El papel de los padres en los trastornos de alimentación
Forzar a comer, castigar, enfadarse… En definitiva, no entender lo que les está ocurriendo a los más pequeños. Muchos padres no saben qué hacer cuando sospechan que alguno de sus hijos puede tener alguno de los llamados trastornos de alimentación. En primer lugar, muchos optan por la negación, considerando que es imposible que lo que está sucediendo precisamente esté sucediendo. Y es que el papel de los padres en los trastornos de alimentación es muy complicado.
A sus hijos no les pasan esas cosas, imposible que puedan sufrir bulimia o anorexia. Esta actitud es contraproducente cuando existe una sospecha fundada, ya que la negación puede retrasar el diagnóstico y complicar la intervención. Tampoco tenemos que culpabilizarles, el miedo es una emoción común y a todos nos influye de una manera o de otra. Que acudan tarde a consulta no significa que no quieran lo mejor para sus hijos.
Por otro lado, la adolescencia es una etapa que puede ser muy difícil. Los cambios que sufren los jóvenes pueden originar conflictos tanto internos como en el entorno, mezclándose en muchas ocasiones y proyectando esa sensación de falta de sentido y ubicación tan característica de esta etapa. Gritos, peleas, falta de entendimiento, frases como “eso son tonterías de adolescente” y hartazgo por una inestabilidad sostenida en el tiempo, junto a la presión social que existe en muchos casos, provoca que muchos trastornos de alimentación sean diagnosticados tarde.
El papel de los padres en los trastornos de alimentación es muy complicado. En un primer lugar, tiene que lidiar con la aceptación de lo ocurrido y luego, poner en marcha estrategias que ayuden a sus hijos.
Dinámica familiar y papel de los padres en los trastornos de alimentación
Son varios los estudios que han analizado la influencia de la dinámica familiar -ya no solo el papel de los padres- en los trastornos de alimentación. Munichin et al., por ejemplo, en su publicación Psychosomatic families: Anorexia nervosa in context intentaron encontrar patrones comunes en aquellas familias en las que se había registrado al menos un caso de anorexia nerviosa.
Los resultados arrojaron luz sobre las dinámicas familiares que solían predominar. Algunas de ellas eran patrones de apego inseguro, la sobre-protección, la rigidez, la falta de comunicación y el hecho de involucrar a los hijos en los conflictos parentales.
“Un 11% de las chicas y chicos adolescentes están en riesgo de sufrir un trastorno de la conducta alimentaria”
-Datos de la Fundación Abb-
De igual manera, otro estudio realizado por Selvini, Self-Starvation descubrió que las familias que tenían una hija anoréxica presentaban las siguientes características:
- Problemas de comunicación, no escuchando y rechazando la comunicación del otro.
- Los padres no asumen ni liderazgo ni responsabilidad.
- Existen carencias importantes en la relación que mantienen los padres.
- La desilusión e infelicidad de la relación de los padres se oculta tras la fachada mal elaborada, de manera que los niños perciben y toman parte en los problemas de pareja.
Estos estudios se han centrado en la anorexia; sin embargo, quizás la información que han puesto sobre la mesa podría ser aplicable a otro tipo de trastornos, como la bulimia. Así, la dinámica familiar y el papel de los padres en los trastornos de alimentación se presentan como factores muy importantes. Sin embargo… ¿es el único?
¿Por qué se dan los trastornos de alimentación?
Sería un error hacer solo responsable a la familia de los trastornos de alimentación que sufren los jóvenes. Aunque como hemos visto, la dinámica familiar y el papel de los padres en los trastornos de alimentación es muy importante, no es menos cierto que los jóvenes también pueden sufrir algún trastorno de la alimentación en una familia en la que no existan los condicionantes anteriormente mencionados.
Otro de los factores de riesgo, a su vez común en muchos jóvenes, es la falta de una buena autoestima. Es más, la baja autoestima, especialmente cuando está relacionada con la imagen corporal, puede ser el factor que más pese en el desarrollo del trastorno.
“¿Desde cuándo buscar la perfección se convirtió en algo que nos trae tanto sufrimiento?”
