Hoy saldré a encontrarme con todo lo bueno que la vida me tiene preparado
He decidido que puedo, debo y me lo merezco. Hoy me vestiré con zapatos nuevos y ánimos renovados para dejar que la vida me despeine a carcajadas, a bailes, a abrazos. Porque todo lo bueno despeina el cabello y alborota el alma y pienso que ya es hora de volver a calzarme con esa sensación casi olvidada.
Todos pasamos por esas épocas en las que de pronto nos decimos “basta”. El cansancio mental o la presión de nuestros entornos nos van arrancando, una a una, cada escama de esas colas de sirena de las que antes disfrutábamos para nadar en libertad por nuestros océanos personales. Sin embargo, decir “basta” no siempre es suficiente para generar el cambio que deseamos.
“Debemos hacer las cosas ordinarias con un amor extraordinario”
-Teresa de Calcuta-
Frases como “me merezco lo mejor”, “es hora de priorizarme” o “tengo derecho a ser feliz” son como esos adagios que nos repetimos una y otra vez pero que no terminan de ejercer efecto alguno. A pesar de intuir que la vuelta de la esquina la vida puede tenernos guardado algo bueno, no resulta nada fácil dar un paso hacia lo extraordinario, especialmente si nuestra mente se obstina en seguir adherida a lo corriente. A lo previsible.
El cambio hacia lo sublime no necesita cita previa. No hay que pedir turno ni tampoco aguardar a una estrella fugaz para pedirle el deseo. Una vida más feliz solo necesita una cosa: un cerebro más feliz.
El cerebro fatigado y las ventanas cerradas
¿Te has detenido a pensar cuántos pensamientos tenemos a lo largo del día? Los neurólogos adoran este tipo de cuestiones, así que no tardaron demasiado en darnos una respuesta: cerca de 50.000. Sin embargo, cabe decir que casi un 80% de ellos no sirven absolutamente de nada. La mayoría son repetitivos, mecánicos e incluso obsesivos.
El cerebro fatigado es el eco de una mente infeliz. Este tren de pensamientos debilitantes viajan por las vías del “si yo hubiera”, “si los demás me dejaran” o del “me veo incapaz”. En ocasiones, en esas rutas tan infértiles e inhóspitas, la mente culpabiliza a quienes nos envuelven de todas y cada una de nuestras infelicidades. De este modo, alimentamos más aún el motor del cerebro cansado, de esa mente dispersa y sin capacidad de resolución.
Ahora bien, cerrar las ventanas de nuestro cerebro de este modo hará que escuchemos solo el eco de un rumor fantasmal: el que trae el miedo, la indecisión, la desesperanza. Una buena idea para tomar contacto con lo bueno que nos ofrece la vida tiene que ver con una actitud abierta, que permita que se integren en nuestra mente dos procesos fabulosos: el reciclaje y la creación.
Estamos seguros de que en tu propósito por cuidar del medio ambiente y del planeta, reciclas. Nuestra mente también necesita de un “mantenimiento” similar. Una buena parte de nuestros pensamientos no sirven de nada: son nocivos. Así que en lugar de acumularlos debemos proceder a reciclarlos. Para ello, nada mejor que transformar un “no puedo” en un “yo merezco la oportunidad de intentarlo”.
Además de reciclar, tendremos una mente saludable su afinamos a la hora de crear y tratar nuestros pensamientos. Las ideas, los propósitos y las actitudes novedosas crean, refuerzan o debilitan conexiones entre las neuronas de nuestros cerebros. A nuevos pensamientos, nuevas y poderosas emociones para decir adiós a esa mente fatigada de ventanas cerradas.
Lo bueno de la vida: la capacidad de asumir nuevas perspectivas
Para comprender la magia de nuestro cerebro y de nuestras emociones te proponemos hacer un pequeño experimento. Coge una fotografía o una lámina donde haya un bello paisaje. Ahora, pon tu nariz completamente pegada a la imagen. Al intentar focalizar la atención sobre lo que vemos, lo único que alcanzamos a distinguir es un borrón apelotonado y poco evocador.
Nuestra mente cansada funciona de igual modo. Es poco enriquecedor lo que se contempla desde esta perspectiva. Sin embargo, si nos alejamos, poco a poco se irá abriendo un mundo lleno de posibilidades y de bellezas inspiradoras. Tomar distancia de muchas de las cosas que nos envuelven es algo positivo. Nos ofrece la posibilidad de tomar conciencia de que nada, absolutamente nada, tiene tanto poder sobre nosotros como para esclavizarnos.
Claves para ser receptivos a lo bueno que nos pueda traer la vida
La Universidad de California realizó un interesante trabajo sobre la felicidad orientado desde el campo de la neurología que resulta tan práctico como revelador. El estudio se llevó a un libro titulado “Train your brain to get happy”. En él, se nos explica cómo los pensamientos generan cambios en “nuestras células grises” para crear un poderoso tejido emocional donde respira el equilibrio y el bienestar.
- Para ser más permeable a las oportunidades de nuestros contextos no basta con decirnos simplemente:“voy a salir a encontrar mi felicidad”. Antes de instalar nuevos pensamientos, hay que derribar los viejos.
- A veces, hacerse preguntas nos obliga a poner nuestra atención sobre esos interrogantes y a destinar recursos para resolverlos. Una buena cuestión es como una aspiradora capaz de llevarse lo que no sirve, lo que hace daño. Por ejemplo, en lugar de decirnos “quiero ser feliz”, es mejor preguntarnos “qué me impide ser feliz”. Una vez planteada la cuestión, es momento de reflexionar.
- Por otro lado, hay aspectos que debemos tener muy claros. La persona que desea ser más feliz no se compara con los demás. Ni nutre su lenguaje con los tiempos condicionales (“si yo tuviera esto”, “si yo fuera como”, “si los demás se dieran cuenta…”)
Habla en presente, sé firme en tus propósitos y no midas tus capacidades en base a los demás. Cultiva un pensamiento inspirador, vigorizante y creativo. Recuerda ante todo, que solo las mentes abiertas ven lo extraordinario donde otros solo perciben cosas corrientes.
Imágenes cortesía de Marie Desbons y Milla Marquis