Personalidad, carácter y temperamento: ¿en qué se diferencian?
Personalidad, temperamento y carácter son tres conceptos que se usan para expresar maneras de pensar, sentir y actuar, por lo que están muy relacionados. A menudo, esta afinidad nos lleva a cometer el error de usarlos como sinónimos. Sin embargo, no lo son.
Vayamos al grano: el temperamento está determinado por nuestra herencia genética mientras que el carácter lo forjamos a partir de lo que vivimos. ¿Y qué hay de la personalidad? Bueno, engloba ambos aspectos y da como resultado un sistema complejo y dinámico.
Explorando cada concepto
Para comprender las diferencias entre la personalidad, el temperamento y el carácter, necesitamos antes definir los conceptos. Dado que son elementos psicológicos complejos, su definición no es tan simple e incluso puede variar entre expertos del área. Sin embargo, vamos a explorar estos términos de la forma más clara posible, junto a sus variantes.
Temperamento: la dimensión biológica
Es la faceta hereditaria e innata de la personalidad. Entran en juego los genes, que marcan el funcionamiento del sistema nervioso y endócrino. El temperamento es la reacción espontánea que una persona expresa ante un estímulo.
En la Antigua Grecia, Hipócrates consideraba que el estado de salud dependía del equilibrio entre 4 tipos de sustancias: bilis amarilla, bilis negra, flema y sangre. Las llamó humores corporales. Siglos más tarde, Galeno de Pérgamo, tomó esta idea para categorizar a las personas según su tipo de temperamento predominante. Con ellos, distinguió 4 clases de personas:
- Humor sanguíneo (sangre): alegres, optimistas y que expresan cariño a los demás.
- Melancólico (bilis negra): fáciles de conmover y con gran sensibilidad artística.
- Colérico (bilis amarilla): apasionadas y enérgicas, que se enfadan con facilidad.
- Flemático (flema): tranquilas, racionales y algo frías en el plano emocional.
Ya en el siglo XX, Carl Jung y Hans Eysenck desarrollaron teorías de la personalidad basadas en la biología. Si bien ambos se destacaron en el estudio de la extroversión e introversión, no tenían visiones idénticas al respecto. Eysenck tendía a pensar que estas dimensiones eran bastante estables por su constitución heredada.
Mientras, Jung sugería que, en algún punto, se podían moldear con la autoexploración y desarrollo personal. Bajo esta premisa, podríamos aprender a gestionar la manera en que expresamos nuestro temperamento, para nuestro propio beneficio.
A su vez, es importante aclarar que las personas suelen tener una combinación de rasgos temperamentales. No obstante, sobre lo que no hay duda, es que el factor de la personalidad es el que primero mostramos, incluso desde bebés.
Carácter: el reflejo de las experiencias
Es el componente de la personalidad que engloba al temperamento (constitución heredada) y al conjunto de experiencias e interacciones sociales que se tiene a lo largo de la vida. Entonces, aunque su origen es cultural, decimos que el carácter es un aspecto tanto innato como adquirido.
Al ser consecuencia de las interacciones sociales, incide en cómo aplica los principios éticos y morales a su vida diaria. En este caso, entran en juego factores como el conocimiento de las reglas sociales ―y el grado de respeto hacia ellas― el juicio moral y el nivel de autonomía y responsabilidad sobre las propias acciones.
Existen diferentes maneras de categorizar esta dimensión. De acuerdo al psicólogo y metafísico francés, René Le Senne, existen ocho tipos de carácter:
- Colérico: personas activas, entusiastas, combativas y con tendencia a comunicar lo que piensan.
- Apático: inactivas y con poco interés en lo social y en las actividades académicas.
- Nervioso: inclinadas a la bondad, a la imaginación y a la compasión.
- Sentimental: profundas, perseverantes, sensibles e indecisas.
- Amorfo: optimistas, amables, perezosas y de fácil influencia.
