El lado bueno de las cosas
“El lado bueno de las cosas” (David O’Russell) cuenta la historia de Pat Solatano, un joven que acaba de salir de un centro de salud mental. Los problemas de Pat, representado por Bradley Cooper, comenzaron cuando, meses atrás, agredió al amante de su ex mujer. Una vez cumplida su condena, vuelve a casa de sus padres, quienes esperan que su hijo rehaga su vida con la ayuda del optimismo y de una pasión: el equipo local de fútbol americano. Sin embargo, todo da un giro cuando conoce a Tiffany, una chica con problemas que se ofrece a ayudarle a recuperar a su esposa.
La ira
El lado bueno de las cosas aborda dos sentimientos: la ira y la generosidad. En lo que a la ira se refiere, hay una verdad irrefutable: todos hemos perdido los estribos alguna vez. Sin entrar en detalles o anécdotas que pueden traernos incómodos recuerdos, es indudable que los nervios nos han traicionado en más de una ocasión a lo largo de nuestra vida.
Con frecuencia se trata de enfados puntuales, que no tienen demasiada repercusión en un futuro cercano. En otras, por el contrario, los malos sentimientos nos transforman por completo y nos convierten en una suerte de monstruos violentos y encolerizados.
Así pues, si la ira comienza a formar parte de la personalidad y no sólo aparece en un mal momento, sino que resulta algo estable, es el momento de comenzar a preocuparse. Comenzar a vivir diariamente en el enfado es posible que oculte conflictos internos y no nos lleva a ser más felices, ni a nosotros mismos, ni a los que nos rodean.
Enfadarse es bueno y natural. La ira es una emoción básica más y es completamente saludable experimentarla. Es necesario saber mostrar rechazo ante una situación que no nos gusta, o expresar que estamos disconformes. Es una manera que tenemos de desahogarnos.
Es imposible estar siempre contento, de hecho, es indispensable visitar la orilla contraria, la del enojo, para llegar al destino universal: el de la felicidad.
La felicidad
Una persona razonablemente sana está satisfecha con su vida, pese a que ésta esté salpicada por la frustración y la cólera. Es decir, la felicidad es la norma por la que se guía la existencia, pero esta felicidad se ve alterada en ocasiones por su antítesis. No obstante, son necesarios ambos sentimientos.
El protagonista del film, Pat, decide ir más allá. Cuando la indignación se apodera de él, Pat hace uso de la fuerza, de la violencia física. ¿Se trata de una señal? La respuesta es sí. El autocontrol, en este caso, es primordial para mantener una óptima salud mental.
También hay que tener en cuenta que la contención es necesaria, al contrario que la represión. No hay que confundir una cosa con otra.
Reprimir nuestros sentimientos durante mucho tiempo puede tener un resultado catastrófico. El almacenamiento de ira sólo incrementa el resentimiento, por lo que es necesario soltar, de forma esporádica, todos los sentimientos y sensaciones que nos incomoden.
Según los expertos, una persona que muestra su malestar de forma regular, pero controlada, es más fiable que aquella que nunca se excita ante nada y que, un buen día, explota (emocionalmente). Son este tipo de personas los que causan más daños ya que expresan su dolor de forma brusca, incontrolada, y el descontrol suele afectar de forma altamente negativa a la sociedad que le rodea.
Cómo canalizar la ira
Una de las opciones más válidas a la hora de luchar contra las muestras desproporcionadas de enfado es el deporte. La actividad física constante (da igual el ejercicio que practiquemos) es un desahogo tanto para nuestro cuerpo como para nuestra mente.
El film también nos transmite un mensaje que, pese a que pueda parecer evidente, no hay que olvidar: la familia es importante, por no decir vital, para ayudarnos a superar cualquier tipo de problema.
En El lado bueno de las cosas, la familia está encarnada por personajes excéntricos, cómicos, pero cuya función es la misma que la de cualquier padre de familia: ayudar al hijo a superar una situación adversa, en este caso la agresividad.