Secretos de nuestra memoria
El funcionamiento de la memoria humana es realmente complejo, difícil de describir o de conceptualizar, así como de generalizar. Por ello es que en lugar de decir “la memoria” (en singular), podemos referirnos como “las memorias” (en plural), ya que existen diferentes tipos, que se organizan y funcionan de manera diferente. El modelo más difundido y analizado es el conocido como “memoria estructural” o “almacenes de memoria”.
Los expertos en esta materia son Atkinson y Shiffrin, quiénes en 1968 organizaron a la memoria en tres grupos (almacenes): sensorial, a largo plazo y a corto plazo. Las tres trabajan de manera secuencial, pasan información de uno al siguiente durante el proceso de captación y almacenamiento. Difieren entre si por la capacidad (si lo comparamos con un PC, la cantidad de GB), la duración (el tiempo en el que permanecen guardados los recuerdos antes de borrarse) y la codificación (el “sotware” que los agrupa).
La memoria sensorial va almacenando toda la información proveniente de nuestros sentidos, de manera fiable pero a la vez, breve (entre medio y dos segundos). Esta también puede subdividirse en varios sistemas menores, dependiendo del sentido que le ofreció el dato, como por ejemplo, las imágenes (icónica), los sonidos (ecoica) y las texturas o dolor (háptica).
La memoria a corto plazo contiene información que usamos o somos conscientes de ella en todo momento. Al prestar mucha atención a cierta memoria sensorial se generan los contenidos de memoria a corto plazo. La duración de almacenamiento en este caso es de entre 30 y 45 segundos y si queremos mantenerla, debemos repetir la información varias veces (como por ejemplo nos pasa cuando nos pasan un número de teléfono hasta que lo anotamos). Un dato curioso de la memoria a corto plazo es que la codificación de la información es acústica en casi todos los casos, inclusive cuando vemos una imagen, la mente la traduce en sonidos para poder almacenarla temporalmente.
En relación a la capacidad, los estudios confirman que puede guardar al mismo tiempo entre 5 y 9 ítems, siendo 7 la cantidad promedio. Un ítem es una unidad distinguible y separada del resto de los datos, como si fuera un archivo. Por ejemplo, puede ser una cifra o una cantidad pequeña de números, una letra o palabra o frase. Para poder almacenar esta información, la mente necesita agrupar los ítems. Así, por ejemplo, en vez de recordar el código de área 6 3 0, lo haremos como 630. Así se necesita de menos espacio y retiene mejor. Una de las causas de olvido se debe a que al mismo tiempo queremos retener mucha información.
Por último se encuentra la memoria a largo plazo, que se almacena en los casos en los que no perdemos los datos en la de corto plazo, a base de repeticiones o hábitos. Este “almacén” es al que nos referimos cuando hablamos de recuerdos como individuos. Contiene mucha información, la cuál puede ser mantenida por largo tiempo, o incluso indefinidamente. Guarda datos de amplio espectro y es un sistema activo que constantemente está revisando y evaluando las informaciones almacenadas, mientras guarda las nuevas que se van registrando.
Sin dudas, la memoria de largo plazo es la más compleja de las tres y según las últimas investigaciones, está subdividida en dos sistemas:
-Memoria explícita o declarativa: almacena la información del tipo semántico, es decir, el conocimiento del mundo como son las ideas, los conceptos y las ideas; y del tipo episódico, los eventos biográficos que generalizamos. El tráfico entre estos dos tipos es bidireccional y constante.
-Memoria implícita o no declarativa: puede almacenar diferentes tipos de información como ser los procedimientos (habilidades y cómo hacer distintas tareas), reflejos condicionados (un cable da electricidad, el fuego quema, el agua moja), condicionamiento emocional (sucesos relacionados a los sentidos) y efectos de primacía. La interacción entre estos cuatro y sus influencias son constantes y bidireccionales.