta y honesta, hacer las preguntas incómodas, estar dispuestos a escuchar las respuestas y a realizar cambios. Estos pueden pasar por modificar actitudes propias, por negociar y llegar a acuerdos o incluso por disolver la relación.
Llevar a cabo este proceso no es sencillo; por tanto, recurrir a la ayuda profesional puede ser una excelente alternativa para analizar la situación y poder tomar las medidas oportunas.
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