5 cuentos cortos para reflexionar
En esta ocasión, traemos cinco cuentos cortos para reflexionar. Son historias sin un autor conocido, pero que se han transmitido a través de la cultura popular desde hace muchos años. Todas ellas pretenden brindar una enseñanza.
Los cinco cuentos cortos para reflexionar nos hablan de situaciones en las cuales se enfrentan dos realidades. Una de ellas está en la superficie y por eso parece que fuera real. La otra está oculta y, por lo mismo, no se detecta en primera instancia.
“No todo lo que es oro reluce, ni toda la gente errante anda perdida”.
-J. R. R. Tolkien-
Lo que nos quieren hacer ver estos cuentos cortos para reflexionar es que muchas veces las cosas no son lo que parecen. Para comprender el mundo no podemos quedarnos solamente en la apariencia, sino que es necesario preguntarnos sobre la razón de las cosas.
1. La rosa y el sapo, uno de los cuentos cortos para reflexionar
Este es uno de los cuentos cortos para reflexionar que nos habla acerca del equilibrio. Cuenta que esta era una rosa roja y todo el mundo comentaba que no había flor más bella que esa en el jardín. La rosa se emocionaba cuando la halagaban. Sin embargo, quería que la vieran más de cerca y no entendía por qué todos la observaban a distancia.
Un día notó que a sus pies siempre estaba un enorme y oscuro sapo. En verdad no tenía nada de guapo, con su color opaco y sus feas manchas. Además, sus ojos eran demasiado saltones y asustaba a cualquiera. La rosa comprendió que la gente no se acercaba debido a ese animal.
De inmediato, le ordenó al sapo que se marchara. ¿No se daba cuenta de que le daba mala imagen? El sapo, muy humilde y obediente, aceptó de inmediato. No quería incomodarla y entonces se marchó lejos.
A los pocos días, la rosa comenzó a deteriorarse. Sus hojas y sus pétalos empezaron a caerse. Ya nadie quería mirarla. Pasaba una lagartija cerca y vio a la rosa llorando. Le preguntó qué le pasaba y ella contestó que las hormigas estaban acabando con ella. Entonces la lagartija dijo lo que la rosa ya sabía: “Era el sapo quien se comía las hormigas y te mantenía bella ”.
2. El foso de las ranas
El segundo de los cuentos cortos para reflexionar nos habla acerca del poder de la opinión ajena. Dice que había un gran grupo de ranas que siempre iba a divertirse al bosque. Todas cantaban y saltaban hasta que caía la noche. Permanecían muertas de la risa y nada las separaba.
Un día, en su salida acostumbrada, fueron a conocer un bosque nuevo. Estaban en sus juegos cuando tres de ellas cayeron en un profundo foso del que ninguna se había percatado. Las restantes se conmocionaron. Miraron hacia el fondo del foso y vieron que era demasiado profundo. “Las perdimos”, dijeron.
Las tres ranas caídas intentaron subir por las paredes del foso, pero era muy difícil. Apenas avanzaban un metro y volvían a caer. Las demás comenzaron a comentar que sus esfuerzos eran inútiles. ¿Cómo iban a lograr escalar una pared tan alta? Era mejor que se resignaran. No había nada que hacer.
Dos de las ranas escucharon esos comentarios y comenzaron a rendirse. Pensaron que las demás tenían razón. La tercera rana, en cambio, siguió subiendo y cayendo, pero tras un par de horas, consiguió salir a la superficie. Las demás estaban asombradas. Una le preguntó: “¿Cómo lo lograste?” Pero la rana no contestó. Era sorda.
3. El león temeroso
El tercero de los cuentos cortos para reflexionar nos habla acerca del miedo. Comienza en una hermosa sabana africana, en donde un león se había perdido de su grupo. Llevaba ya 20 días caminando de un lado para otro y no encontraba a los suyos. Tenía hambre y sed, pero también mucho miedo al verse solo.
Por fin divisó un estanque de agua fresca. Inmediatamente corrió hacia él con todas sus fuerzas. Estaba muerto de sed y necesitaba a toda costa tomar un poco del líquido vital. Sin embargo, al llegar a la orilla vio sobre las aguas la imagen de un león sediento. Entonces se retiró. “El estanque ya tiene dueño”, pensó.
