Transferencia y contratransferencia
La transferencia y contratransferencia son dos términos fundamentales del psicoanálisis. Fungen como pilares para la práctica clínica, ya que son una parte fundamental de la relación analítica. Además, si bien son dos conceptos diferentes, al mismo tiempo transferencia y contratransferencia son claramente inseparables.
El encuentro analítico da paso a una interrelación paciente-analista, en un espacio donde se permite que el inconsciente circule lo más libremente posible. Inicia en esa interrelación la dinámica entre la transferencia y contratransferencia, por parte del paciente y del analista respectivamente.
¿Qué es la transferencia?
El término transferencia no es exclusivo del psicoanálisis, sino que es utilizado también en otros campos. Ahora, lo que sí parece existir es un denominador común: alude a la idea de desplazamiento o sustitución de un lugar por otro. Así, por ejemplo, puede observarse en las relaciones de médico-paciente o alumno-maestro.
En el caso del psicoanálisis, se comprende como la recreación de las fantasías infantiles en donde su destino es la persona del analista. La trasferencia constituye la superposición de algo anterior sobre algo actual, convirtiéndose así en un ámbito privilegiado para avanzar en la dirección de la cura.
En sus inicios, Freud consideraba la transferencia como el peor obstáculo para el proceso terapéutico. La asumía como una resistencia por parte del paciente para acceder a su material inconsciente. Sin embargo, no tardó mucho tiempo en darse cuenta de que su función trascendía esa resistencia.
Así, Freud, en su texto Dinámica de la transferencia de 1912, presenta la trasferencia como un fenómeno paradójico: a pesar de constituirse como resistencia, es fundamental para el trabajo del análisis. Distingue, en este momento la transferencia positiva -hecha de ternura y amor- de la transferencia negativa -vector de sentimientos hostiles y agresivos-.
“El analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo hace”.
-Sigmund Freud-
Aportes de otros psicoanalistas sobre el concepto de transferencia
Después de Freud, se han dedicado una gran cantidad de trabajos a la cuestión de la transferencia, repensando el tema y comparándolo con el desarrollo original del fenómeno. Todos coincidiendo en que se basa en la relación que se produce en la situación terapéutica entre el analista y paciente.
Así, en Melanie Klein la transferencia es concebida como una re-escenificación durante la sesión de todas las fantasías inconscientes del paciente. El paciente durante el trabajo analítico evocará su realidad psíquica y utilizará la figura del analista para revivir fantasías inconscientes.
En la concepción de Donald Woods Winnicott, el fenómeno de la transferencia en el análisis puede ser comprendido como una réplica del lazo materno, de ahí la necesidad del abandono de la neutralidad rigurosa. El uso que el paciente puede hacer del analista como objeto transicional, tal como está descrito en su artículo El uso de un objeto de 1969, le da otra dimensión a la transferencia y a la interpretación. Afirma que el paciente precisa del vínculo terapéutico para reafirmar su existencia.
Vínculo transferencial
Si bien se ha dicho que la transferencia tiene que ver con la recreación de las fantasías infantiles sobre la figura del analista. Para que ello se de, tiene que primero establecerse un vínculo transferencial, que permita al paciente poder recrearlas y trabajar con ellas.
Para crear del vínculo es necesario que, una vez que el paciente acepte su deseo de trabajar en aquello que le acontece, éste acuda al encuentro con un analista al que le supone un saber de aquello que le sucede. Lacan lo nombró como “Sujeto supuesto saber”. Esto producirá el primer nivel de confianza en esa relación, que dará paso al trabajo analítico.
Sin embargo, a lo largo del recorrido analítico pueden darse manifestaciones en el vínculo transferencial a las cuales el analista ha de estar atento y manejarlas oportunamente, como son: los signos de enamoramiento hacia el terapeuta; la tendencia a comprobar el poder de sus atractivos haciendo descender al analista al puesto de amante; la tendencia a seguir las indicaciones del terapeuta sin apenas cuestionamiento; las rápidas mejorías sin trabajo y esfuerzo paralelo y otros signos más sutiles, como llegar frecuentemente tarde a las citas o alusiones frecuentes a otros profesionales.
