El lector: traumas, secretos y pasión
El lector es una película del año 2008, dirigida por Stephen Daldry. Hablamos de una adaptación de la obra homónima de Bernhard Schlink. Protagonizada por una brillante Kate Winslet, junto a Ralph Fiennes y David Kross, propone una reflexión sobre algunos temas de nuestra historia reciente
Es cierto que el Holocausto ha inspirado infinidad de películas y novelas y que, a día de hoy, sigue dando mucho que hablar, pero El lector no nos traslada al Holocausto en sí, sino muchos años después, cuando algunos de los protagonistas fueron juzgados y condenados. Además, la historia que plantea la película va mucho más allá del drama y de la Segunda Guerra Mundial, se centra en dos personajes, en la historia que vivieron y, especialmente, en el pasado de uno de ellos.
La película nos plantea una historia pasada, como un recuerdo que es revivido por su protagonista, Michael Berg, un hombre que, en su juventud, conoció a una extraña mujer, Hanna, con la que entabló una peculiar relación sentimental.
El lector comienza con un adulto, Michael, recordando a esta mujer y sus encuentros durante su juventud; una mujer de la que ni siquiera sabía su nombre cuando comenzó la relación. Sombría, pausada y misteriosa, como la propia Hanna, la película dará un giro argumental fundamental que nos llevará a una historia muy distinta a la inicial.
Debido al giro argumental del que hablamos, me veo obligada a realizar algún spoiler a lo largo del artículo, por lo que no es aconsejable seguir leyendo si no se ha visto la película. El lector no muestra una trama lineal, sino que es un vaivén de saltos al pasado y vueltas al presente: Michael parece no aceptar su pasado, pero no logra despegarse de él, igual que le ocurrió a Hanna en su día.
Así, el metraje inspira una reflexión: todos tenemos un pasado, todos tenemos una historia detrás que muy pocos conocen, nuestra vida es un mar de secretos, de experiencias, de sensaciones y de personas que dejaron huella en ella… Por mucho que tratemos de olvidarlo, de desvincularnos… nos resulta imposible, porque ese pasado forma parte de quienes somos en la actualidad. El lector nos propone un viaje a la historia de Michael y Hanna, un descubrimiento de los secretos más profundos de estos personajes.
La relación de Michael y Hanna
Hanna y Michael se conocieron por casualidad en los años 50, cuando él era un adolescente y ella una mujer que le doblaba la edad. Sin ni siquiera saber sus respectivos nombres, comienzan una extraña relación, basada en encuentros sexuales y carente conversación. Michael era un adolescente que todavía estaba descubriendo su cuerpo y jamás había estado con ninguna mujer, Hanna era quien ponía las normas en sus encuentros sexuales.
Hanna continuó poniendo las normas y, a estos encuentros, añadió una condición, Michael debía leer para ella. Él era un estudiante interesado en la literatura, por lo que llevaba libros de clase o de la biblioteca. Hanna escuchaba atentamente estas historias que Michael leía, pero jamás cogía un libro. La complicidad fluía entre ambos, pero apenas se conocían, nunca hablaban de su pasado, ni tampoco de su presente; llevaban una relación totalmente clandestina: un marco en el que compartían libros y sábanas.
Hanna es retratada como una mujer muy reservada y con un carácter fuerte. La relación nos resulta extraña, incluso más allá de la diferencia de edad entre ambos. Es como si pudiéramos entender a Michael, pero no Hanna, de la que prácticamente no conocemos más que su nombre.
La película comienza con el despertar sexual de un adolescente, transmite ese primer deseo de juventud, el descubrimiento del cuerpo, la primera llamada del amor… Pero terminará por desenmascarar a los dos personajes principales y por poner en tela de juicio algunas cuestiones sobre su pasado.
El lector, la vergüenza
Pasarán muchos años hasta que las vidas de Michael y Hanna vuelvan a cruzarse y, para entonces, Michael ya no será aquel ingenuo adolescente que no se hacía preguntas, sino que será un joven estudiante de derecho. A partir de este momento, la película cambiará a un escenario mucho más serio, donde toda la verdad saldrá a la luz. Acudimos a unos juicios para condenar algunas de las mujeres que trabajaron como “guardianas” durante el Holocausto, Michael acude con sus compañeros y profesores de la universidad y Hanna acude como investigada.
A diferencia del resto de acusadas, Hanna parece no tratar de defenderse, da la sensación de no comprender la gravedad del asunto al que se está enfrentando. Por la cabeza de Michael pasarán infinidad de preguntas, ¿realmente conoce a la mujer que está allí sentada? ¿Cómo es posible que no muestre signos de arrepentimiento? Y lo más importante: Michael, por fin, se da cuenta del gran secreto de Hanna: es analfabeta, y su vergüenza es tan grande que ni siquiera dirá la verdad para evadir la prisión. Hanna ha construido una imagen de sí misma, una coraza que muestra al mundo y bajo la que esconde su secreto.
El resto de las acusadas harán todo lo posible por no ir a la cárcel, por que la culpa recaiga sobre otra persona y, al implicar a Hanna en la redacción de un manuscrito, todos los dedos apuntarán a ella como la principal responsable. Lo que nadie sabe es que Hanna no pudo escribir ese manuscrito debido a su analfabetismo, pero ante la presión de realizar una prueba caligráfica decide confesarse como la autora del mismo.
¿Cómo es posible que Hanna sienta una vergüenza tan profunda hacia su analfabetismo, pero no hacia su pasado como guardiana durante el Holocausto? Hanna no niega su implicación con el nazismo, pero no es capaz de reconocer su analfabetismo ni siquiera cuando puede librarse de la cárcel gracias a ello.
Paralelamente, Michael realizará un esfuerzo por comprender a Hanna y por descubrir quién es. Infinidad de emociones traspasan la pantalla gracias a la profundidad de sus escenas, todos identificamos el sentimiento de Hanna al enfrentarse a su mayor temor y la tristeza de Michael al descubrir que, igual que él le leía en su adolescencia, Hanna utilizó a jóvenes judías para que leyeran para ella.
En la actualidad, no dudamos en juzgar y condenar a todos aquellos que fueron partícipes de tales crímenes; sin embargo, parece que olvidamos la otra cara de la moneda, una faceta mucho más seductora para algunos sectores de la población.
Hanna era analfabeta, vivía sola y seguramente sabía que jamás podría acceder a determinados puestos de trabajo; el nazismo fue una promesa de prosperidad, de trabajo y, para Hanna, poder trabajar como guardiana era una promesa también de estatus. Pero no solo personas analfabetas se dejaron seducir por las ideas del nazismo, sino también algunos pensadores como Heidegger (que posteriormente se retractó) o poetas como Ezra Pound, cuya profunda admiración por Mussolini le llevó a colaborar en tareas de propaganda y a mudarse a Italia.
El ejercicio que propone El Lector nos recuerda profundamente a la filósofa Hannah Arendt, quien decía que muchos nazis eran personas normales, víctimas de su tiempo y de las circunstancias. En la película, Hanna defiende que era su trabajo y, por tanto, su obligación.
Afirma que ella se limitaba a obedecer órdenes y cumplir con su deber, sin plantearse el fondo de sus actos. El Lector expone un tema complejo, difícil de abordar, propone una reflexión del pasado de estos personajes, de cómo este afecta al presente y a quienes son en la actualidad. Pero, a su vez, propone una reflexión acerca de la naturaleza de uno de los crímenes más atroces de la humanidad.
“Las sociedades quieren regirse por algo llamado moralidad, pero, en realidad, se rigen por algo llamado ley”.
-El lector-