- Sanguíneo: sociables, alegres y conversadoras.
- Flemático: pacientes, solitarias y sencillas.
El carácter es susceptible al cambio; por ejemplo, mediante la educación social y las vivencias. Por lo tanto, no se expresa de forma definitiva en la niñez. Más bien, va pasando por distintas etapas, hasta que alcanza su máxima expresión en la adolescencia.
Personalidad: la suma de todo
Definir el concepto de personalidad es todo un reto. De hecho, ni siquiera los grandes intelectuales de la psicología científica han conseguido ponerse de acuerdo. Cada filosofía o teoría ha proporcionado su visión y concepto, similares entre sí pero con matices únicos.
Por su parte, el psicólogo Gordon Allport, consideraba que la personalidad era un conjunto de variables aditivas, integradoras, jerárquicas, adaptativas y distintivas. Como piezas de un rompecabezas que se unen para crear una identidad única.
Sin embargo, una de las definiciones más empleadas y aceptadas en Psicología al día de hoy, es la propuesta por Eysenck (1987), «la personalidad es la suma total de los patrones de conducta, actuales o potenciales, de un organismo en tanto que determinados por la herencia y el ambiente». En términos muy simples, es el resultado de la fórmula biología + ambiente.
Aunque suena bastante similar al carácter, la mayor diferencia entre este y la personalidad es que el primero se puede describir y observar de forma mucho más específica. Por ejemplo, alguien puede tener un carácter fuerte y demostrarlo siendo decidido y perseverante.
Aunque la personalidad incluye el carácter, no se limita a él. También involucra valores, patrones de pensamiento, emociones y comportamiento que caracterizan a una persona en su totalidad.
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Diferencias entre la personalidad, el temperamento y el carácter
Como vemos, aunque estas dimensiones guardan una estrecha relación, no son términos intercambiables. Resumimos sus aspectos distintivos bajo cuatro criterios.
1. Origen
La distinción principal entre temperamento, carácter y personalidad radica en su origen. Mientras que el primero tiene sus raíces en factores biológicos, el segundo se forma, en mayor medida, a través del aprendizaje social. Por su parte, la personalidad se desarrolla a partir de la interacción compleja entre factores genéticos, ambientales y cognitivos.
2. Aparición
Otro punto clave de diferenciación es el momento en el que se manifiesta. Ya hemos dicho que, debido a su influencia genética, el temperamento tiende a presentarse desde una temprana edad. En cambio, el carácter empieza a formarse a medida que la persona interactúa con su entorno y aprende normas y valores sociales. Por su parte, la personalidad comienza a desarrollarse durante la infancia, pero su formación es un proceso continuo.
3. Grado de estabilidad
Comparando los tres aspectos, el temperamento tiende a ser el más fijo. Por ejemplo, es posible que una persona que tiende a la extroversión, se sienta energizada en compañía de otros, en diferentes etapas de su vida. Por su parte, el carácter es más maleable y puede modificarse a medida que se adquieren nuevas habilidades o valores.
La personalidad suele ser bastante estable después de la adolescencia. Sin embargo, puede evolucionar a partir de las experiencias, la educación y el desarrollo cognitivo.
4. Nivel de permeabilidad
La permeabilidad hace referencia al grado en el que un fenómeno, constructo o estructura se deja influenciar por factores externos, modificándose. En este sentido, el temperamento sería el constructo menos permeable de los tres, por su alto componente biológico.
Una identidad personal; tres conceptos fusionados
En este artículo hemos aprendido que, pese a las notables diferencias, son conceptos entremezclados que se relacionan entre sí. El temperamento se integra en el carácter al constituir su base biológica y natural, influyendo en los rasgos de carácter observables y específicos de una persona.
A su vez, la personalidad se configura como una compleja amalgama de temperamento y carácter, en la que se reflejan tanto los aspectos innatos como los aprendidos. Así, se determina la manera única en que cada individuo se relaciona consigo mismo y con su entorno.
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