Por supuesto, no solo ocurren este tipo de situaciones por parte del paciente, sino que pueden ocurrir manifestaciones contratransferenciales. En este sentido, el analista también tiene que estar atento y analizarse a sí mismo si ocurriesen: discutir con el paciente; tener impulsos de pedirle favores al paciente; soñar con el paciente; interés excesivo en el paciente; incapacidad para entender el material a analizar cuando el paciente refiere temas similares a los vividos por el analista; descuido en mantener el encuadre; reacciones emocionales intensas relacionadas con el paciente; etc.
¿Qué es la contratransferencia?
El término contratransferencia es introducido por Freud en Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica de 1910. Se describe como respuesta emocional del analista a los estímulos que provienen del paciente, como resultado de la influencia de éste sobre los sentimientos inconscientes del analista.
El analista ha de estar atento a estos fenómenos que pudiesen ocurrirle por una sencilla razón: podrían convertirse en un obstáculo para la cura. Aunque también existen autores que plantean que todo aquello sentido en contratransferencia, que se sepa que no tiene nada que ver con el analista, pueden ser devuelto o señalado al paciente.
Puede que los sentimientos que suscite el paciente en el analista, al serle devueltos, generen una toma de conciencia de los mismos o de mayor entendimiento de lo que está sucediendo en la relación terapéutica. Algo que quizás no había sido compartido con palabras hasta ese momento.
Por ejemplo, revivir una escena infantil y que el analista comience a sentir tristeza; sin embargo, el paciente lo interpreta y vive como rabia. El analista puede devolverle aquello que está sintiendo para que el paciente establezca contacto con la emoción real que viene enmascarada con la rabia.
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Relación entre transferencia y contratransferencia
Por un lado, la contratransferencia es definida por su dirección: sentimientos del analista en relación al paciente. Por otro lado, es definida como un balance que no deja de ser una prueba más de que la reacción de uno no es independiente de lo que viene del otro. Es decir, la contratansferencia va en relación a lo que se produce en transferencia, por lo que una influye sobre la otra.
La transferencia y contratransferencia se influyen mutuamente.
En tal sentido, la contratransferencia puede ser un obstáculo si el analista la actúa. Si se deja llevar por esos afectos que comienza a sentir respecto al paciente -amor, odio, rechazo, ira-, quiebra la ley de abstinencia y neutralidad por la que ha de regirse. Ahí, lejos de beneficiar el trabajo analítico, lo perjudica.
De tal manera que el punto de partida es la transferencia del paciente. Este comunica -o intenta- todas sus vivencias y el analista solo responde a lo que dice el paciente con lo que le parece pertinente, sin colocar sus propios afectos en las intervenciones que realiza.
El paciente revive las fantasías, las actúa, pero no lo hace de manera consciente, por este motivo la interpretación cumple un papel fundamental para la cura.
Función de la transferencia y contratransferencia
El análisis presupone que ya se haya instaurado el vínculo transferencial del paciente con su analista. Es en el juego entre transferencia y contratransferencia donde emergerán los afectos, deseos inconscientes, tolerancias e intolerancias.
A partir de la relación transferencial, el analista podrá hacer las intervenciones: interpretaciones, señalamientos, cortes de sesión, etc. Eso si, solo si el vínculo transferencial está instaurado es que se podrá hacer un trabajo más profundo. De otra forma, las intervenciones no causarán el mismo efecto.
Por todo esto, en la relación analítica la neutralidad rigurosa por parte del analista, junto con una escucha flotante, que lo despoje de su subjetividad -de sus propios afectos e historia-, es lo que permitirá que la transferencia pueda ser utilizada como canal para el trabajo en sesión. El analista ha de convertirse en una especie de pantalla en blanco, donde el paciente pueda transferir su material inconsciente.
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