Esa noche se quedó cerca de allí, pero no se atrevía a ir de nuevo al estanque. Si aparecía el león que era dueño del lugar, seguramente lo atacaría por meterse con su propiedad. Y él no estaba en condiciones de enfrentarse a nadie. Pasó un día y el sol quemaba.
Ya era tanta la sed, que el león decidió arriesgarse. No aguantaba más. Así que se acercó cautelosamente al estaque y al llegar a la orilla vio de nuevo al león. Era tanta su sed que no le importó. Metió la cabeza para tomar el agua fresca. En ese momento, el león desapareció: había estado viendo solo su reflejo. Así son los miedos: desaparecen cuando los enfrentamos.
4. El Problema
El cuarto cuento nos invita a reflexionar sobre nuestra actitud hacia las problemáticas de la vida. Este tiene lugar en un monasterio zen, cuyo guardián del tiempo fallece. Por lo que el gran maestro realiza una prueba a sus discípulos, para determinar quién de ellos tendrá el honor de suplantarlo.
El gran maestro les dice “Voy a presentarles un problema. Aquel que lo resuelva primero será el nuevo guardián del templo”. Trajo al centro de la sala un banco, puso sobre este un enorme y hermoso florero de porcelana con una hermosa rosa roja y señaló: “Este es el problema”.
“Usted es el nuevo guardián —le dijo el gran maestro, y explicó—: Yo fui muy claro, les dije que estaban delante de un problema. No importa qué tan bellos y fascinantes sean, los problemas tienen que ser resueltos. Puede tratarse de un vaso de porcelana muy raro, un bello amor que ya no tiene sentido, un camino que debemos abandonar, pero que insistimos en recorrer porque nos trae comodidades. Sólo existe una forma de lidiar con los problemas: atacarlos de frente.”
Este cuento nos muestra cómo solemos paralizarnos en el análisis del problema: lo contemplamos, le damos vueltas, los comentamos, etc. En consecuencia, nos olvidamos de los más importante: solucionarlo.
5. Afilar el hacha
El último de los cuentos cortos nos invita a reflexionar sobre el trabajo y nuestro desempeño diario dentro del mismo. El relato es el siguiente:
En cierta ocasión, un joven llegó a un campo de leñadores con el propósito de obtener trabajo. Habló con el responsable y éste, al ver el aspecto y la fortaleza de aquel joven, lo aceptó sin pensárselo y le dijo que podía empezar al día siguiente.
Durante su primer día en la montaña trabajó duramente y cortó muchos árboles. El segundo día trabajó tanto como el primero, pero su producción fue escasamente la mitad del primer día. El tercer día se propuso mejorar su producción. Desde el primer momento golpeaba el hacha con toda su furia contra los árboles. Aun así, los resultados fueron nulos.
Cuando el leñador jefe se dio cuenta del escaso rendimiento del joven leñador, le preguntó: “¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha?”
El joven respondió: “Realmente, no he tenido tiempo… He estado demasiado ocupado cortando árboles.”
Es probable que “afilar el hacha” tenga un significado diferente para cada quien. Algunos pensaran en la formación, otros en la necesidad de descansar, o también en lo importante que es una buena organización.
El hecho es que en el trabajo, si no tuviéramos a nadie para darnos orientaciones, es muy posible que muchos de nosotros acabáramos esforzándonos ciegamente en tareas poco productivas, porque es muy fácil perder la perspectiva.
Normalmente, si eres empleado, siempre tienes a un jefe para recordarte que tienes que afilar el hacha, pero si trabajas solo, corres el riesgo de dar palos a un tronco a la desesperada sin ver el verdadero problema. Por eso, de vez en cuando tienes que tomarte un respiro y reflexionar sobre lo que haces.
Por lo tanto, la próxima vez que te sientas atascado y notes que no estás avanzando, tómate un momento y recuerda la historia del leñador, ya que es muy posible que necesites afilar el hacha.
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- Cabiya, P. (1999). Historias tremendas. Isla Negra Editores.