-Anónimo-
Trastornos como la depresión o el trastorno bipolar pueden hacer que el joven utilice la alimentación como premio o castigo de manera sistemática; componiendo finalmente una dieta muy dañina para su cuerpo, basada en periodos que alternan grandes atracones con fuertes restricciones.
El papel de los padres en los trastornos de alimentación puede ser muy difícil, pues los adolescentes pueden encerrarse en sí mismos, no comunicarse y no atender a razones. Sin embargo, reñirles, castigarlos y no entender lo qué les ocurre puede empeorar la situación. Por eso, es importante saber cómo actuar en estos casos.
El gran apoyo de los padres en los trastornos de alimentación
Los padres pueden ser un gran apoyo para cualquier joven que esté pasando por un trastorno de alimentación, aunque también puede ser el peso que les termine de hundir en caso de que no actúen de la forma más acertada. Son los que más posibilidades tienen de ayudar porque suelen ser lo que mejor conocen los patrones de sus hijos, de manera que son los más cercanos para detectar cualquier cambio que se produzca, en este caso en la alimentación. De una manera u otra, ante la duda, lo mejor es acudir a un profesional.
Una vez realizada la evaluación y establecido el diagnóstico, en caso de encontrarnos ante un trastorno de la alimentación, los sentimientos de frustración e impotencia son normales. Los padres pueden sentir que no se producen avances, que estos son muy lentos o que incluso hay retrocesos. Incluso pueden llegar a culpar a su hijo, sin entender que probablemente el que peor lo está pasando es él.
Por otro lado, no es raro que los padres tengan que soportar rechazos y desplantes continuos, ya que su hijo en muchas ocasiones no es receptivo a las medidas que se toman por su bien. De ahí lo importante de no solo dirigir junto con el profesional, sino también de explicar; evitar caer en la tentación de tratar a alguien como un niño cuando ya no lo es.
Es muy necesario que los padres se mantengan unidos, que se apoyen mutuamente y que expresen sus emociones. También, es importante que sigan las pautas establecidas por el profesional o cambien de profesional en caso de no confiar en este. Lo prohibido en cualquier caso es tratar de salir de la situación de manera autónoma, ya que en la mayoría de los casos los padres no cuentan con el conocimiento o los recursos necesarios para hacerlo, por mucho que no les falte voluntad y ganas.
Otra de las pautas importantes para los padres que tienen que ayudar a un hijo con un trastorno de la alimentación es no hacer del trastorno el centro de la vida de todos. Es importante, sí. Pero el joven que tiene el problema es mucho más que el problema en sí. Es alguien con sueños, con esperanzas, con sentimientos originados en otro lugar… No minimizar el “resto de la vida” es de hecho muchas veces el impulso para salir de esta situación.
La postura contraria tampoco está en la guías de pautas para padres. Cuando el joven no cumple con una de las pautas establecidas hay que abrir un diálogo y cerrarlo, de manera que no se vuelva a repetir. En caso necesario, este intercambio debe ser corrector, pero también motivador. Los objetivos son dos: conseguir el compromiso del adolescente y que este salga del intercambio con la motivación suficiente como para cumplirlo. No podemos permitir que él se rinda, no es una opción.
Como hemos visto, el papel el de los padres en los trastornos de alimentación es muy importante. Son una piedra angular para el futuro de su hijo y están obligados, por lo complicado del reto que enfrentan, a pedir ayuda a un profesional. En primer lugar para la evaluación, y si las sospechas se confirman, para la intervención. Incluso con la ayuda de un profesional es un proceso largo, que requiere de tanta paciencia como inteligencia, de tanto amor como voluntad. Dicho esto, desde aquí mandar un montón de ánimos y fuerzas a aquellas personas que están pasando por momentos como los que hemos relatado.
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- Rosman, B.L., Baker, L., Minuchin S., Psychosomatic Families: Anorexia Nervosa in Context, Harvard University Press, 1978.
- Palazzoli, M.S., Self-starvation: From Individual to Family Therapy in the Treatment of Anorexia Nervosa, J. Aronson, 1996.