Persépolis, la otra verdad
¿Qué sabemos en Occidente del resto del mundo? No es necesario un análisis profundo para identificar en nuestro entorno una tendencia muy marcada a ignorar lo que ocurre lejos del mundo occidental. Así, podríamos decir que existe un desconocimiento casi total de la realidad de otros países, lo que daría lugar a un buen número de prejuicios. Occidente, para la mayoría de nuestras retinas, es lo positivo, “lo bueno”, el ejemplo a seguir. En esta línea, Marjane Satrapi plasmó esta realidad tan desconocida para muchos en su obra autobiográfica Persépolis.
Hablamos de una novela gráfica en la que narra los cambios sufridos en su país, Irán, y en su propia persona desde finales de los 70. Persépolis se llevó a la gran pantalla en el año 2007, una adaptación que recibió el aplauso de la crítica en el Festival de Cannes. Marjane era todavía una niña cuando comenzó la Revolución islámica de 1979, pertenecía a una familia acomodada de ideología progresista, acudió al Liceo Francés de Teherán y, posteriormente, continuó sus estudios en Viena.
En Europa, el eurocentrismo reina desde hace siglos, somos el centro del mundo, el origen de la historia y de la cultura. Los países occidentales ya no solo se corresponden a una posición puramente geográfica, sino que llamamos occidental a todo aquel país que, por la colonización, ha adoptado una cultura mayoritariamente europea.
La historia, narrada desde el punto de vista de Marjane, supone el descubrimiento de una situación de la que somos totalmente desconocedores en Occidente. Nos muestra cómo evolucionó la sociedad iraní, cómo adquirió el carácter islamista que conocemos hoy en día, las consecuencias de la guerra y pone en tela de juicio la mirada occidental.
A pesar de comenzar como la historia de una niña, la seriedad se hace evidente ya en la ausencia de color, siendo una novela en blanco y negro. A medida que Marjane va creciendo y va avanzando la revolución, Persépolis va adquiriendo un tono más dramático, más trágico. Marjane se hace consciente de lo que ocurre en su país y nosotros, como lectores o espectadores, nos damos cuenta de lo poco que sabemos y lo mucho que nos queda por aprender.
Desde la inocencia de una niña, vemos la crueldad de la humanidad, la peligrosidad de las ideas, el dolor de la represión y los altibajos de una revolución. Persépolis nos abre la verdad detrás de la historia, la historia vivida por el pueblo y no por los líderes políticos o de guerra. Una verdad no universal, pues no se aleja de la subjetividad; al fin y al cabo, se trata de un punto de vista, de una realidad individual: la de Marjane.
Persépolis, descubriendo otra realidad
El Irán de finales de los 70 que nos presenta Marjane es muy distinto al que podíamos imaginar, pues se parece bastante a cualquier país europeo. La familia de Marjane es progresista, cree en la revolución y en la caída del Sha; ninguna de las mujeres de su entorno usa velo, todos acuden a fiestas.
Aunque Marjane siempre ha estado en contacto con la religión, asiste a una escuela laica en la que niños y niñas van juntos a clase. La familia de Marjane pertenece a una clase acomodada: la realidad que nos dibuja, seguramente, no se corresponda con la de la mayoría de la población.
Marjane, al principio, no comprende la revolución, en la escuela le han enseñado que el Sha fue elegido por Dios y no entiende por qué su familia no lo apoya; por ello, se interesa por conocer un poco más la historia de sus antepasados. La revolución era una promesa de libertad, de poner fin a una era de sucesiones hereditarias y de que, al fin, triunfase la república. Sin embargo, no fue como muchos esperaban y terminó por tomar un cauce muy distinto al original.
Pese a su corta edad, Marjane comienza a apoyar la revolución, se documenta y lee infinidad de libros, escucha las historias de su familia, etc. Pero lo que realmente hace que tome la decisión de apoyar a los revolucionarios es la diferencia de clases, algo que incluso su familia parecía pasar por alto.
La familia Satrapi vive junto a una criada, una joven de origen muy humilde, analfabeta y que, desde muy corta edad, tuvo que ocuparse de Marjane. Ambas crecieron muy unidas y Marjane siempre sentía lástima porque ella no comía junto a su familia; la revolución supone para Marjane el fin de las clases sociales, la igualdad de todas las personas. Al ser una niña, no tiene prejuicios y su visión es más abierta que la de sus padres, siente vergüenza al pasear en el Cadillac de su padre mientras otros niños tienen que trabajar.
La revolución tomó un rumbo inesperado y pasó a ser una revolución islámica; el miedo comenzó a apoderarse de gran parte de la población y Marjane tuvo que despedirse de algunos amigos y familiares que decidieron emigrar a otros países. Pronto, las escuelas dejaron de ser laicas y mixtas y las niñas se vieron obligadas a utilizar el velo.
Todos estos cambios, unidos a la guerra Irán-Iraq, hicieron que Marjane perdiera muy pronto su inocencia infantil, que muy pronto tuviera que viajar a Europa para poder continuar con sus estudios. Su privilegiada posición social y sus años de estudio en un liceo francés facilitaron que pudiera acudir a una escuela francesa de Viena.
La llegada a Europa
La llegada a Europa no fue fácil, desconocía el idioma y escapaba de una guerra. Los más progresistas parecían mostrar cierta fascinación por la historia de Marjane, pero era una fascinación egoísta, centrada en las apariencias y en satisfacer su propia curiosidad, sin alejarse nunca de su comodidad europea. Al mismo tiempo, tuvo que enfrentarse a las miradas críticas de los más conservadores y reacios a conocer otras culturas, llegando a mentir sobre su nacionalidad.
Marjane no encajaba en Europa y regresó a su país de origen, pero allí tampoco encajaba. No había vivido lo peor de la guerra, no había vivido el sufrimiento de sus vecinos y amigos, sus problemas se habían “occidentalizado”. Se graduó en bellas artes y trató de establecer su vida nuevamente en Teherán, aunque sin demasiado éxito, por lo que posteriormente se trasladó a París. En Persépolis, plasmó su propia perspectiva de la revolución, de la guerra, de la emigración y posterior adaptación a un país que no es el suyo, a una cultura y a unas personas que tampoco facilitaron esa integración.
En Europa, tratará de buscar personas que compartan sus ideales, sin embargo, se topará con una realidad distinta a la que ella conocía y descubrirá que esas ideas se defienden de forma muy distinta, de un modo mucho más superficial y desde la comodidad.
La visión de Satrapi en Persépolis no es objetiva, pues se trata de una obra autobiográfica, pero lo cierto es que propone una reflexión: existe un total desconocimiento desde Occidente hacia el resto del mundo, unos prejuicios muy asentados y tendemos a la crítica desde la ignorancia.
Algo que tampoco es tan distinto en el mundo del que proviene Marjane, pues sus padres, pese a sus ideas progresistas, apoyaron a aquellos que acabaron con sus libertades y predicaban la igualdad cuando tenían una criada e infinidad de privilegios.
Satrapi nos pone a todos en tela de juicio desde la mirada atenta de una niña; Persépolis conforma este Bildungsroman (novela de aprendizaje) del que todos podemos sacar una lección, una evolución. Igual que la propia Marjane, que va formando su opinión conforme va creciendo y comprendiendo el mundo: desde la utopía infantil hasta la cruda realidad. Quizás, el mundo sería más sencillo si todos conservásemos un poco de esa inocencia infantil que hemos ido perdiendo.
“Teníamos tantas ansias de libertad que olvidamos que no éramos libres”
-Persépolis-