Cómo usar los 5 sentidos para vencer el estrés
Usar los 5 sentidos para vencer el estrés es una estrategia muy fácil de aplicar. Es un modo muy particular de sincronizar los canales del olfato, la vista, el oído, el gusto y del tacto con estímulos relajantes, a la vez que purificadores, para calmar nuestra mente y armonizar el rumor de nuestros pensamientos. Se trata de una estrategia defensiva mediante la que estimular nuestro cerebro para aportarle paz y bienestar.
En ocasiones, las acciones más simples son las que nos ofrecen mejores resultados. Sabemos que a la hora de gestionar el estrés tenemos a nuestro alcance múltiples teorías, terapias y perspectivas con los que aprender a priorizar o a mejorar el enfoque de nuestros pensamientos. Todos ellos son igual de válidos, pero a veces, las estrategias más elementales son las que más y mejor nos ayudan en un momento dado.
Nuestras experiencias y emociones pueden cambiar dependiendo de cómo usemos nuestros sentidos. Si permitimos que interaccionen con estímulos relajantes hallaremos la armonía interna.
Una de ellas se basa simplemente en hacer un buen uso de aquello que nos ha ofrecido la naturaleza: nuestro cuerpo, nuestro organismo, nuestros maravillosos 5 sentidos. Cabe decir que a veces los descuidamos, que se nos olvida el poder que hay en ellos. De hecho, no siempre somos conscientes de toda la información que nos transmiten, de su energía y de ese universo fascinante de sensaciones y percepciones con las que organizamos nuestro mundo.
La terapia Gestalt, por ejemplo, nos recuerda que nuestros sentidos son la puerta de entrada a nuestras emociones. Gracias a ellos, exploramos, nos relacionamos y permitimos que entre una información y no otra. Conseguir que todos ellos estén en armonía nos permitiría lograr una reconciliación interna, ahí donde gestionar mejor el estrés. Veamos por tanto cómo conseguirlo.
1. Cómo usar los 5 sentidos para vencer el estrés: el olfato
El olor del césped recién cortado, el mar al atardecer, el olor de la tarta que hacía nuestra abuela, el petrichor de la tierra mojada, el olor de los lápices de colores cuando íbamos al colegio… Todos ellos son anclajes directos hacia nuestro pasado o hacia un momento feliz de nuestro pasado. Si esto es así, se debe a un hecho tan concreto como fascinante: el olfato hace a menudo de puerta hacia nuestro mundo emocional.
Aún más, nuestra corteza olfativa primaria está conectada con el hipocampo y con la amígdala, dos estructuras cerebrales relacionadas de forma íntima con las emociones. Por tanto, y a la hora de gestionar mejor el estrés, algo que siempre ha sido de gran ayuda es la aromaterapia, el entrar en contacto con determinadas fragancias relajantes.
Estas serían algunas de ellas:
- La lavanda.
- La vainilla.
- El eucalipto.
- La menta.
- El olor del té de jazmín.
- El aroma de geranio.
- El aroma de melisa.
- Aceite esencial de Ylang Ylang.
2. Los colores que relajan
A la hora de usar los 5 sentidos para vencer el estrés, no podemos menospreciar al que utilizamos más: la vista. Lo creamos o no, nuestro entorno ambiental y la falta de equilibrio, así como el desorden o la presencia de determinados colores dominantes puede intensificar la sensación de estrés y ansiedad.
Debemos conseguir que en nuestros escenarios cotidianos exista siempre algún estímulo visual relajante: ese en el que descansar la vista cada poco tiempo. A continuación te sugerimos unas propuestas.
- Pon una planta con flores debajo de la ventana que tengas más cerca.
- Coloca láminas o cuadros con imágenes donde aparezcan ríos, océanos, lluvia, lagos…
- Asimismo, hay estudios que nos revelan que el color azul es el más terapéutico, el que más calma y bienestar nos genera.
3. El gusto para combatir el estrés
Es muy posible que muchos de nuestros lectores opinen que pocas cosas pueden ser más relajantes que satisfacer a nuestro paladar con una buena taza de chocolate, o cualquier otra cosa que debe este valioso ingrediente. Bien, cabe matizar algo importante: a la hora de reducir el estrés a través del gusto hay que saborear, es decir, comer despacio, salivar, disfrutar sin prisa, parar el reloj…
Asimismo, y antes de recurrir a los dulces en exclusiva, hay otras opciones alimenticias más idóneas para tratar el estrés:
- Aguacate.
- Uvas.
- Avena.
- Manzanas.
- Té verde.
- Arándanos.
- Plátano.
- Almendras.
- Salmón.
4. El sonido de la armonía, la calma del silencio
Vivimos en un mundo colapsado por sonidos de todos los tipos, sonidos que superan a menudo los decibelios permitidos y que nos impiden a la vez “escuchar” eso tan valioso y catártico para nuestro cerebro: el silencio.
A la hora de usar los 5 sentidos para vencer el estrés tampoco podemos descuidar nuestro oído. Así, y para lograr esa necesitada relajación podemos optar por dos estrategias. La primera escuchar música y canciones que nos generen determinados tipos de emociones, como alegría, nostalgia, motivación, sentimiento de superación…
La otra estrategia se basaría en oír sonidos relajantes, como el de la lluvia, el canto de las ballenas, el sonido blanco, el viento en un bosque, etc.
5. El tacto, las sensaciones que nos hacen sentirnos vivos
Nuestra piel es un una superficie hilvanada por miles de receptores ansiando ser estimulados. Una caricia, el agua caliente, la brisa del mar, sábanas limpias, la sensación de flotar mientras nadamos en una piscina, un abrazo de un ser amado arropándonos hasta alcanzar nuestra alma…El ser humano necesita contacto, la piel ansía ser estimulada de forma placentera todos los días, y por tanto, es vital que nos “regalemos” estas experiencias siempre que podamos.
Toda carencia, toda falta de estimulación en nuestra piel genera hambre sensorial. Nos sentimos vacíos y la sensación de estrés se intensifica. Sin embargo, algo tan elemental como darnos una ducha relajante o abrazar a los nuestros varias veces al día, apaga muchos miedos, tensiones y ansiedades.
Para concluir, tal y como podemos ver usar los 5 sentidos para vencer el estrés no solo es posible, sino que es necesario para poder relacionarnos mucho mejor con nuestro entorno. De ese modo, elegimos qué estímulos nos pueden ser más propicios con el fin de invertir en nuestro equilibrio interno, en nuestro bienestar y en la percepción de lo que nos envuelve.