5 características que definen a las familias tóxicas
Las familias disfuncionales, comúnmente conocidas como familias tóxicas, son creadas a través de patrones de comportamiento dañinos que no respetan la individualidad de todos sus miembros. Es común que en estas familias los hijos sean el blanco de agresiones psicológicas o físicas que perjudican el desarrollo y el crecimiento saludable de un clima afectivo y estable.
Sea como sea, las familias tóxicas son tan diversas como actitudes destructivas existen. Cuando se dan ciertas características dentro de un mismo sistema familiar, es posible que estemos hablando de un ambiente de emocionalidad ambivalente, lo cual es identificable. Pero, ¿cuáles son esas características? Veamos alguna de ellas.
1. La ausencia de la individualidad
Las familias tóxicas no son precisamente especialistas en respetar el espacio vital de sus miembros. Por ello, al final acaban convirtiendo dinámicas afectivas libres en dinámicas afectivas coercitivas.
Los componentes de esa familia acaban estando unidos por obligación, no por devoción. Donde decimos unidos se debe leer presentes. A secas. Una persona contaminada por contactos tóxicos que merman su individualidad acaba siendo víctima de la necesidad de aprobación.
Esto conlleva la asunción de responsabilidades disonantes y poco saludables. Los miembros toman actitudes extremas de sobreprotección o de agresión, lo cual incapacita para el desarrollo afectivo-social saludable.
2. La sobreprotección o la desidia total
De nuevo hablamos de extremos. Como sabemos, ninguno es bueno. Entiéndase entonces que la sobreprotección es el polo opuesto de la autonomía y la libertad, por lo que genera gran dependencia y daño emocional.
Si rescatamos a nuestros seres queridos de todo mal, entonces les privamos de la oportunidad de crecer y de aprender a desarrollar sus propias estrategias resolutivas. Así se genera un sentimiento de inutilidad intenso y devastador.
Las personas sobreprotectoras obtienen grandes ganancias secundarias del exceso de cuidados, pues así hacen dependientes a los sobreprotegidos y mantienen controlada su vida en todos los aspectos. Esto es, en cierto modo, sinónimo de manipulación.
En otro punto opuesto está la desidia total hacia la crianza o el contacto emocional dentro de la familia. Esto es casi lo mismo que hablar de abandono, una de las grandes heridas de la infancia que persiste cuando somos adultos.
3. La regla de “no existe aquello de lo que no se habla”
Evadir el abordaje de un problema es una de las características más comunes y dañinas. Estas son la comunicación deteriorada en estado puro. En realidad, la incomunicación verbal no implica la no comunicación, pues incluso el silencio comunica.
En estos casos, lo que transmite el silencio es tensión y peligro, lo que convive con el mensaje discordante y autodestructivo de “no pasa nada”.
No hablar de los conflictos genera verdaderas bombas emocionales. Estas bombas se hacen más grandes con el tiempo, llegando a derrumbar todo el castillo cuando un día, de pronto, explotan. Esto conlleva la destrucción de todo bienestar, aunque este sea puro espejismo.
4. Falta de flexibilidad y límites difusos
La falta de flexibilidad en todos los aspectos impacta contra la ausencia de límites saludables. Si uno de los miembros cambia, el dramatismo se eleva a la máxima potencia. Claramente, los componentes de la familia harán saltar todas las alarmas si alguien comienza a quererse y a cambiar su actitud.
Los roles están establecidos por medio de reglas no escritas, por lo que todo lo que haga peligrar el confort familiar, provocará actitudes extremas y dramáticas.
También podemos encontrarnos con una ausencia total y absoluta de límites, lo que produce la falta de regulación emocional de los miembros. De nuevo encontramos la tendencia al dramatismo, se produzca este de manera velada o no.
5. Presencia de abusos
Como es lógico, todas estas disfunciones en la comunicación, la afectividad y la responsabilidad llevan a que los miembros de la familia a cometer abusos. Dentro de la familia suelen verse como los conflictos habituales en un núcleo como este, pero están lejos de ser normales.
Estos abusos pueden ser hacia los demás, como el maltrato físico o emocional, o hacia uno mismo. En este último caso es en el que aparecen las adicciones y las autolesiones, por ejemplo.
Causas de que una familia se vuelva tóxica
Aunque ya has explorado las características de las familias disfuncionales, te podrás preguntar: ¿qué lleva a una unidad familiar a caer en estas dinámicas y abusos? Lo cierto es que las razones son muchas, variadas y graves en la mayoría de los casos. Vamos a ver las más frecuentes:
- Posible desorden psicológico, trastorno o problema de adicción de alguno de los miembros de la familia.
- Abuso del poder y un estilo autoritario de relación con los demás y de crianza.
- Progenitores ausentes.
- Falta de afectuosidad.
- Historial de abuso en la familia.
- Incapacidad para comportarse de forma coherente y consistente.
- Baja autoestima de alguno de los miembros de la familia.
¿Qué hacer cuando tu familia es tóxica?
Muchas veces, las personas acuden a terapia en busca de soluciones para lidiar con su familia tóxica, a la cual normalizan. Por eso, el primer trabajo que se hace en consulta es reorientar al paciente para que identifique todas las dinámicas que le dañan en su familia. Los consejos que se suelen dar a continuación son los siguientes:
- Lo más importante es la salud mental y la estabilidad emocional del paciente. Es algo que debe interiorizar.
- Poner límites.
- Alejarse de la familia (físicamente, si es posible).
- Trabajar la culpa por alejarse de la familia que le ha hecho dependiente.
- Comenzar a establecer dinámicas saludables con el resto de personas del entorno.
- Trabajar en un apego saludable.
Todos estos puntos son generales y abstractos: llevarlos a la práctica es complicado y muchas veces requiere de terapia. No temas pedir ayuda a las personas que te apoyan y a un profesional de la psicología.
Las 5 características que has leído en este espacio son pilares en los que se sustenta el engranaje de las familias tóxicas o, mejor dicho, de las familias disfuncionales. Tomar conciencia de ello puede ayudarnos a rescatar nuestra individualidad y la de las personas que nos rodean.
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